Por Víctor M. Toledo | La Jornada
Regeneración, 17 de marzo de 2015.-“No se dan cuenta de que no se dan cuenta… de que no se dan cuenta, de que no se dan cuenta, de que no…” Cada día que pasa los que encabezan la élite política y económica que domina en México agregan una nueva cuenta al collar de su inconciencia, una perla más a su esquizofrénica incapacidad para reconocer la realidad. No se dan cuenta de que con sus actos van modelando y haciendo realidad los personajes supuestamente ficticios de la sátira cinematográfica La dictadura perfecta. Ya no se trata de actos calculados de una política opresiva o de gestos autoritarios pero pensados, sino de meras reacciones que nacen de un mundo de seres humanos disminuidos. Ello abre una nueva puerta para explorar otra dimensión de la crisis nacional. No se trata solamente de la corrupción, de la complicidad entre el Estado y el capital, de la ignorancia y el autoritarismo, de la ausencia de cultura política o del eterno desdén mexicano.
Con sus actos descubrimos que estamos en las manos de seres mediocres, soberbios y, casi por lógica elemental, corruptos. Son los enanos del poder. Los mediocres se creen poderosos, imbatibles y perfectos. Cada mañana que se miran al espejo inventan una fantasía en torno a su persona. Acostumbrados hora tras hora a lamer los pies a los de arriba, ahora que están en la cumbre quienes los rodean, todos y todas les rinden una pleitesía que es absoluta y permanente. Se trata de una tradición patológica entre los que hoy detentan el poder. Ello explica por qué el Presidente de México es incapaz de salir de las jaulas de la adulación, sean empresariales, militares, sindicales o partidistas. Esta desconexión con la realidad los lleva finalmente a sobrevalorarse y, en consecuencia, se vuelven incapaces de reconocer la verdadera estatura de los otros. Su complejo de inferioridad oculto tras el poder adquirido los vuelve soberbios, pero también temerosos, timoratos e impotentes, y es lo que tarde o temprano los lleva al fracaso.
Y entonces no se dan cuenta. Sólo a un mediocre se le ocurre enfrentarse y desafiar al papa Francisco, al presidente de Uruguay, que es hoy por hoy el político más respetado del planeta, a los multilaureados cineastas Alfonso Cuarón y Alejandro González Iñárritu, además de encarcelar al doctor Manuel Mireles, el mexicano que más ha arriesgado la vida por sacar al país de su pantano. No se dan cuenta de que su poder, sea político o económico, no mengua las opiniones de quienes son figuras reconocidas en la escala nacional e internacional por su liderazgo moral, su talento artístico, su filosofía y congruencia o su prestigio periodístico. Y tan no se dan cuenta que hoy se han lanzado contra Carmen Aristegui, ícono del periodismo crítico a escala internacional. El nuevo intento burdo y soez por silenciarla obedece a ese patrón. Sólo a unos mediocres como los de MVS (¿Mentiras Visuales para la Sociedad?) se les ocurre correr a una gigante de la comunicación, a quien siguen 4.6 millones en Facebook y 3.52 millones en Twitter. Como sucedió con el Excélsior de Julio Scherer, el equipo de investigación periodística de Carmen Aristegui re-surgirá con más fuerza y libertad (no resulta descabellada la construcción de un medio radiofónico de alcance nacional por Méxicoleaks).
¿Qué les sucede a los mediocres? Sucede que esta casta que domina ya no es autosostenible: es anacrónica, torpe y disfuncional. Su sectarismo los hunde: los mediocres siempre se rodean de mediocres; forman cofradías de cómplices, tribus de corruptos, clubes de imbéciles, sectas que repelen a los inteligentes, a los honestos y a los justos. El país que toleró, resistió y padeció a los mediocres ya no existe. Hoy lo que la mayoría de los mexicanos exige es la modernización de la política, de la sociedad, de las empresas y de las instituciones. Es decir, inteligencia más decencia. Y esto se observa en todos los ámbitos, en todas las dimensiones sociales y en todas las regiones geográficas.
La desesperación de los mediocres del poder proviene de la insurgencia ciudadana que brota en las ciudades, en los medios, en los centros donde se crea el conocimiento, la información, los negocios, los servicios y la cultura. Todo lo cual se suma a los movimientos sociales de resistencia que avanzan en cada estado: Guerrero, Chiapas, Oaxaca, Michoacán, pero también Chihuahua (frente cívico), Sonora (movimiento unificado), Morelos (60 comunidades organizadas) o Puebla (98 comunidades articuladas y frente de resistencia en la capital).
Los mediocres temen un descalabro gigante en lo electoral y una pérdida de control de amplios territorios del país. Los mediocres pronto tendrán que irse. Tienen los días contados.