Comunalidad, una práctica antigua que constituye el futuro

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“Somos la tierra, somos el aire, somos el agua, somos el oxígeno, pero conceptos como ‘libertad’, ‘democracia’, ‘justicia’, nos hacen abanderar causas que ni siquiera sabemos que son inexistentes. Nadie es libre, todos respiramos, por lo tanto todos dependemos del mundo”. “El respeto, el trabajo y la reciprocidad son lo que expresa al ser comunal”. “La comunalidad baña y graba nuestra vivencia, incluso por encima del lenguaje; negarla es negar la neblina de nuestras montañas”: Jaime Martínez Luna, intelectual zapoteco de la Sierra Juárez de Oaxaca

Isadora Bonilla

Regeneración, 5 de noviembre de 2015. Centro de la ciudad de Puebla, son las diez y media de la mañana del miércoles 28 de octubre. Me dispongo a salir al jardín central de la aduana vieja de la BUAP, a cazar alguna personalidad académica para entrevistarle. El objetivo era conseguir que indígenas, escritores, historiadores, sociólogos, antropólogos, compartieran sus ideas sobre la comunalidad, (término acuñado en Oaxaca por Floriberto Díaz Gómez, maestro mixe y Jaime Martínez Luna, autor del libro Eso que llaman comunalidad).

El nombre del congreso dice mucho y muy poco a la vez: “Luchas y estrategias comunitarias, horizontes más allá del capital”. No obstante, quienes hemos venido llegamos a un consenso básico: vivimos una crisis sistémica y las prácticas y filosofías que reivindican lo comunitario, el trabajo, el bienestar colectivo, parecen ser una respuesta al problema.

Es un congreso enorme, con tantas mesas y ponencias ocurriendo simultáneamente que una se agobia y se frustra por no poder estar en todas. Pero, ¿por qué tanto movimiento para hablar de una palabra, de un concepto acuñado por pensadores indígenas, pero arraigado como prácticas por los pueblos originarios que han resistido a más de 500 años de colonialismo? ¿por qué este tema reúne a más de 500 personas de diferentes países? Y ¿por qué Regeneración ha venido a reportar al respecto?

Para explicarnos por qué, decidimos entrevistar a Jaime Martínez Luna. Así que ahí estamos, la mañana del miércoles, con cámara y micrófonos listos para atrapar a nuestras víctimas. Queremos entender de dónde viene esta visión y sobre todo hacia dónde va.

En este escenario no faltaban los grupies de la lucha social, que atosigaban a la mayoría de los ponentes, insistentes con sus cámaras y grabadoras. En medio de la escena, apareció Jaime, a quien interceptamos ágilmente antes de entrar al jardín. Se veía algo desconcertado porque según me contó, la noche anterior había dejado su chamarra en un salón y tenía que ir a buscarla. Una vez encontrada, nos concedió un breve diálogo en el que nos respondió dos preguntas que nos hacíamos. Bueno, tres.

“Una resultante de la vida misma”

“Soy Jaime Martínez, los amigos me conocen como Jaime Luna, vengo de Guelatao de la Sierra Juárez de Oaxaca, la sierra norte. Soy zapoteco, me he dedicado más a la canción que a la academia. Aunque me formé antropólogo, mi vida no ha sido analizar, sino más bien ha sido una resultante de la vida misma, eso soy.”

IB: ¿Qué es para ti comunalidad? ¿Por qué reunirse un congreso en torno a esta palabra?

JML: Mira, creo que es necesario que después de siglos de vivir una ficción impuesta, y digo una ficción porque nos han querido educar de una manera alejada de la vida misma. No entiendo por qué principios como el poder, la propiedad, el mercado, se han venido convirtiendo en nuestro modelo de razonamiento. Es un razonamiento que me parece absurdo en la medida en que nuestra relación con el mundo es tan natural y obedece a unos principios totalmente distintos. Este continente vive una esquizofrenia cultural mental, porque una cosa es lo que vive y otra cosa es lo que le dicen que debe pensar. Le dan lentes para interpretar la realidad. Cuando la realidad la hacemos, la vivimos, la compartimos y llega el grado en que no nos damos cuenta lo que vivimos. Creemos que vivir es el pensar de lo que nos dicen que debemos pensar. El Dios, el presidente, el poder, el mercado, el gusto, la felicidad, el progreso, son palabrejas que se van metiendo en nuestro razonar y en el vivir que ni siquiera nos damos cuenta.

Cada vez que se presenta la necesidad de definir comunalidad, Jaime utiliza distintas imágenes para describirle. Es aquello que construyen las comunidades, cada una a su manera. Se trata de un concepto móvil, dúctil, nacido del diálogo ilustrado de la academia (Jaime Martínez y Floriberto Díaz, ambos antropólogos indígenas) con las experiencias y vivencias concretas de diversos pueblos indígenas.

