Un saludo a México por Camila Vallejo

Nunca imaginé, después de tantos meses de preparación lo que significaría esta breve visita a las tierras de Zapata y Pancho Villa. Y es que cada palabra de aliento, cada sonrisa entusiasta, cada abrazo fraterno y la amable compañía de los estudiantes mexicanos, me han llenado de júbilo y me han hecho ver la inmensidad de los corazones de hombres y mujeres de esta patria grande que es América Latina.

Desde cada espacio de encuentro en la Universidad y las plazas públicas, surgieron rostros y palabras llenas de brillo y significados, mensajes que nos llevan a reconocernos como iguales, impetuosos y rebeldes ante un mundo que nos llama a cambiarlo de raíz.

Somos estudiantes, somos jóvenes latinoamericanos y nos rencontramos como si hubiésemos compartido la misma cuna, vivido las mismas historias. Y claro, han asomado a nuestros ojos la intolerable desigualdad, la injusticia aplicada en nuestras relaciones humanas desde el poder espurio, el exterminio de nuestras culturas, la violencia aguda y estructural, casi crónica de una sociedad enferma que nos heredaron sin que quisiéramos vivirla.

Tanto ustedes como nosotros hemos presenciado durante mucho tiempo cómo la política anquilosada en intereses corporativos y económicos renunció a los cambios sociales. Una política secuestrada por las directrices del mercado ultraliberal, la corrupción, el egoísmo, manipuladora de complejas herramientas de coerción social y comunicacionales, abandonada de toda ética y veracidad.

Hemos visto cómo formas institucionalizadas de hacer política, se encargan de mantener y defender a toda costa un modelo inhumano y deshumanizante, centrado en el lucro y no en la vida, construido desde el individualismo y la competencia, sin valores y sin un "nosotros", sin el entendimiento colectivo. Un modelo que absorbe, que consume, que nos aplasta imponiéndonos la ignorancia, que nos despoja de nuestros derechos, de nuestra libertad y nuestra dignidad.

Los estudiantes mexicanos y chilenos también hemos visto cómo cada vez que algunos se han levantado a destapar esta cruda realidad, a denunciar a sus responsables, hemos tenido que vivir o presenciar cómo tratan de acallarnos con detenciones arbitrarias, secuestros, asesinatos y torturas.

Nos han obligado a callar el sufrimiento y el dolor de nuestros hermanos y hermanas. Han obligado a muchos jóvenes a educarse en la desmemoria, a olvidar negando el pasado y a identificarnos como entes sin historia, a mirarnos como ajenos y enemigos.

Pero no se han dado cuenta que del dolor y de la desigualdad se abonan el espíritu joven de la lucha por la humanidad, que de la historia inevitablemente florece la dignidad y el coraje de sus hijos que, aunque provenientes de diferentes rincones del mundo, peleamos para que seamos todos reconocidos y tratados como seres humanos.

La conciencia sobre las perversidades del modelo neoliberal, el deterioro de la política "tradicional" y la manipulación de los medios de comunicación, ha irrumpido con fuerza gracias a esta juventud. Pero hoy la tarea es mayor y adquiere un sentido de urgencia, tenemos que pasar del grito a la propuesta y hacer nuestras acciones coherentes con nuestra palabra.

Hoy sólo tenemos el boceto del futuro que queremos construir, nuestro trabajo será trabajarlo día a día, en nuestra diversidad, llevándolo a las escuelas, las plazas, la universidades, las calles, los lugares de trabajo, nutriéndolo con nuestro padres y nuestras madres, con nuestro abuelos, con el pueblo. Impidamos que nos vuelvan a sorprender en el camino triviales diferencias, y pongamos la unidad como principal fortaleza ante un sistema y un régimen injusto que condena a la pobreza a muchos para sustentar el privilegio de unos pocos.

Nuestros pueblos han llorado y siguen llorando sangre, ¿y quién más que ustedes saben cómo se vive día a día aquello? pero de ahí surge la contradicción más hermosa que es la de un pueblo que, aún ensangrentado, prepara la necesaria unidad para el amanecer de una nueva América Latina.

Ustedes han demostrado que cada día son más las manos y las voces, encarguémonos ahora de que cada día sean más las acciones y los pasos dados en el camino hacia la construcción de un futuro emancipador. No dejemos que nuestra lucha pase inadvertida.


Un fuerte abrazo a los jóvenes y al pueblo mexicano.

Camila Vallejo Dowling
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