“Pasamos de la dictadura perfecta a la caricatura perfecta”: Juan Villoro

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Por Héctor González

Regeneración 05 de enero del 2016.- “La política mexicana es un teatro de las apariencias”, comenta Juan Villoro. El narrador y periodista publica Funerales preventivos (Almadía), un volumen que reúne cartones políticos de Rogelio Naranjo y fábulas políticas del escritor. Crítico, Villoro hace un balance del momento que atraviesa el país y de las contradicciones de nuestra democracia. “No es que sea un camino fallido, es que está equivocada”, concluye.

Lo primero que escribe en su libro es que pasamos de la dictadura perfecta a la caricatura perfecta, ¿cómo está eso?

Después de la frase de Vargas Llosa, dicha en 1990, tuvimos la alternancia democrática con el PAN. Al no cambiar nada con Vicente Fox nos convertimos en un país más ridículo todavía. Por eso digo que de la dictadura perfecta nos convertimos en la caricatura perfecta. Los políticos mexicanos han sido los grandes patrocinadores de Rogelio Naranjo -retratista estupendo no solamente de la fisionomía de los gobernantes, sino de sus intenciones ocultas y su personalidad-. Sus caricaturas derivan de noticias muy concretas: tienen fechas, personajes con nombres propios. Yo planteé la posibilidad fábulas con un contenido más simbólico.

En si mismo el libro plantea que se ríe para no llorar.

Kafka decía que escribía para hacer reír a sus amigos, aun cuando sus relatos son amargos y exploran la condición humana, su manejo del absurdo nos lleva a la risa, que funciona como una compensación ante un mundo mal hecho. Las imperfecciones de la vida de pronto desatan una respuesta ingeniosa que permite burlarte de la realidad y cobrar venganza. Es muy difícil que la risa no tenga un componente moral, dentro del sentido del humor siempre hay una voluntad crítica y de corregir un mundo imperfecto.

¿Por eso continuamente usa el sentido del humor en su literatura?

Sí, continuamente trato de incluir el sentido del humor en lo que escribo. En el caso de éstas fábulas me concentré en algunas costumbres típicas de nuestros políticos: prometen todo, inauguran la modernidad y descubren que es mejor declarar que gobernar.

¿Hay un estilo de política mexicana?

Desde luego. La política mexicana es un teatro de las apariencias. Aquí la representación de la realidad ha sido más importante que la realidad misma. El precio de no haber tenido una dictadura real fue no haber tenido una democracia auténtica. Este teatro dio lugar a una mascarada donde es posible que in partido se defina como revolucionario institucional, aquí tenemos una contradicción absoluta porque convierte la revolución en un trámite burocrático, eso ya es una caricatura. En su último informe de gobierno, el presidente Peña Nieto dijo: ‘aquellos que se oponen a las instituciones, desestabilizan el poder, lo destruyen a través de la anarquía’. Esto lo dice un presidente que comenzó en un partido que en su origen defendió la revolución mexicana, un movimiento que surgió precisamente para cambiar las instituciones. Si eso no es una caricatura, yo me pregunto ¿qué sí lo es?

¿A tres años de haber iniciado su gobierno como calificar la gestión de Enrique Peña Nieto?

Desgraciadamente está moviendo a México, pero hacia atrás. La mayoría de las reformas fueron interesantes, porque después de 12 años de inactividad política, con un presidente zombie y otro que gobernó en clave militar con la llamada guerra contra el narcotráfico, Peña Nieto renovó el escenario, el problema es que muchas de estas reformas quedaron en promesas incumplidas, insuficientes, mal enfocadas y modificadas para gusto de cliente. Tenemos un telepresidente aislado de la realidad que prefiere gobernar alejado de la gente y que se siente vulnerable si respira el viento del mundo real; parece estar encapsulado en un estudio de televisión. Es asombroso que después de lo sucedido en Ayotzinapa no fuera de inmediato a Iguala para visitar a los padres de las víctimas. Él cree que se puede gobernar por telepronter, declarando cosas que le preparan sus guionistas. Esto es un caso de disociación con la realidad realmente preocupante.

Al revisar los cartones de Naranjo e incluso sus fábulas, pareciera que los problemas del país siguen siendo los mismos…

Siguen siendo los mismos y durante mucho tiempo tuvimos una confianza desmesurada en la democracia; pensábamos que con la alternancia mejorarían las cosas. Pero no es así, pueden competir todos y ganar el peor. Los partidos políticos han descubierto que la política es la arena de los conflictos y prefieren perpetuarlos los problemas antes que solucionarlos. Los partidos están desvinculados de la realidad y solamente se interesan en sus propios fines.

En un cartón Naranjo escribe: ‘Estamos hasta la madre de la democracia’…

No es que la democracia sea un camino fallido, es que nuestra democracia es equivocada. Necesitamos ciudadanizar la política, tener mayor participación y encontrar formas más directas de hacer política, por ejemplo en México es muy difícil ser un candidato verdaderamente independiente. . El ‘Bronco’ tiene muy poco de independiente, al igual que el alcalde de Morelia. Hay que bajar estos requisitos y tener formas de acceso más directas. Creo en la democracia y en los partidos políticos, pero definitivamente ni en esta democracia ni estos partidos políticos sirven.

¿Pero no existe en desencanto global de la democracia?

Tenemos que cambiar de paradigma y de forma de pensar. A mi padre lo criticaron mucho por ser utopista, decían que su diagnóstico de la realidad era correcto pero imaginaba mundos imposibles. Su experiencia con el zapatismo y otros grupos, lo llevaron a concebir otro tipo de comunidad. Los ‘opinionistas’ de los periódicos que lo cuestionaron no entendieron que la filosofía, desde sus orígenes, se ha dedicado precisamente a imaginar comunidades por venir. Para muchos es ciencia ficción, pero no podemos cambiar la realidad sin imaginarla primero.

Estamos dominados por la tecnología y el mercado, los dos grandes dioses a los que rendimos culto; en nombre de la individualidad nos homologan. No hay nada que más alejado de la individualidad que depender de los precios, el mercado, el consumo, los horarios.

¿Es utopista?

Ser utopista es perder el suelo de la realidad, pero tener una pulsión utópica, te permite cambiar la realidad. Hay que tener una dosis de confianza y esperanza en algo que no existe, para que eso pueda existir. Fourier sería un ejemplo extremo, pero la pulsión para llegar a ese mundo es interesante.

Ante el panorama político de México, ¿es pesimista u optimista?

Ahorita muy pesimista. Una las peores cosas que le pueden pasar a una sociedad es la pérdida de las expectativas y eso ya lo tenemos. No solamente vivimos una situación crítica, tenemos una carencia de expectativas. Debemos empezar a construir opciones ciudadanas que modifiquen el acceso a la política, porque ha habido grupos que han defendido a la esperanza desde el dolor, como el Movimiento por la Paz, o los zapatistas y en general las comunidades indígenas, ecologistas, pequeños empresarios. Si todo esto pudiera entrar en sintonía para crear un frente cívico que cambiara las reglas del juego, podría funcionar.

¿Como sociedad qué nos toca hacer?

Dicen que todo pueblo tiene el gobierno que se merece pero esto no me parece totalmente cierto. En un país tan desigual como México hay una enorme manipulación, yo no puedo culpar a una persona que se está muriendo de hambre de votar por un partido que le regaló una despensa de comida. Esa es la realidad que tenemos. Yo no podría decir que los campesinos de México tienen el gobierno que se merecen, pues no tienen una opción de discutir al respecto de manera inteligente por la falta de educación en el país y eso es contra lo que hay que luchar.

Original de Aristegui Noticias