Por: Vicenç Navarro | Rebelión
El significado de estas cifras va más allá de los números señalados, pues que existan super-ricos quiere decir que hay una enorme concentración de la riqueza, ya que cuando hay super-ricos –la cúspide de la pirámide– quiere decir que hay también ricos y casi ricos. En otras palabras, es un indicador de que aquel país tiene una enorme concentración de la riqueza y, por lo tanto, grandes desigualdades.
El segundo significado de la existencia de super-ricos es que también hay muchos superpobres. En realidad, desigualdad quiere decir, en la mayoría de casos, gran pobreza. En realidad, los primeros –los super-ricos– no se pueden explicar sin los segundos –los superpobres–. Es decir, los primeros gozan de enormes riquezas precisamente porque los no ricos tienen menos riqueza. La riqueza de los primeros ha sido extraída de los segundos. Soy consciente de que esta expresión choca con la sabiduría convencional que asume que la desigualdad es una cosa, y otra lo es la pobreza. La evidencia, sin embargo, de que las dos son dos lados de la misma moneda es clara. Si analizamos, por ejemplo, la distribución de las rentas que existen en un país, podemos ver que estas derivan o bien de la propiedad (es decir, de la riqueza, o sea, de la posesión de recursos que generan renta) o bien del trabajo. Pues bien, la gran división en las sociedades es entre el primer grupo de propietarios y gestores de las mayores cantidades de propiedad, y los que trabajan para poder vivir. Estos últimos son, por cierto, los productores de la riqueza, de cuya distribución depende su grado de concentración. Cuando la renta generada por esta producción va predominantemente a los rentistas del capital, es cuando nos encontramos con el gran número de super-ricos, los cuales han copado esta abundante riqueza debido a que han expropiado la riqueza y la renta derivada del mundo del trabajo. No es por casualidad que aquellos países en los que hay más super-ricos, sean también aquellos en los que hay más pobres y superpobres.
Y lo que ocurre en cada país, ocurre a nivel internacional también. De esta situación se derivan varias observaciones:
1. No hay países pobres. En realidad, algunos de los países llamados pobres tienen una gran cantidad de super-ricos. El argumento de que la riqueza que se acumula en la cúspide filtra hacia todos los otros estamentos de la sociedad no se ajusta a la realidad.
2. La pobreza no se debe a la falta de recursos de un país, sino al control de estos recursos por parte de los super-ricos del país, que siempre están en alianza con los super-ricos de otros países.
3. Es denunciable que en España, donde uno de cada tres niños está en riesgo de pobreza, exista un grado de concentración de la riqueza tan elevado, lo cual se podría resolver fácilmente redistribuyendo los recursos, hoy en propiedad de los super-ricos.
4. Su pobreza está basada en su falta de control de la propiedad de los super-ricos, que estos utilizan para su propio enriquecimiento en lugar de asignarla a mejorar las condiciones de vida de la mayoría de la población.
5. El incremento de las desigualdades se debe principalmente a factores políticos y, muy en especial, al enorme poder que los super-ricos tienen sobre los Estados, que son los que están imponiendo políticas públicas que los favorecen.
6. El enorme desprestigio de la Unión Europea y de los gobiernos de sus países miembros se debe precisamente a este hecho: la enorme influencia de los super-ricos (bien sea de la banca o de la gran patronal) sobre los políticos.
Una última observación. Se me dirá (ya se me ha dicho), que el hecho de que el tercer super-rico del mundo sea español no tiene nada que ver con el elevado porcentaje de pobreza y/o el alto nivel de desempleo. Esta postura ignora que el Estado que facilita que haya super-ricos es el mismo que favorece los salarios bajos, la política fiscal regresiva, el escaso desarrollo del Estado del Bienestar y la limitadísima capacidad redistributiva del Estado. Hay, pues, una relación directa entre los primeros y los segundos, por mucho que este hecho evidente se intente ocultar. Así de claro.