La mirada aguda, mordaz y crítica de Carlos Monsiváis se ha extrañado durante los cinco años que han transcurrido desde que fuera velado en el Museo de la Ciudad de México. Sin embargo, su palabra fue siempre de largo alcance, tanto que es suficiente para analizar la situación actual. No ejercía las artes adivinatorias (o al menos, no nos consta), sino una capacidad de análisis tan grande que parece abarcarlo todo. Incluso el futuro que le sobreviviría.
Alejandro Brito | Suplemento Letra S
Monsiváis no ha muerto, se rumora que anda muy activo tomando notas y apuntes de lo que pasa en el país. Algunos aseguran incluso haberlo visto por varios rumbos de esta y otras ciudades: en arenas de lucha libre, en fiestas de barrio, en antros gay y tíbiris, en salones populares de baile, en conciertos de música grupera y ferias del libro, en albergues para migrantes y hasta en marchas y manifestaciones por los 43 desaparecidos. Guiados por los rumores, Letra S se dio a la tarea de localizarlo y obtener una entrevista exclusiva a cinco años de su fallecimiento. Y efectivamente pudimos constatar que Monsi está más vivo que nunca, pero ubicuo y esquivo como siempre fue, nos concedió desde el más allá esta entrevista sobre intolerancia y diversidad sexual, algunos de sus temas más recurrentes, que ahora presentamos.
Tú eres quizás quien más insistió en la necesidad de difundir el término “homofobia”. ¿Cómo la de fines?
Homofobia es la movilización activa del prejuicio, la beligerancia que cancela derechos y niega con declaraciones lesivas y/o con actos la humanidad de los disidentes sexuales, fenómeno que no tiene que ver con el derecho a la antipatía, sino con el ejercicio de la intolerancia, del abuso de poder que le da a las opiniones características de zonas de exterminio.
Hablando de exterminio, tú también has insistido en la adopción de otro término: crímenes de odio.
Los crímenes de odio se dirigen contra una persona o varias personas y lo que simbolizan, representan y encarnan, son en este sentido acciones de furia contra la especie. A los asesinatos de homosexuales, tan prodigados a lo largo del siglo XX y lo que va del siglo XXI, los distingue la extrema violencia, el número desproporcionado de golpes y puñaladas lanzados a la víctima y, de inmediato, a su cadáver. Al ocurrir el crimen, ni la policía, ni el Ministerio Público, ni las familias afectadas en muchísimas ocasiones, se consideran en rigor ante un delito grave, sino ante un suceso de reivindicación moral a fin de cuentas. La policía suele concluir: “Fue un crimen pasional de homosexuales”. Es un “crimen típico de homosexuales”, afirma la prensa y las autoridades policiacas en vez de señalar que es un “crimen típico contra homosexuales”.
La epidemia del sida reactivó la homofobia, pero también se dio, a la par, un proceso de legitimación de conductas consideradas antes anormales.
A un costo elevadísimo el sida le ha permitido al mundo acercarse por vez primera, en su conjunto, al fenómeno de la homosexualidad. Hoy para sectores muy vastos, y ésta es una novedad internacional, es más anormal la homofobia que la homosexualidad.
Nos llevó casi diez años lograr que se decretara el Día Nacional de Lucha Contra la Homofobia; la pasada administración panista se rehusó a hacerlo.
En un país fundado en la exclusión y consagrado a la desigualdad, el aumento de la tolerancia depende más de la internacionalización cultural que de las acciones gubernamentales o de la apertura de criterio de la sociedad. La batalla cultural contra la intolerancia es uno de los hechos fundamentales del proceso civilizatorio del país.
En el siglo XXI, la aceptación de la diversidad sexual crece al desgastarse la intolerancia en sociedades urbanas cada vez más al tanto de las divulgaciones científicas. Ya no es fácil el triunfo de las experiencias y las actividades homofóbicas. El PAN presupone que el prejuicio es eterno, que la burla y la discriminación nunca abandonarán a los homosexuales.
Fue muy debatido el sentido de la palabra “puto” gritada en los estadios de fútbol. ¿Cuál es tu opinión?
La homofobia emite las palabras que son decretos de ejecución: maricón, puto, joto, invertido, desviado, mariposón. Por demasiado tiempo estas agresiones vulneran cualquier identidad positiva de sus destinatarios, que antes de la lucha por los derechos civiles y la certificación de los derechos humanos, sólo se defienden con los recursos paródicos, mientras más enloquecidos más eficaces. El vejamen intenso da por resultado psicologías torturadas y luego con alegría se declara que las psicologías torturadas son responsabilidad exclusiva del deseo homosexual.
Así, el trámite de normalización de la conducta le asigna a estos vocablos un rol muy distinto. Creados para difamar y pulverizar moralmente, los insultos se convierten en versiones caricaturales, ya no definiciones estrictas.
En ese sentido, ¿cuál ha sido el aporte del vocablo “gay”?
Son poderosísimos los efectos de un cambio semántico. La palabra “gay” introduce criterios de modernidad y tolerancia, vincula a una comunidad internacional, se desentiende de los siglos de aborrecimiento y prejuicio. Al asumirse como tales, millones de gays y lesbianas despojan a la conducta de las opresiones del silencio.
La palabra “gay” modifica extraordinariamente la visión externa e interna del sector aludido. Al imponerse el vocablo gay, y al unificarse internacionalmente el comportamiento de estas minorías, se desvanece un gran número de los agravios contenidos en las palabras denigratorias, y esta “deshistorización” mediatiza el prejuicio.
Ahora la sociedad más bien se entretiene con la fiebre del come out (o salida del clóset).
