Brasil, juventud vista como enemiga del Estado

OLYMPUS DIGITAL CAMERAMarcela Belchior/Adital

Investigación muestra que 42,4 mil personas murieron solamente en 2012 víctimas de armas de fuego en Brasil, lo que equivale a 116 muertos por día o casi cinco por hora. De este total, el 94,5% fueron muertes por homicidio y afectan principalmente a la juventud. Los datos son parte del estudio “Mapa de la violencia 2015 – Muertes producidas por armas de fuego”, divulgado el último 13 de mayo por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

En entrevista con Adital, Edoarda S. Scherer, facilitadora nacional de la Red Ecuménica de la Juventud (Reju), evalúa que la postura del Estado en el diálogo con la juventud brasilera aún es ambigua. Según ella, si por un lado los jóvenes consiguen canalizar sus cuestiones y demandas de manera representativa a través los consejos populares; por el otro, localmente, la relación entre las instituciones públicas y la población joven es de enfrentamiento.

“En ese ámbito, el joven es visto como enemigo, como potencial problema, que debe ser reprendido. El Estado se presenta, entonces, como poder de policía, reprendiendo y cohibiendo”, señala Edoarda. “Vemos esto desde 2013, con las grandes manifestaciones de calle, pero también en la cotidianeidad. Y esto se agrava en la periferia”, agrega.

La integrante de la Reju destaca que el país vive un período de democracia reciente, con momentos de tensión significativos. Pero señala que el Estado siempre segmentó a la juventud. “El joven no es considerado relevante socialmente. Aunque esto haya terminado, con la Constitución de 1988, la lógica todavía es ésa”, señala Edoarda. Para ella, incluso después de 25 años de vigencia del Estatuto del Niño y del Adolescente (ECA), por ejemplo, la lógica de la antigua ley, el Código de Menores, continúa siendo reproducida, no sólo por el Estado, sino por la sociedad. “Pensar niños y adolescentes no como protagonistas, sino como algo que puede ser manipulado y moldeado”, explica.

“Nuestra pregunta es: ¿a quién le interesa empoderar a los sujetos? Hoy, o se mata o se detiene, sin ningún proceso legal. Y todo eso es legitimado por la sociedad, con el discurso de los grandes medios de comunicación, que oculta otros discursos y formas de movilización”, analiza.

Crecimiento asustador de las muertes violentas

El estudio fue elaborado desde 1998 por el investigador Julio Jacobo Waleselfisz, que en 2013 recibió el Premio de Derechos Humanos de la Secretaría General de la Presidencia de la República. La investigación es una publicación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), con apoyo del Centro Brasilero de Estudios Latinoamericanos (Cebela) en cooperación con la Secretaría Nacional de la Juventud y con la Secretaría de Políticas de Promoción de la Igualdad Racial, que coordinan el Plan Juventud Viva.

En el informe se llama la atención sobre datos del Subsistema de Información sobre Mortalidad (SIM) del Ministerio de Salud: entre 1980, cuando los registros pasaron a ser sistematizados, y 2012, murieron más de 880 mil personas víctimas de disparos de algún tipo de arma de fuego. En ese período, las víctimas pasaron de 8.710, el año 1980, a 42.416, en 2012, un crecimiento del 387%. Paradójicamente, en ese intervalo de tiempo, la población del país creció en torno del 61%.

Entre los jóvenes de 15 a 29 años de edad, el crecimiento fue todavía mayor: pasó de 4.415 víctimas, en 1980, a 24.882, en 2012, o sea el 463,6% de aumento en los 33 años transcurridos entre esas fechas. Este enorme crecimiento de las muertes por armas de fuego en la población total fue impulsado, en forma casi exclusiva, por los homicidios, que crecieron un 556,6%, mientras que los suicidios con armas de fuego aumentaron el 49,8% y las muertes accidentales cayeron el 26,4%.

Las muertes por armas de fuego de causalidad indeterminada, es decir, sin especificación (suicidio, homicidio o accidente) tuvieron una significativa caída en un 31,7%, evidenciando la mejora en los mecanismos de registro de las informaciones. Entre los jóvenes, el panorama fue más drástico aún: el crecimiento del 463,6% en el número de víctimas por armas de fuego se explica, en forma exclusiva, por el aumento del 655,5% de los jóvenes asesinados, mientras que los accidentes, suicidios e indeterminados caen a lo largo del período.

Puede ser vista la enorme concentración de mortalidad en las edades jóvenes, con un pico en los 19 años de edad, cuando los óbitos por armas de fuego alcanzan la impresionante marca de 62,9 muertes por cada 100 mil jóvenes. La proporción de víctimas del sexo masculino es extremadamente elevada: el 94% para la población total y el 95% para la joven.

Solamente en el año 2012, las armas de fuego victimaron a 10.632 blancos y a 28.946 negros, lo que representa 11,8 óbitos por cada 100 mil blancos y 28,5 por cada 100 mil negros. De esta forma, la victimización negra fue del 142%, ese año; murieron proporcionalmente y por armas de fuego 142% más negros que blancos: dos veces y media más.

En relación con los niveles de victimización por armas de fuego de negros, existen estados, como Alagoas y Paraíba, donde esa selectividad racial en los homicidios por armas de fuego supera la tasa de 1.000%. En otras palabras, por cada blanco víctima por arma de fuego en esos estados, mueren proporcionalmente más de 10 negros, víctimas de homicidio intencional.

El Estado de Paraná constituye la única excepción nacional a esa que parece ser una regla casi universal en el país: la tasa de óbitos de negros es menor que la de blancos. Es decir, mueren proporcionalmente 36,7% más blancos que negros. “No preocupa sólo la trágica selectividad de negros y de jóvenes en esos homicidios, incomoda mucho más verificar la tendencia creciente de esa selectividad a lo largo de los últimos años”, comenta el investigador Julio Jacobo Waleselfisz.

Violencia se asocia a racismo e impunidad

“En otras palabras, más jóvenes mueren por armas de fuego, a pesar de la reducción inicial provocada por la aprobación del Estatuto del Desarme. Y la gravedad se vuelve aún mayor cuando se sabe que, en su mayoría, son los jóvenes negros las víctimas de esa escalada. Racismo, violencia e impunidad se asocian en la degradación del ambiente social brasilero”, afirma Salete Valesan, directora de la Flacso – Brasil.

Según la investigación, la tradición de la impunidad, la lentitud de los procesos judiciales y la falta de preparación del aparato de investigación policial son factores que se suman para indicar a la sociedad que la violencia es “tolerable en determinadas condiciones”, de acuerdo con quién la practica, contra quién, de qué forma y en qué lugar. “En ese ambiente cultural que valida prácticas violentas, el inmenso arsenal de armas de fuego existente en el país hace que Brasil tenga indicadores de muertes equivalentes o superiores a los de países que viven en situación de guerra o conflicto civil armado”, destaca Salete Valesan.

Regeneración, 20 de mayo del 20015. Fuente Adital. Lea el documento completo aquí.