Carece de una sola definición. Se afirma como aquello que escapa al lenguaje, sin embargo reconoce la urgencia de “construir herramientas de análisis que provengan de protagonistas de procesos sociales, comunales, concretos”. En este ámbito, el del cambio social que se presiente urgente, se necesita cuestionar las fuentes de conocimiento convencionales, como mencionó Jaime al inicio del congreso: “Una interpretación fuera de un proceso real, no deja de ser una investigación fincada desde la comodidad del poder, además de positivista, cosificadora de procesos, fortalece lo que dice erradicar.” Se trata de una cuestión contradictoria, de una voz que cuestiona el espacio mismo del congreso: la academia.

Y sobre el congreso y esta aparente dicotomía entre los términos que no nos alcanzan para atrapar la realidad y las soluciones que necesitamos construir Jaime nos dice:

“A todo mundo le decimos adiós, adiós, y no nos damos cuenta qué significa a-dios. Tenemos tan metido un lenguaje ajeno que no podemos explicar la relación natural que tenemos con lo que nos rodea. En este sentido este congreso que responde a una propuesta, a una preocupación de muchos sectores de la sociedad, permite realmente re-descubrirnos, reconocernos; reconocer el mundo real que siembra en nosotros estas inquietudes”.

Para quienes hemos estado involucrados en algún proceso de construcción o participación en comunidades, el término comunalidad suena a promesa, pero también es complejo lo que nos ha venido dejando, al menos a los jóvenes, cuando las cosas en comunidad no siempre salen como esperamos. Lo común se nos quiebra en las manos continuamente. Cuando se trabaja en la construcción de comunidades, muchos intentos se disuelven a cada rato en medio de circunstancias naturales, conflictos personales, disoluciones de coyunturas. Parece que a cada intento le sigue una confirmación de que el sistema económico que tanto identificamos como la fuente de muchas opresiones no tiene remedio. Pero aun así, a pesar de los intentos que se van quedando en el camino muchas iniciativas, persisten y vuelven las voces que construyen estas nuevas narrativas, que nace de la urgencia de hacernos de nuevas palabras, de nuevos símbolos.

Común, comunitario; comuna, comunalidad

JML: A la realidad le llamamos de varias formas: común, comunitario, comuna, comunalidad, pero todo responde a un proceso. No es importante la palabra, lo importante es el hecho de concebir que tú no eres un individuo, como nos han querido hacer, construir, separarnos del mundo. Esto obedece obviamente a una forma de pensar que hemos llamado occidental, porque viene de Europa. se consolida a lo largo de los siglos pensar que la civilización hace a la gente resistirse a la base de su relación natural con el mundo. Algunos la van etiquetando de una u otra manera, en diversas capas históricas, pero a fin de cuentas son principios que se nos imponen de fuera desde el lenguaje hasta el razonamiento que está inscrito o que responde a ese lenguaje. Yo creo que comunalidad y por lo tanto este congreso puede convertirse en una sombrilla de reflexión donde las palabras van a pasar a segundo término. No inmediatamente, porque tenemos el problema de esa esquizofrenia dentro, a los académicos les preocupa el lenguaje porque el lenguaje responde al pensamiento y el pensamiento ha sido el único central espitemológico, como le dicen, yo le llamo simplemente fuente de conocimiento que hace ver que es más importante pensar que hacer, que vivir. Alguien le decía por ahí, “Pienso, luego existo”. Es decir si tu no piensas no existes por lo tanto es un axioma occidental que nos aleja de la existencia real, de la construcción de la vida real y esta enfermedad ¿quien la padece con mayor elegancia con mayor color? pues la academia, y de esta manera la academia se convierte en un instrumento del poder. Porque es quien elabora los conceptos que después reproducimos nosotros pensando que ese razonamiento es el definitivo. No damos cuenta de la naturaleza, no damos cuenta del suelo que pisamos, no damos cuenta que vivimos un mundo infinito que se explica precisamente con nuestra existencia finita, porque ¿morimos para qué? para que el mundo exista.

IB: Cuando hablamos de construir alternativas al capitalismo llegamos a ciertos puntos constantemente, el cuestionamiento al individualismo es uno de ellos, ¿por qué?