De acuerdo con el etnógrafo Guillermo Núñez Noriega, la experiencia homoerótica trasciende a lo gay. ¿Cómo se vive en espacios no urbanos?
Núñez Noriega demuestra con amplitud hasta qué punto la experiencia homoerótica del mundo rural difiere de lo gay conocido, por vincularse todavía a las definiciones y prácticas regionales de lo masculino, entendido como la lejanía emocional entre personas del mismo sexo. Hay, y Núñez Noriega lo precisa, enamoramientos y pasiones amorosas, pero igualmente es importantísima la carencia de un espacio social que le otorgue fluidez y presencia a estos sentimientos.
Y los entrevistados por él son lo que son, ni homosexuales ni gays porque éstas son construcciones culturales, y ellos no se adhieren a estilos de vida patrocinados por la modernidad y el consumo, así también dependan de otra modernidad y otro consumo, y se concentren en el “tríptico”: heterosexual de día, bisexual de noche, homoerótico de madrugada. En el campo de investigación de Núñez Noriega los que transgreden la norma no suelen admitirlo si esto compromete su masculinidad, no le permiten a las palabras fijar el sentido de las acciones. Comparten la premisa de la otra sociedad homoerótica: lo que uno hace con su cuerpo es muy distinto a lo que uno hace con su vida.
Situemos a lo marginal en el centro. ¿Cómo ves la situación de las mujeres trans?
Son lo más llamativo y la parte que el prejuicio identifica por el todo. Son las que peor la han pasado y la pasan, y para llegar a la mínima aceptación debieron renunciar a cualquier identidad personal. Y detrás de cada escenificación, del fasto y el delirio en las noches disco, están las historias personales, marcadas por humillaciones y golpes y vergüenzas familiares y acentuación de la diferencia por la marginalidad de toda índole. Se arriesgan en demasía, son legión las asesinadas y torturadas y golpeadas. A ellas se les dedica el torrente de burlas y menosprecio, y para sobrevivir deben asumir a fondo la versión degradada que se les impone. “Me digo de todo para que ya no me digan nada”.
¿Cuál es la ventaja de visualizar a las orientaciones e identidades sexuales desde la perspectiva de la “diversidad”?
En su definición contemporánea el término “diversidad” es la síntesis de conceptos clave en las batallas culturales recientes: pluralidad, tolerancia, espacios alternativos, derechos de las minorías, coexistencia de las identidades; es la certeza de la existencia indetenible de otra sociedad, más incluyente y democrática en la vida cotidiana; convoca muchísimas causas antes incompatibles.
La diversidad es una palabra afortunada, porque sin más obliga a los gobiernos, los partidos y las sociedades a aceptarla en principio, es decir, a comprometerse con la tolerancia y el reconocimiento. El entronizamiento de la diversidad ha transformado los mapas mentales al punto de obligar a la acelerada reestructuración parcial de las tradiciones.
Alguna vez dijiste “¿de qué puede estar uno orgulloso si no es de su comunidad?”. ¿Cómo la avizoras ahora?
En México, los adelantos jurídicos incipientes y el desenvolvimiento muy irregular de la comunidad LGBT concentran el esfuerzo y el entusiasmo en la visibilidad creciente, que aminora las presiones sociales pero no integra debidamente a las comunidades, como se ha visto en el abandono o el impulso decaído de la lucha contra el sida, la pandemia que arrasa la vida gay.
Buena parte de la frivolidad y la indiferencia política en el medio gay se debe a una certeza: “Sólo tenemos los derechos propios del consumo, somos nuestra capacidad adquisitiva”. Pese a los avances, es muy lento el proceso de incorporación a los derechos políticos.
A cinco años del reconocimiento del matrimonio igualitario, ¿qué es lo que rescatas de todo el proceso?
De modo insólito, han intervenido en defensa de la igualdad ante la ley legisladores, juristas, escritores, periodistas, organizaciones no gubernamentales, articulistas, comentaristas radiofónicos, radioescuchas y organizaciones de la diversidad sexual. Aunque el debate actual no hubiese sido posible sin los cuarenta años del feminismo y del activismo lésbico-gay, esta vez en el espacio público y en su mayoría, son heterosexuales los defensores del Estado laico y los derechos de las minorías.
Y la controversia en la opinión pública, muy intensa, ofrece un panorama inesperado y no tanto: sectores amplísimos transitan de la etapa de la tolerancia (un espacio de amnistía y buena voluntad) a la etapa de la modernización de las leyes y del respeto a la igualdad ante la ley. Como en el caso de la salud reproductiva, los derechos del colectivo LGBTI son ahora también parte de la causa general del desarrollo civilizatorio. Aun tomando en cuenta las resonancias negativas y el clima de homofobia febril, éste es un gran avance.
Nota: Todas las respuestas aquí presentadas fueron obtenidas de textos y entrevistas dados por el autor a lo largo de su prolífica vida. Agradecemos a Jezreel Salazar el permitirnos fusilarnos su idea original de entrevista póstuma.
Referencias: “Homofobia”, revista Nexos, marzo 1 de 2010; Que se abra esa puerta. Crónicas y ensayos sobre la diversidad sexual. Paidós/ Debate Feminista. 2010; Los mil y un velorios. Crónica de la nota roja en México. Random House Mondadori, 2009; “Etapas del prejuicio en México”, en Letra S, Salud, Sexualidad, Sida, suplemento de La Jornada, Núm. 13, agosto 7 de 1997; “La homofobia: ‘Si eres distinto a mí eres un monstruo’”, en Letra S, Salud, Sexualidad, Sida, suplemento de La Jornada, Núm. 23, junio 5 de 1998.