PRI: Represión y cooptación, por Pedro Miguel

Por Pedro Miguel
 
El viejo estilo de gobierno de los priístas está de vuelta. Dos de sus instrumentos fundamentales y conocidos, la represión y la cooptación, son empleados hoy por el gobierno peñanietista como se hacía hace décadas.
 
En los métodos represivos el PRI de entonces no era muy distinto de las dictaduras militares que proliferaban en América Latina, pero se distinguía porque realizaba regularmente simulacros de elecciones libres –así fuera marcadas por el fraude, como en 1988–, disponía de mecanismos de redistribución de la riqueza y de una política de bienestar y compraba o “persuadía” a personas y organizaciones independientes y las volvía parte del régimen.
 
Fue legendaria la habilidad de Luis Echeverría para acercar a su gobierno a críticos y a luchadores sociales hasta entonces opositores para hacerse de una imagen “de izquierda”, tolerante y abierta. Mientras los progresistas reclutados adornaban las recepciones oficiales, centenares de activistas eran desaparecidos, torturados y asesinados en el marco de la guerra sucia lanzada por el Estado con el propósito de aniquilar a los movimientos guerrilleros urbanos y rurales alzados por entonces en el país, pero también para amedrentar y disuadir a ciudadanos y organizaciones que se mantenían en la oposición desde posturas pacíficas.
 
Otro gran cooptador de opositores fue Salinas, que sigue operando como gran árbitro de la oligarquía. En su gobierno incorporó a su aparato propagandístico a individuos que habían luchado por la democratización de México. Para ello, Salinas no sólo empleó su conocida habilidad de seducción política e ideológica sino que repartió cargos, asesorías y contratos a manos llenas. Eso permitió a intelectuales, dirigentes y militantes mejorar apreciablemente su nivel de vida. El esquema se repitió entonces: centenares de luchadores del recién fundado PRD y de otras organizaciones de izquierda eran asesinados por el salinato, mientras algunos que se describían a sí mismos como progresistas, o incluso como radicales, cobraban en la nómina del usurpador.
 
Si bien Vicente Fox incorporó en su gobierno a personas de izquierda que consideraron llegada una oportunidad para la ansiada democratización nacional, muy pronto se hizo evidente que el panismo en el gobierno carecía de la habilidad del PRI para la cooptación. Se rodeó de ex priístas expertos en prácticas corruptas y en manejos turbios del poder. Tal situación continuó y se acentuó durante el calderonato.
 
Hoy, con el viejo partido tricolor de vuelta en Los Pinos, las prácticas represivas se mantienen y el aparato político de la oligarquía vuelve, como en los viejos tiempos, a reclutar a individuos que presumían de democráticos y progresistas. Los encantos y los dineros del poder tienen mucho atractivo entre quienes carecen de convicciones bien cimentadas. Pero las adhesiones al peñismo de algunos que hasta hace unos meses se ubicaban en las filas de morena y de la izquierda y la resistencia contra la imposición, no deben sorprender y menos desalentar a nadie. Era de esperarse que surjan quienes buscan su propia carrera política o beneficio personal y dejan de buscar un cambio verdadero en el país.
 
Resulta más saludable y esclarecedor que cada quien se ubique, de una vez por todas y con plena claridad, en el sitio que le corresponde.
 
 
 
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