Israel y Palestina: ¿Pueden cambiar la situación los indignados israelíes?

Por Michel Warschawski *

Este verano Tel Aviv ha conocido la mayor manifestación de los indignados. Claramente antiliberal, este movimiento ciudadano podría dar nacimiento a una nueva sociedad civil israelí definida por la ciudadanía más que por la pertenencia al “pueblo judío”.

¿Quién lo habría previsto? La mayor manifestación de los indignados (proporcionalmente a la población del país) tuvo lugar en Tel Aviv, capital de uno de los países más reaccionarios del planeta: 400.000 personas, es decir, el equivalente de 4 millones de personas en Francia. Más aún que la manifestación por las masacres de Sabra y Chatila, en 1982. ¿Qué exigían los indignados israelíes? “El pueblo quiere la justicia social” y “Contra las privatizaciones- (vuelta al) estado providencia”

Un movimiento de masas

Cuando, el 14 de julio de 2011, Daphné Leef, una joven de 24 años, plantaba su tienda en el Boulevard Rothschild en Tel Aviv, para protestar contra la imposibilidad de encontrar una vivienda, no se imaginaba que en menos de diez días, sería seguida por miles de jóvenes y de menos jóvenes que, en todas las ciudades del país, plantaban a su vez una tienda, transformado el país en un inmenso campamento de protesta. Para las jóvenes parejas, la cuestión de la vivienda es el símbolo del desmantelamiento del estado social: durante dos generaciones, este último tenía una política de vivienda social para instalar a los millones de emigrantes venidos a instalarse en el estado judío. La desregulación neoliberal comenzada en los años 1980 y la privatización del sector inmobiliario han hecho que la vivienda deje de ser un derecho y se convierta en una mercancía. Luego será el turno de la educación y de la salud que, si siguen siendo en principio gratuitos, se vuelven de hecho cada vez más caras si se quiere obtener un poco más que lo mínimo.

Rápidamente la reivindicación sobre el derecho a la vivienda va a extenderse a una puesta en cuestión del conjunto de la contrarreforma neoliberal: “la educación no es una mercancía”, “la salud no es una mercancía” se convierten en consignas populares en las manifestaciones cada vez más masivas que acompañan a los campamentos durante el verano. Para culminar, el 3 de septiembre con la manifestación de los 400.000.

Desde sus primeros pasos, el movimiento insiste, a través de sus portavoces en su carácter “social pero no político”. En claro, esta definición significa la negativa a posicionarse sobre las cuestiones ligadas al conflicto israelo-árabe. “Ni derecha, ni izquierda”, afirma Daphné Leef y sus amigos y amigas. “Somos un pueblo unido: ni religiosos y laicos, asquenazíes y sefarditas, derecha e izquierda” pero añade también “judíos y árabes”, lo que, en Israel, está lejos de ser poca cosa.

Los ciudadanos palestinos de Israel (el 20% de la población) no han esperado a Daphné para movilizarse, y en las ciudades mixtas, como por ejemplo Haifa o Beer Sheva, somos testigos, por primera vez quizá en la historia de Israel, de manifestaciones populares verdaderamente judeo-árabes.

Del centro a la periferia

Al comienzo, el movimiento permanece acantonado en Tel Aviv y en Jerusalén, y su composición social es esencialmente pequeñoburguesa. La presencia activa de la Unión Nacional de Estudiantes da, en una cierta medida, el tono y el carácter de clase del movimiento, del que están ausentes las clases populares. Conscientes de este límite que es a la vez geográfico y social, los dirigentes deciden volverse hacia la “periferia”. Por periferia se entiende, en Israel, lo que no es ni Tel Aviv ni Jerusalén, y más en particular las ciudades llamadas de desarrollo, es decir subdesarrolladas, en las que en los años cincuenta y sesenta se aparcó a los emigrantes judíos venidos de los países árabes.

Apuesta ganada: a finales de agosto, grandes manifestaciones movilizan a las capas populares en lo que es el equivalente a las barriadas en Francia. Es entonces cuando el gobierno decide al fin reaccionar. Hasta entonces Netanyahu, arquitecto en jefe de la contrarreforma neoliberal, se había encogido de hombros, persuadido de que se trataba de una movida de jóvenes ociosos (“sushi et pipa de agua”, según uno de sus ministros) que se apagaría por si mismo, como muy tarde al final de las vacaciones escolares.

Como cada vez que se ha visto confrontado a un movimiento de masas, el gobierno decide la puesta en pie de una comisión nacional de expertos cuyo mandato es sugerir nuevas prioridades presupuestarias, a las vez que se abstiene de ampliar el presupuesto. En otros términos, reducir el presupuesto de la educación para mejorar el sistema de salud … o al contrario. Bajo la dirección del profesor Manuel Trachtenberg, economista más cercano a las soluciones socialdemócratas que a las neoliberales, esta comisión ha tenido el mérito de afirmar desde el comienzo que no se podía dejar de tocar el presupuesto militar que devora casi una tercera parte de los recursos nacionales. Más inteligentes que su ministro Ehud Barak, que se había opuesto frontalmente a todo recorte en el presupuesto de defensa, diciendo con arrogancia de un kibutznik vuelto millonario que “aquí no estamos en Suiza”, los jefes del ejército habían anticipado las sugestiones de la comisión Trachtenberg y propuesto reducir por si mismos los gastos de su ministerio, pensando evitar así una intervención externa en el más opaco de los presupuestos gubernamentales.

