Estrategias de la guerra mediática (Segunda parte)

Ante un mundo dominado por las oligarquías, el impulso amoroso, la evolución del conocimiento y las luchas por la libertad, la igualdad y la justicia son las fuerzas pueden lograr que la humanidad alcance un estado económico, social y de justicia mayor. Pero las estrategias mediáticas de la oligarquía mundial impiden ese progreso.

Por Blanca Montoya

Regeneración, 21 de junio de 2017. La violencia es la causa fundamental de que el ello sienta amenazada su existencia y de que el yo sienta miedo; éste se convierte en odio que a su vez produce más violencia.

Los medios masivos de comunicación capitalistas, es decir, de la derecha, promueven la violencia, el miedo, el odio, la superficialidad, la ignorancia, la falta de identidad, la inmediatez, el individualismo, el consumismo y la confusión porque eso es lo que conviene a los intereses de las transnacionales que dominan el mundo. En cuanto a la violencia, el miedo y el odio, observamos que la mayoría de los videojuegos, practicados desde la infancia, tratan de persecuciones y de la eliminación de otros; un amplio espacio de las redes sociales está ocupado por insultos o mentiras que instigan al odio y que no pocas veces es obra de mercenarios; y buena parte del entretenimiento argumenta violentos crímenes y masacres. El terrorismo y el narcotráfico son manifestaciones de violencia entusiastamente difundidos vía mediática. Los medios, el terrorismo y el narcotráfico, además de entrañar valores negativos, violencia, tortura y crimen que generan personalidades temerosas irascibles o psicopáticas, son negocios que reditúan enormes ganancias a las industrias tecnológica, armamentística y comunicacional. La violencia y el miedo vulneran al yo y lo confunden a tal grado que acepta todo tipo de abuso a cambio de una ilusoria defensa. Por tanto, las características del yo de las personas más afectadas por el ataque mediático y que conforman un sector importante de la población son temerosas, frívolas, ignorantes, poco tolerantes, individualistas, consumistas y sin identidad, es decir, en general, diríamos que poseen un yo infantil fácilmente manipulable para servir al amo que lo degrada y esclaviza.

El pensamiento humano, es decir, el yo, va trascendiendo niveles según va madurando: 1) la memoria, la facultad de recordar una palabra, una imagen o un hecho; 2) la comprensión: la capacidad de entender el significado de algo; 3) la aplicabilidad: practicar ese conocimiento; 4) el análisis: distinguir y separar los elementos que conforman una cosa; 5) la síntesis: componer esos elementos en un todo; y 6) el juicio: comparar las relaciones que existen entre dos o más ideas y en última instancia determinar si es bueno o malo. Las tres primeras etapas se aprenden, por lo general, en la infancia y corresponden al pensamiento concreto: el niño o niña recuerda la palabra “mamá”, sabe qué significa y la aplica al llamarla. Las siguientes representan el pensamiento abstracto y se desarrollan después: a) se analiza: se separan y distinguen los elementos que significan la palabra “mamá” desde el punto de vista biológico, psíquico o filosófico; b) se sintetiza: se reúnen todas sus partes y se concluye, por ejemplo, “es la causa, raíz u origen de donde algo proviene”; y c) se emite un juicio, por ejemplo: “la madre es buena para la supervivencia humana”.

Las mayorías emiten un juicio saltándose el análisis y la síntesis principalmente por ignorancia respecto a las cuestiones que juzgan y porque los elementos de juicio que tienen son generalmente falsos ya que provienen de la mediática transnacional.

El superyó, la guía moral o ética, el deber ser, o bien, el ideal del yo va percibiéndose a lo largo del desarrollo a través de los padres, la escuela y la sociedad. En el régimen capitalista y la ideología de derecha los valores importantes son: el dinero, los bienes materiales, la belleza física (definida por el biotipo de raza blanca), la moda, el consumismo y la fortaleza física, los cuales se publicitan en productos que excitan el deseo de obtenerlos por cualquier medio para aumentar la autoestima y el aprecio social, al mismo tiempo que representan jugosos negocios.

La historia del ser humano da cuenta de masacres multitudinarias debido a la exacerbación de la agresividad humana hacia sectores que tienen un color, un biotipo, una nacionalidad o una ideología distinta, o bien, porque se pretende robarles o seguir apropiándose de lo que les pertenece. La idea de eliminarlos proviene, generalmente, de un grupo pequeño de poder que induce a una masa temerosa, ignorante, racista, corrupta y sin valores éticos a asesinarlos. La masacre de cristianos, el exterminio de indígenas y la mortandad de africanos son eventos históricos que las mayorías reprueban, rechazan y lamentan, sin embargo, siguen ocurriendo como si el ser humano fuese incapaz del pensamiento antes descrito, o de una evolución ética que evitara seguir cometiendo los mismos delitos. En realidad lo que sucede es que ahora los grupos de poder utilizan un aparato mediático sofisticado que se encarga de inducir y promover el odio para que el ser humano no progrese en ese sentido. Quizás el genocidio de comunistas, judíos, homosexuales, etcétera, de la Segunda Guerra Mundial no hubiese sucedido sin el fenomenal aparato mediático que sustentó ese holocausto. Las matanzas de izquierdistas del siglo pasado en nuestra América, la de los tutsi en Ruanda y, actualmente, las del Medio Oriente, por mencionar algunos ejemplos, han sido inducidas y promovidas por medios nacionales e internacionales que dominan la opinión pública y permiten que el aniquilamiento de seres humanos indefensos siga ocurriendo ante la mirada impávida de las mayorías. El fascismo, un sentimiento de superioridad que justifica la eliminación del otro por su raza, etnia, creencia o nacionalidad, continúa incentivándose desde la ideología de derecha pues conserva las hegemonías que hasta ahora han dominado. En Colombia, una guerra de casi 60 años se armó desde la derecha para evitar la injerencia de la izquierda en política; en México, se asesinan impunemente a cientos de campesinos, estudiantes, maestros, mujeres, periodistas y a aquel que pretenda un cambio, con tal de que un grupo político de derecha y corrupto se mantenga en el poder; y en países que se han independizado y han tomado el rumbo hacia la izquierda como Venezuela, el aparato mediático internacional y la derecha opositora atacan despiadadamente para intervenir y cultivar el odio al pueblo que ha votado por ese cambio a tal grado que recientemente, entre otros lamentables crímenes, un joven venezolano fue apuñaleado, incendiado y quemado vivo por ser chavista.

Desde siempre el mundo ha sido dominado por las oligarquías, sin embargo, en función del impulso amoroso, la evolución del conocimiento y las luchas por la libertad, la igualdad y la justicia que se han librado a lo largo de la historia, el ser humano podría haber alcanzado un estado económico, social y de justicia mayores sino fuera porque las estrategias mediáticas de la oligarquía mundial impiden ese progreso.