México a los cascos azules: nueva ocurrencia de EPN

Por Víctor Flores Oléa | La Jornada 

Llamó poderosamente la atención que Enrique Peña Nieto, en su intervención ante la Asamblea General de Naciones Unidas de este año, anunciara sin consulta alguna al Congreso de la Unión ni al menos a la Cámara de Senadores, que “fuerzas (entiéndase militares) y civiles mexicanos ‘volverán’ a participar en operaciones para el mantenimiento de la paz de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)”.

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Como complemento del anuncio, manejado secretamente por Los Pinos y por la Secretaría de Relaciones Exteriores, el Presidente sugirió “que con esta decisión busca demostrar el ‘compromiso’ de México con la resolución de conflictos internacionales”, dando a entender que la política exterior mexicana del pasado ha sido “omisa” y en buena medida “paralítica’, y que decisiones como esta que ahora toma la instancia presidencial “renuevan”, “actualizan” y “dinamizan” esa política exterior, inscribiéndose claramente bajo el rubro asumido por el actual presidente de “mover a México”, aunque no se sabe bien hacia que qué rumbos, nuevos problemas o conflictos llevan ese “movimiento”, como el de la “privatización” del petróleo o este de la “participación” mexicana en las “fuerzas de paz” de la ONU.

A pesar de los ditirambos, es más que probable que otra vez el Presidente esté equivocado ya que los internacionalistas más reconocidos del país, fundadores y continuadores de la “política” exterior mexicana, establecieron como criterio que fue asumido durante varias décadas la no conveniencia y el carácter más que negativo potencialmente la participación de México en las operaciones “para el mantenimiento de la paz” de la ONU, precisamente porque las decisiones de esa presencia de los Cascos Azules de la ONU en distintos momentos y lugares ha sido prácticamente decidida unilateralmente por Estados Unidos, y ha tenido con mucha frecuencia un carácter “intervencionista” que nuestra política exterior quiso evitar sistemáticamente, ya que nos llevaba casi fatalmente a enfrentarnos a países con los que México no ha tenido problema alguno o a tener problemas no buscados con Estados Unidos, en caso de una negativa de México a participar en el caso de un cuasi-mandato estadounidense.

No, Señor Presidente, los Padilla Nervo, los Manuel Tello y sus herederos, los Alfonso García Robles, los Jorge Castañeda (padre), los Alfonso Rosensweig, los Bernardo Sepúlveda, no se echaban “una siesta” ni se habían retrasado mentalmente mientras perdían oportunidades para México de intervenir gloriosamente en “operaciones para el mantenimiento de la paz”, sino que más bien evitaron en multitud de ocasiones conflictos o enfrentamientos internacionales que no hubieran tenido razón de ser, salvo la voluntad intervencionista de Estados Unidos que en ese caso no hubiéramos podido evitar.

Tal ha sido el cuidado con que se manejó la política exterior mexicana durante décadas, y de ahí su relieve y reconocimiento mundial, pero ahora usted, en su afán de  “mover a México” con prisa  e incluso a “empellones”, atropella una tradición internacional finamente construida y preservada, y nuevamente opaca una esfera política que ha sido motivo de reconocimiento mundial. Pensando además equivocadamente que así quedará bien con la historia.

Lo que también pensó seguramente cuando ordenó que se encontraran antecedentes de la participación de México en pasadas “operaciones de paz”, para “cubrir” el expediente, y cuando sus amanuenses seguramente se precipitaron a su voz y a la del Secretario de Relaciones Exteriores para rescatar algunos expedientes esos sí que deben estar muy maltratados por el paso del tiempo y que “muestran”, diría de manera grotesca, los “muy importantes” precedentes de México en ese campo, incluido el de los 120 policías que en 1992 se enviaron a El Salvador para adiestrar a sus policías. Exhibir estos antecedentes, ¡para que se le caiga la cara de vergüenza al más pintado!

Porque no crea usted que la situación ha cambiado mucho, antes más bien probablemente se ha agravado y ofrece peligros como pocas veces para la “participación” de México en estas “operaciones para el mantenimiento de la paz”.

Por ejemplo, en 1994 los Cascos Azules fueron objeto de críticas muy severas  por sus actuaciones contrarias a los derechos humanos, por ejemplo en Ruanda, cuando fueron acusados de abandonar a la población tutsi para su exterminio en manos de los hutu, o en 2007 en Haití. cuando un centenar de los integrantes de las tropas fueron acusados de abuso y explotación sexual contra la población. Estas últimas tropas fueron sustituidas por Cascos Azules formados exclusivamente por mujeres, 600 en total.

El comportamiento internacional de EEUU oscila entre la búsqueda de apoyos de otros estados para “cubrirse” políticamente o cuando los gastos son muy elevados (Guerra del Golfo por ejemplo), y las actuaciones exclusivas e ese país. Como la negativa estadounidense a firmar acuerdos como el de Prohibición de Armas Nucleares, el de prohibición de fabricación de minas antipersonal, el de prohibición de reclutamiento de menores de edad para las fuerzas armadas o la competencia del Tribunal Internacional de La Haya cuando le interesa.

Habría que precisar que, cuando se habla de hegemonía, la referencia principal tal vez se oriente principalmente a lo militar pero sin duda también a lo económico, que implica la búsqueda de controles para la explotación de determinadas zonas, hasta su agotamiento. En todo caso, la decisión última corresponde a Estados Unidos y a sus intereses, y de ninguna manera a la “búsqueda de la paz” en un sentido abstracto o general. Si no fuera así, probablemente ahora tendríamos tropas de la OTAN o Cascos Azules en Turquía para defender a los kurdos, o en Marruecos para defender a los saharauis. Se ha repetido ya: en Kosovo no se trataba de salvar a los albanokosovares sino de legitimar a la OTAN, estabilizar a los Balcanes justificando la presencia de EEUU en Europa y responder a intereses económicos y geoestratégicos de las potencias europeas; así como disminuir el área de influencia rusa corriéndola más hacia el Este.

¿Se trata entonces de un avance de nuestra política exterior? La respuesta es que se trata más bien de una lamentable regresión, que se lleva acabo como un paso más de nuestra integración de facto a Estados Unidos, que se ha propuesto el actual gobierno.