Comisión alternativa

Los dirigentes del movimiento no cayeron en la trampa de la comisión Trachtenber y decidieron poner en pie una comisión alternativa, compuesta de economistas, sociólogos y militantes del movimiento social. A la cabeza de esta comisión, un sociólogo militante, Yossi Yona, y el antiguo adjunto del Gobernador del Banco de Israel, Avia Spivak. Contrariamente a la comisión oficial, los árabes están bien representados, igual que las mujeres y otros sectores sociales que se tiene la costumbre de marginar. El hecho de que el portavoz de esta comisión sea uno de los dirigentes del movimiento de solidaridad Cheikh Jarrah es más que simbólico. Pues la comisión Yona-Spivak, negándose a vestir a un santo desnudando a otro, se ha posicionado por posiciones políticas: sus propuestas de recortes sustanciales en el presupuesto de defensa y de reducciones masivas de las subvenciones a las colonias, la identificación de la población árabe como una prioridad nacional, se inscriben en lo que llama ella misma opciones estratégicas, es decir un giro en una política de paz, incluso si no es descrita más que de una forma muy general.

El gigantesco foso entre las propuestas de la Comisión Trachtenberg, que han sido ratificadas a toda prisa y con la boca pequeña por el gobierno, y las de la comisión alternativa han llevado a Daphné Leef a anunciar un reinicio de las manifestaciones. Éstas siguen siendo, sin embargo, poco probables: un movimiento tal como el que hemos conocido este verano, sin estructura y sin dirección, no se reorganiza de un golpe de varita mágica, ciertamente no cuando moviliza esencialmente a las clases medias. En efecto, si la participación de la gran mayoría de los trabajadores es innegable, es como ciudadanos como han participado, no como clase, con sus organizaciones y sus direcciones. La ausencia de la Histadrut –principal confederación sindical- en las movilizaciones ha sido a señalar. En el momento en que se negocian los efectos de estas movilizaciones en términos de conquistas y de reformas, su vuelta está programada.

La vuelta a casa de las clases medias ha dejado el campo libre a las capas más desfavorecidas, incluso marginales: los verdaderos sin techo, las madres solteras sin empleo fijo, los empleados de las empresas de mano de obra. Son ellos a quienes se encuentra en lo que queda de los campamentos a los que se aferran no para protestar sino porque no tienen verdaderamente donde vivir. Okupan los numerosos inmuebles vacíos, y no dudan en reaccionar violentamente contra la violencia policial. El tiempo de las manifestaciones en plan tranquilo y festivo ha acabado claramente, la lucha de clases retoma sus derechos.

Nacimiento de una sociedad civil

Sin presagiar el futuro, se puede ya afirmar que la conquista número uno de las movilizaciones sociales del verano 2011 habrá sido el nacimiento de una sociedad civil israelí, autónoma del estado, incluso en conflicto con éste. Formada en la colonización de Palestina y en conflicto con su entorno árabe, durante más de cinco decenios, la sociedad israelí no se ha realmente desmarcado del estado: pensaba que tenía que servir al proyecto sionista y le estaba sometida. Ciertamente, en el curso de sus 65 años de historia, Israel ha conocido movilizaciones sociales, explosiones populares, huelgas a veces duras. Pero éstas permanecían como acontecimientos circunscritos en el tiempo, y en general en el espacio, tanto más cuanto que era muy fácil desmovilizarlas mediante una tensión en las fronteras o sencillamente blandiendo la bandera de la seguridad.

Esta vez, las tentativas de este tipo han acabado como lo muestra la negativa a anular las manifestaciones tras el atentado cerca de Eilat… cuyas circunstancias dejan por otra parte planear serias sospechas sobre su autenticidad. Sin necesariamente posicionarse políticamente, el nuevo movimiento social israelí no se dejará coger tan fácilmente en la trampa como los que le han precedido.

Osemos incluso intentar una hipótesis más audaz, la de una redefinidición del concepto de “pueblo”. Hasta este verano, el “pueblo israelí” no significaba el conjunto de los ciudadanos del país, sino más bien el “pueblo de Israel” tal como aparece en la Biblia, es decir, los judíos. ¿Serían las movilizaciones sociales de los últimos meses el bautismo de un nuevo pueblo, definido no por sus orígenes étnico-confesionales sino por la ciudadanía? Si fuera así, ¿marcarían entonces el comienzo del fin del sionismo y el reemplazo del estado judío por el estado de todos sus ciudadanos, como reivindica la izquierda antisionista? Es demasiado pronto para afirmarlo, pero el verano 2011 nos permite al menos soñar con ello y sobre todo nos llama a redoblar nuestros esfuerzos para hacer de ese sueño una realidad.

* Tout est à nous. nº 26 Noviembre 2011 en http://www.npa2009.org/content/les-indign%C3%A9s-isra%C3%A9liens-peuvent-ils-changer-la-donne-dans-la-r%C3%A9gion

Traducción : Faustino Eguberri para VIENTO SUR

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