La sociedad, muy por delante del gobierno

Por Víctor Flores Olea | La Jornada 

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18 de mayo del 2015.-Entre las evidencias de México actual hay una que sobresale: la superioridad, el adelanto de la sociedad civil respecto al gobierno. Mayor dinamicidad y más acertada visión del futuro, propósito de hacer más democráticas las instituciones nacionales, perspectiva mucho más acertada del México que todos queremos, por su democracia, pero también por su igualdad y justicia. Frente a estos objetivos la acción del gobierno es apenas balbuceante e imprecisa, muy retazada y retrasada. Es verdad que, en general, se trata de generaciones distintas, pero sobre todo están presentes los intereses particulares que se imponen a la acción del gobierno y que lo hacen olvidar el interés multidimensional de la sociedad.

Claro que muchos dirán, no sin razones, que la sociedad civil, sobre todo si nos vamos hacia la izquierda, se encuentra enormemente dividida y fragmentada. Hay, sin embargo, elementos comunes indiscutibles, de los que quedarían fuera claras patologías: la exigencia de que continúe la corrupción como principalmodus operandi de los negocios, sobre todo en los que interviene el gobierno en sus distintas escalas; elemento común sería también la exigencia democrática, esa sí positiva, no sólo en los procesos electorales, sino más en general en el conjunto de las relaciones sociales; la violencia e inseguridad que privan en muy grandes extensiones del territorio nacional, que sin duda impiden la convivencia pacífica tan necesaria para el desarrollo, y que no parecen ir en vías de solución, a pesar de las afirmaciones en contrario de los círculos oficiales; en general, los esfuerzos desde muchos lados para romper el orden jurídico, lo cual tiene mucho que ver con la corrupción, pero que es mucho más amplia y parece que se ha filtrado en amplísimos sectores del Poder Judicial. Sería casi interminable la lista de los aspectos negativos prácticos que viven muy anchos grupos de la sociedad civil, pero que no se comparan en número y calidad con la ciudadanía que aspira a un México recto, pacificado y sin componendas ni corruptelas como las que todavía nos invaden.

En ese gran paso necesario hacia adelante los partidos políticos y los movimientos sociales deberían jugar un papel de radical avanzada. Desafortunadamente no es el caso: la ciudadanía vive una desconfianza extraordinariamente generalizada hacia los partidos políticos, y éstos no llevan a cabo conductas, salvo contadas excepciones, que los reivindiquen de verdad ante la ciudadanía. Potencialmente los movimientos sociales tendrían en este campo mucho más que ofrecer y construir. Pero la dispersión muy grande de dichos movimientos hace más difícil aún la tarea.

En sondeos informales, incluso en el ámbito universitario, la tendencia de las preferencias parece ser claramente la señalada antes, con algo que vale la pena no pasar por alto: las organizaciones políticas, en su eventual paso de movimientos a partidos, asumen una connotación especial a los ojos de la ciudadanía, que es el tránsito de una gran esperanza y confianza al rasero de juicio negativo o lleno de pesimismo que se vierte sobre los partidos políticos.

Esta es la situación, sin ir más lejos, que probablemente ha vivido Morena en los círculos universitarios. Como movimiento político de oposición despertaba no sólo curiosidades, sino entusiasmos; en cambio, a confesión de buen número de universitarios. su conversión a partido político y su función en tal terreno habría originado desaliento y desapego.

Con una nota característica que debe mencionarse: el hecho de una dirección enormemente individualizada, a la que algunos llegan a calificar de liderazgo caudillista; tal sería uno de los motivos principales de desconfianza hacia el nuevo partido político.

De todos modos, reconociendo que su juicio, más abstracto que práctico, la raflexión podía conducirlos a la hora de la verdad a votar por Morena, siendo mucho mayor la desconfianza que han desarrollado hacia otros partidos. Sobre todo respecto al PRI, al que consideran el origen o matriz de todas las distorsiones que ha sufrido en México la vida de los partidos políticos. En su origen ahí se concentrarían corrupción, violación impune al derecho, negación de la democracia en mil y un aspectos, origen en México de los gobiernos caudillistas. Por supuesto, las izquierdas serían las reales antípodas y contrarias por definición de los gobiernos priístas.

La pregunta que indudablemente surge de esta situación es: ¿qué hacer?, en la cual, entre muchas otras, se encuentra dividida y fragmentada la izquierda mexicana. La situación resulta extraordinariamente grave porque hemos vivido demasiados años, ya durante décadas, en un ambiente en que los partidos políticos no parecen ofrecer ningún futuro promisorio ni parece haber un movimiento social de tal magnitud que englobe a la gran mayoría de la sociedad civil.

De todos modos, resulta innegable que hoy existe una conciencia mucho más amplia que la de hace algunos años, en el sentido de que las cosas deben cambiar de raíz en México, sin que necesariamente exista un plan elaborado acerca de qué y cómo llevarlo a cabo. Una vez más parecería que en México los acontecimientos se desarrollarán conforme a las circunstancias y no necesariamente de acuerdo con un plan elaborado de antemano. Tal cosa no significa, seguramente, que distintos grupos no estén pensando ya en las rutas de acción, aun cuando no necesariamente las acciones se van a ajustar puntualmente a esas elaboraciones previas.

Evidentemente, sin que esto signifique que los grupos o vanguardias dedicados a las reflexiones anteriores no cumplan puntualmente con sus metas programadas o propuestas.

Pero el hecho indudable es que la sociedad civil en su conjunto se encuentra, en tanto lucidez,y voluntad, muy arriba y lejos de las acciones gubernamentales, cuyas reformas estructurales se encuentran muy alejadas del sentir social, por lo cual se confirma una vez más que la sociedad está muy por arriba y lejana de sus gobernantes.