Por: José Arreola
El objetivo es más que claro: se trata de generar animadversión, antipatía, rabia, condena, hacia los profesores. Así, al público no le importará el por qué de las manifestaciones, sino sólo el hecho en sí de los bloqueos, las marchas y cuanta acción se realice; propiciando, además, la exigencia de terminar, de una buena vez, con los rijosos. No es lo mismo dialogar, atender las demandas y dar cauce jurídico para solucionar el conflicto que tratar de eliminar el problema de cualquier forma y a cualquier costo. No es un aspecto menor y hay que darle la atención que se merece. El gobierno está buscando legitimar, ante todos los estratos sociales, una salida de fuerza y para ello arma un tinglado en el que los medios tienen un papel trascendental. En otras palabras: los medios oficiales- radiofónicos, televisivos, escritos-, son el instrumento ideológico en el que el gobierno centra su estrategia para ganar el debate político. Dejar de atender esta componente significa ceder a la iniciativa gubernamental un amplio terreno. Es preocupante, por esa razón, que los manidos pretextos de “yo no veo televisión” o “yo no leo éste o aquél periódico o a éste o aquél analista porque son de derecha” tengan un eco grande en el amplio movimiento social mexicano. En esos medios, el gobierno y los suyos proyectan a diario, y claramente, sus intenciones, sus pasos a seguir. Analizar lo que dicen no significa, necesariamente, que el medio o el analista sean de nuestro agrado. Pero a cada planteo gubernamental, a cada mentira, a cada falsedad, el movimiento social en general, y hoy la CNTE en particular, debe dar la pelea y ganar ese debate que, a fin de cuentas, es no sólo ideológico y político, sino también estratégico. Además de arropar la movilización de los profesores, es de urgencia que el movimiento social eche abajo, uno a uno, los planteamientos gubernamentales, tanto de la propia reforma educativa como de la salida de fuerza que, según se ve, planean. Debemos tensar fuerzas, tanto en el terreno de la siempre necesaria movilización –masiva y organizada-, así como en el imprescindible debate –certero y asequible-. El sector de la población mexicana que se entera de las noticias por medio de la televisión es abrumador, y es a éste al que debemos afectar, en el mejor sentido de la palabra. Es ahí donde existe la necesidad de mostrar la justeza de las demandas enarboladas por los profesores; es ahí donde el debate sobre la reforma – qué dice, quién la ordena, sus consecuencias-, debe ser primordial; es ahí donde la población debe saber lo que los profesores plantean, que ellos presentaron propuestas que el gobierno no contempló; y debemos, insisto, contestar una a una las declaraciones del gobierno y sus voceros.
El 28 de agosto Claudio X. González Guajardo ( Co ‐ fundador, Patrono y Presidente de Mexicanos Primero, A.C.; Co ‐ fundador de Fundación Televisa, A.C.; Co ‐ fundador y Presidente Honorario del Patronato de la Unión de Empresarios para la Tecnología en la Educación, A. C. (UNETE); Co ‐ fundador y miembro del Comité Técnico de BÉCALOS), asistió al noticiero de Televisa conducido por Carlos Loret de Mola. González juega hoy el papel de intelectual orgánico. Desde su sitio web, y en la comparecencia a la empresa televisiva, insiste vehementemente en la aprobación de la reforma educativa como un imperativo. Sus palabras son reveladoras: “Si no pasa la reforma educativa ¿qué aspiraciones tienen ellos [el gobierno] de que pase la reforma energética y fiscal […] Ya se está jugando mucho en esta reforma y es indispensable que vaya adelante” y se refiere a la Ley del servicio profesional docente como “el corazón de la reforma educativa, sin esa reforma no se puede estar hablando de que estamos reformando a fondo lo que se tiene que reformar (sic)”. Señala después: “Aquí se están enfrentado los derechos de los niños a una educación de calidad o las prebendas y las corruptelas de adultos […] Está muy claro dónde tenemos que estar los mexicanos, tenemos que estar de lado de la reforma”.
¿Qué tendría que decir la CNTE sobre esas afirmaciones?, ¿y el movimiento social en su conjunto? ¿No sería deseable e indispensable responderle? ¿Se podría debatir con la idea de que una reforma, cuyo corazón sea una ley de coacción laboral, no es educativa? ¿Por qué, entonces, en la propuesta de reforma no se contemplan los derechos de los niños? ¿Por qué, no se garantiza el acceso real a la educación, ni las condiciones mínimas para estudiar? ¿Por qué no se construyen escuelas donde no las hay? ¿Por qué no se acaban con las corruptelas y prebendas que existen en la Secretaría de Educación Pública y el gobierno federal, donde Emilio Chuayfet y Peña Nieto saben tanto de educación como una piedra sabe sobre física nuclear y política? Hay que debatir con esas afirmaciones, con las mentiras repetidamente dichas que pasan por verdad. Es un campo que no puede ser desperdiciado. Hay que deshacer los “argumentos” televisivos. La razón y la justeza son elementos que no deben ser desdeñados. Quizá sea momento de invertir la lógica y entender que también una palabra- o muchas palabras-, pueden decir más que mil imágenes.
Llama la atención el reparo de González Guajardo sobre las “aspiraciones” del gobierno con respecto a las otras reformas. La verdad sea dicha, la CNTE ha logrado, con rapidez, imaginación y firmeza, poner momentáneamente en jaque al gobierno priista que, hasta el momento, había aprobado su agenda sin contratiempo de ninguna especie. De la manera en que esta coyuntura se resuelva, dependerá, en gran medida, la fuerza que el movimiento social tenga para enfrentar las siguientes embestidas de Peña Nieto. Vivimos un momento en el que la CNTE representa, sin duda, el polo de atracción de quienes deseamos un mejor país. El problema, sin embargo, está en si es suficiente lo que, con gran dignidad, con entereza, los profesores movilizados han conseguido hasta ahora. Dependerá de ellos, y los que con ellos estamos, generar la mayor fuerza, y la mayor simpatía posible, ante un panorama harto complicado. Por lo pronto, nada está decidido y eso se lo debemos, ni duda cabe, a esta lección de resistencia que los profesores brindan al México de abajo.