JML: Somos la tierra, somos el aire, somos el agua, somos el oxígeno, sin embargo conceptos como “libertad”, “democracia”, “justicia” nos hacen abanderar causas que ni siquiera sabemos que son inexistentes. Nadie es libre, todos respiramos, por lo tanto todos dependemos del mundo. Todos necesitamos agua por lo tanto dependemos del mundo, entonces conceptos libertarios son obsoletos. “Democracia”, son palabras que no dicen nada, acepciones que nos conducen a las mismas injusticias: bajo esta designación pensamos que México, Bolivia, Ecuador son regiones específicas, ¡falso! El mundo es uno. La diversidad nos caracteriza porque somos un mundo integrado de vivencias, expresiones de vida. En la que los humanos somos una pequeña partecita como nosotros vemos a la hormiguita, a la cucaracha. Eso somos en el mundo, pero somos el mundo. Por lo tanto reconocernos implica elaborar una vida autónoma en cada rincón del planeta donde todos decidan y acuerden las maneras más adecuadas para sacar y hacer la vida. Yo creo que en ese sentido se deben cuestionar cantidad de conceptos, todo mundo dice que debe haber “un estado de derecho”, sí, pero nadie dice que tenemos la obligación de, para, conseguir no un derecho, el respeto, de los demás hacia uno.

En fin, nos han querido inventar que somos individuos, cuando somos seres comunales, somos seres planetarios, somos un mundo integrado de muchos mundos.

IB: ¿A qué huele? ¿A qué sabe, cómo se siente la comunalidad?

JML: Reconocer la realidad que nos envuelve me ha llevado a mí en mi caso particular a etiquetar o membretar las fuentes o los principios que mueven a la sociedad y al razonamiento que se nos ha impuesto, que son tres: el poder, la propiedad y el mercado. Son valores que no existían y que los historiadores me lo demuestren si estoy equivocado, antes de la llegada de occidente a este continente.

Pero sobre lo nuestro, nuestra vivencia real en este continente afloran en cambio tres elementos que me permiten a mí explicar qué es comunalidad, cómo huele, cómo se siente, cómo se construye.

Primero, el respeto, el respeto es la bella demostración de que el individuo no existe ¿por qué? Porque el respeto es saber que tú eres el otro, lo otro, es decir que tú no eres individuo, que tú eres una madeja de relaciones, que tú eres tu relación con el mundo, con los otros, ¿qué te define a ti? Tu hacer, tu quehacer de todos los días, lo demás, lo otro: te peinas, te vistes, hablas, bailas, trabajas, todo, con y por los demás y de los demás. Entonces el ser humano por llamarlo de alguna manera es la síntesis de un todo. Eso para mí es el respeto: el primer elemento que nos permite oler la comunalidad, que no eres tú solamente: eres los otros.

Segundo: el trabajo, la vida es movimiento y el trabajo es la actitud, de vivencia, de creación, de protección, de integración, es decir, movimiento que vive: las plantas, los árboles, los animales, los otros, el clima, el planeta todo junto definen su existencia con base en el movimiento, todo se mueve. Tenemos que recuperar con urgencia la palabra trabajo porque el modelo del poder la propiedad y el mercado ha considerado el trabajo simplemente como instrumento para obtener el poder, apropiarse de todo y mercadear todo. Entonces el trabajo es una categoría que tenemos que explicar en términos de movimiento, de esa manera al moverte estás viviendo, pero si te sientes un ser comunal: eres comunalidad, construyes comunalidad con el otro, reconociendo al otro, reconociendo nuestra realidad.

Tercero: la reciprocidad: el poder, la propiedad y el mercado nos han enseñado que todo viene de arriba abajo, es decir, una vida definida verticalmente en la que nosotros los seres simplemente delegamos el poder al Dios, al poder, al presidente, a todo en general, a sea quien sea. Esta vida pareciera estar ceñida a una línea vertical, la idea de desarrollo está así, sujeta a esos elementos ajenos, sin embargo reciprocidad no es eso, reciprocidad es yo te doy: tú me das. El árbol me da, yo le doy; es decir, todos en el planeta, jugamos el mismo nivel de integración unos más fuertes, más flacos, unos más negros, vivimos la reciprocidad. No hay un dios que nos de la vida, la hacemos, en este planeta, si somos el planeta, construimos la vida nosotros, y eso se ve. El respeto, el trabajo y la reciprocidad son lo que expresa al ser comunal.

Pedimos a Jaime que hiciera unas fotos que expresaran qué es para él comunalidad, y este es el resultado: El suelo que pisas, qué haces, la gente con quien trabajas y compartes, y la fiesta: lo que se consigue después del trabajo. Esto es comunalidad.

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Las sonrisas de las personas que conocimos, la compartencia del trabajo en el reportaje, la certeza de que la labor que se requiere ante la debacle social y ambiental no está en los libros o en un largo tratado académico. Está en los otros, y en las cosas que hacemos juntos. En el ir-hacia, lo que devenimos en conjunto. Hacer en común, con nuevas palabras, para hacer otro mundo, pero libres también de perdernos en ellas solamente.

Preguntas y reflexiones formuladas en conjunción con Luna Yedra, a partir de la guía e influencia de Irene Sanchis y Silvia Citro.