Maíz: nuestro alimento sagrado

México no se explica sin el maíz: 70% de los productores nacionales están dedicados a su siembra; es el alimento básico que proporciona el 55% de las calorías diarias y 22% de la proteína que ingieren los mexicanos. El maíz es el centro de la milpa, su asociación virtuosa con la calabaza, frijol, jitomate, quelites crean un balance ecológico en el que se complementan mutuamente, combaten plagas y ofrecen una dieta balanceada para los campesinos. Este sistema es la base de la comida mexicana de fama mundial.
La importancia del maíz no sólo es nacional, es el cereal que mayor superficie sembrada ocupa en el mundo; es el segundo producto, después del petróleo, del que más subproductos se obtienen; se usa para producir agrocombustibles y hasta para fabricar medicinas; por sus características botánicas es el más estudiado para realizar modificaciones genéticas.
En octubre pasado, Calderón entregó esta herencia de todos los mexicanos a la transnacional Monsanto, al autorizarle la siembra de maíz transgénico en nuestro país.

Contaminación privatizadora

El maíz transgénico ha sido modificado en laboratorios para insertarle la información genética de otros organismos como bacterias o virus para resista plagas y herbicidas que fabrican las mismas empresas.
Esta tecnología agrícola es propiedad de Monsanto, Dupont y Syngenta, que legalmente pueden patentar incluso seres vivos como propiedad privada. De esa manera buscan apropiarse de las semillas, el insumo más importante de la agricultura y de nuestro grano sagrado, el maíz.

A la fecha no se ha comprobado que los maíces transgénicos sean seguros para comer o para el ambiente. Numerosos científicos, campesinos y ambientalistas han documentado los enormes riesgos que tiene esta tecnología. Uno de los más graves es su capacidad de contaminar y trasladar su modificación genética, a través del polen, a todos los maíces con los que tenga contacto. La contaminación de nuestros maíces con semillas transgénicas propiedad de Monsanto y de unas cuantas compañías, abre la posibilidad legal en México de que le cobren a los campesinos que resulten contaminados. Eso significaría privatizar el maíz por la vía de la contaminación.

Patrimonio de la humanidad

Si el maíz se contamina con transgénicos y se comprueban daños por su uso, podría perderse su vocación alimenticia, irremediablemente.

Es la amenaza que se avecina por la irresponsable decisión del gobierno de aprobar la siembra “experimental” de maíz transgénico en Tamaulipas, Sonora, Chihuahua y Sinaloa, el principal productor de maíz de México.

Las acciones del gobierno ponen en riesgo a productores y consumidores. En lugar de proteger a los ciudadanos y al país como centro de origen y diversidad del grano más importante para la alimentación en el mundo, le abren la puerta a Monsanto para adueñarse de nuestro patrimonio.

Ante esta infamia, las organizaciones de la Campaña Sin maíz no hay País llamamos a los mexicanos, del campo y la ciudad, a formar una red amplia que nos permita cuidar al maíz, que es cuidarnos a nosotros mismos. Es urgente proteger al maíz: en el campo preservar la pureza y diversidad de las semillas; y en la ciudad evitar la compra y consumo de alimentos elaborados con transgénicos.

En el maíz y la agricultura campesina está la solución a los desafíos de nuevas enfermedades, plagas y el cambio climático.

Convocamos a todos a participar en la Cruzada de información y acción a favor del maíz que iniciaremos en 2010 para difundir esta amenaza y defendamos al maíz como patrimonio de la humanidad.

Apúntate a la Campaña:
www.sinmaiznohaypais.org