Grasa y azúcar vuelven al cerebro incapaz de defenderse

Niños de 7 años pueden sufrir ciertos alteraciones de la memoria como consecuencia de consumir demasiada azúcar y grasas.

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Regeneración, 13 de febrero de 2016.- ¿Comes solamente cuando tienes hambre realmente? Muchos de nosotros comemos incluso cuando nuestro cuerpo no necesita la comida. Pensamos en la comida cuando vemos a otras personas comiendo, cuando pasamos por nuestro restaurante de comida favorita, cuando vemos un apetitoso snack al pasar cerca de una tienda de abarrotes. Además somos presas de sofisticadas técnicas de publicidad diseñadas para mantener nuestros pensamientos en la comida y los placeres de comer constantemente en nuestras mentes.

Obviamente, la sobre alimentación con comida que no es sana puede llevarnos al sobre peso. Pero mirando directamente más allá de los efectos sobre la creciente obesidad, estudios de laboratorio muestran cómo es que el funcionamiento mental se relaciona con la dieta. Se ha encontrado un vínculo problemático entre una dieta rica en grasas, que es muy común en occidente, y las enfermedades relacionadas con el cerebro que pueden poner en peligro nuestra capacidad para evitar comer en exceso.

 

Más y más problemas por sobrepeso

Muchos científicos creen que factores sociales como la publicidad, se han combinado para crear un entorno en el que las tentaciones para comer han desbordado la capacidad biológica natural de nuestro cuerpo para controlar qué y cuánto consumimos.

El resultado es que en países de norteamérica, dos tercios de los adultos, y más de un tercio de los niños y adolescentes tiene sobrepeso o son obesos. Esta tendencia se está extendiendo a otros países de todo el mundo. Peor aún, las enfermedades que están asociadas con el exceso de peso, como la diabetes, presión arterial alta y problemas del corazón, son también cada vez más frecuentes.

En el núcleo del problema encontramos que muchos de los alimentos a los que parece que no podemos resistirnos no son saludables. Algunos de los alimentos más atractivos y populares de nuestro entorno actual contienen altas cantidades de grasas saturadas, los niveles más altos se encuentran en las carnes rojas y en productos lácteos como los helados y la mantequilla.

Este tipo de dieta es consumido por tantas personas en Norteamérica y en otras sociedades occidentales que a menudo se le conoce como la dieta occidental. No es de extrañar que la obesidad se haya convertido en un problema.

En los últimos años se ha difundido mucho el hecho de que la dieta occidental y el exceso de peso corporal puede tener efectos nocivos en el cerebro de animales humanos y no humanos. Por ejemplo, algunas investigaciones sugieren que los adultos de mediana edad con sobrepeso y los obesos tienen mayor riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer y otros tipos de demencias cognitivas durante la vejez en comparación con las personas de peso normal. Los resultados de otros resultados sugieren que incluso los niños tan jóvenes como de la edad de 7 años pueden sufrir ciertos tipos de alteraciones de la memoria, como consecuencia de consumir demasiado una dieta occidental y por la acumulación del exceso de grasa corporal.

Mucha información sobre la naturaleza de los efectos de las dietas occidentales en el cerebro proviene de estudios con ratas y ratones. La investigación en nuestro laboratorio y en otros lugares ha demostrado en varias ocasiones que la alimentación de ratas con niveles altos de grasas saturadas y azúcar al igual que los de la dieta occidental humana, debilitan la barrera hematoencefálica. Esta barrera es un sistema de células y las membranas que forman uniones estrechas para impedir que los agentes nocivos que circulan en el torrente sanguíneo entren al cerebro. Cuando se alimenta a las ratas con esta dieta occidental se debilitan las uniones estrechas y por ello se permite que las sustancias potencialmente dañinas pasen al cerebro.

Para determinar qué áreas del cerebro son más vulnerables a los efectos nocivos de barrera hematoencefálica con fugas, se infundió una pequeña cantidad de medio de contraste en el torrente sanguíneo de una rata y se midieron las áreas del cerebro donde se acumula el tinte. En ratas con sobrepeso alimentadas con una dieta de estilo occidental, el colorante aparece preferentemente en el hipocampo, una estructura cerebral involucrada con importantes funciones de aprendizaje y memoria. Como una aparente respuesta a la acumulación de tales sustancias intrusas, el hipocampo se inflama y modifica su actividad electroquímica. Las ratas que sufren estas consecuencias también muestran déficits en su capacidad de utilizar ciertos tipos de información procesada por el hipocampo.

 

Un círculo vicioso

¿Estos déficits tienen nada que ver con nuestra capacidad para resistirse a comer alto contenido de grasas y alimentos azucarados? Pensamos que lo hacen. Un tipo de información que es procesada por el hipocampo toma la forma de señales fisiológicas internas acerca de la necesidad de uno de los alimentos. Las ratas y las personas que hayan sufrido daños en sus hipocampo parecen tener dificultades para usar esas señales internas para decir si o no, y han tenido suficiente para comer o beber. En presencia de señales de gran alcance en el ambiente que le tiente a comer, una disminución de la capacidad para utilizar la información de su cuerpo que le dice que usted no necesita alimentos puede conducir a comer en exceso.

El resultado podría ser un círculo vicioso en el que consumir una dieta occidental produce una disfunción del hipocampo que debilita la capacidad de utilizar las señales internas para las señales del entorno que provocan comer. Esto podría conducir a consumir cada vez más la dieta occidental conforme se deteriora la función de la función del hipocampo. A medida que el hipocampo se deteriora más, la gravedad y el alcance de los déficits de aprendizaje y memoria también aumentarían. El resultado podría ser no sólo la obesidad sino también más serio deterioro cognitivo.

Cómo romper este bucle de realimentación es un importante problema de investigación. Tal vez la respuesta será encontrar formas de proteger y fortalecer la barrera hematoencefálica para contrarrestar los malos efectos de la dieta occidental. Tal vez será en la búsqueda de maneras de hacer que la dieta occidental sea menos perjudicial. Pero hasta que se encuentren otras respuestas, la única protección que tenemos es saber que una ingesta excesiva de una dieta occidental puede hacer daño a nuestro bienestar físico y mental.

Con información de IFLS.