“…[México] más que ser una nación sometida a la globalización, es una nación sometida a una imperialización…” John Saxe Fernández
Por Gonzalo Ballesteros
A lo largo de las últimas tres décadas, la Política Exterior mexicana ha sido arduamente cuestionada. Los fuertes intereses que actualmente fluyen en la relación de México con Estados Unidos han provocado una devastación de gama amplia en los componentes e intereses políticos y demás de la nación.
Terminada la Segunda Guerra Mundial el sistema internacional se dividió en dos, conformándose el bipolarismo. Sin embargo, Estados Unidos se consolidó como la potencia hegemónica victoriosa, reafirmando su poderío militar, político, económico e ideológico principalmente en el hemisferio occidental ante su contra parte la Unión de Republicas Socialistas Soviéticas (URSS) en el conocido orden geopolítico de la Guerra Fría.
Entre la década de los cuarentas y los cincuentas la política exterior de México promovía doctrinas y principios antiintervencionistas, había nacionalizado sectores estratégicos, el Estado controlaba la economía y la política industrial se basó en el conocido Modelo de Sustitución de Importaciones (MSI) que mantuvo cierta estabilidad económica pero que vio sus límites a finales de los sesentas, que incluso y a pesar del tejido ordenado y nacionalista, existían claras contradicciones e incoherencias. También para estos momentos, el país había transitado por una serie de malos entendidos, desatinos y controversias con Estados Unidos; temas que se englobaban principalmente en cuestiones de territorio, recursos, capital, y hasta desacuerdos en posturas en materia política internacional. A pesar de eso, no dejó de ser un socio especial y exclusivo ya que la característica de las cúpulas de poder en México se determinaba especialmente por un claro apego a las fuerzas del capitalismo.
Terminando la década de los setentas, las contradicciones del capitalismo a nivel mundial se hicieron notar nuevamente, el petróleo para Estados Unidos empezó a ser un tema de importancia, la competencia internacional fue cada vez más intensa y junto con la consolidación de bloques o uniones y la lucha en el espacio internacional se determinó en el dominio de zonas y su respectiva influencia por parte de las dos potencias.
Internamente en México, la crisis económica impactó fuertemente. La acumulación de la riqueza y las incongruencias en el sistema de producción e industrialización, más el uso irresponsable de la economía, fueron los factores principales que mostraron la inviabilidad del modelo establecido. En el sexenio de López Portillo la economía ya estaba en una grave crisis, tanto por problemas internos como por el contexto internacional. A partir de los ochentas diversos índices como el desempleo, la actividad económica, el producto interno bruto real, la producción industrial, las importaciones y la gran deuda externa del país arrojaron saldos dramáticos, golpeando fuertemente a la sociedad mexicana.
Los nuevos objetivos en la política exterior de Estados Unidos, a partir de los ochentas, se conducirían en trasmitir su concepción del mundo, la cual estaba construida en cierta medida para reafirmar las bondades del libre mercado, la cooperación internacional, las privatizaciones (el único camino para la prosperidad y la modernidad) encuadrado en la propagación del neoliberalismo y la globalización, y aunado, a la búsqueda de una integración con México y Canadá que asegurara su seguridad energética, económica, entre otros.
Para el final de la década de los ochentas y principio de los noventas, grandes cambios mundiales como la caída del muro de Berlín, la desaparición de la URSS, las primeras muestras del acenso de China en la economía internacional, una competencia vertiginosa y la debilidad en aspectos básicos del poder de Estados Unidos, como la dependencia a los recursos naturales estratégicos, marcaron la pauta para repensar la geopolítica que desarrollaría Washington en su política exterior, en donde México se convertiría en pieza clave del esquema de integración subordinada.
Ante este panorama se vislumbró una profunda trasformación, incongruente con respecto a la realidad de la sociedad mexicana de la política económica, en la política interna y externa y en particular en la relación bilateral.
El discurso dominante se concentró principalmente en la apertura de México a la economía global, acrecentar su relación con Estados Unidos y aplicar Políticas de Ajuste Estructural (PAE). Washington vio a México como la plataforma ideológica, comercial y estratégica de sus intereses. El presidente Miguel de la Madrid condicionó el rumbo de la nación al Fondo Monetario Internacional (FMI) en 1982, solicitó la entrada de México al Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT) en 1985 con lo que Estados Unido se convirtió en el mayor comprador de las exportaciones mexicanas, así como el principal aportador de divisas, aumentando la dependencia. La Política Exterior dio una imagen de ser pragmática y ortodoxa, y estar sujeta a las directrices de la banca internacional. La aceptación de las políticas del FMI seguidas por México trajo desacuerdos ideológicos con América Latina.
El gobierno y su nueva plutocracia en el poder (tecnócratas adiestrados en su mayoría en universidades norteamericanas, y agentes del capital con alianzas en el extranjero), bajo una necesidad obligada por el contexto internacional, -moldeado por centros hegemónicos- orquestaron una política de liberalización del comercio exterior, promoción activa de la inversión extranjera y desmantelamiento al sistema de protección a la importación y a la industria nacional. El paso que ambos gobiernos promovieron para ir a la “modernidad” fue la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN-1992). Este hecho oficial consumó la nueva relación bilateral dando un efecto simbólico: fue el puente de continuidad de la política de integración subordinada de México con Estados Unidos que marcó las reglas del juego económico, aspectos domésticos fundamentales y el futuro de los objetivos de la política exterior mexicana. En Latinoamérica, despertó la percepción de que México abandonó su vocación hacia la región mostrando síntomas de alejamiento.
Desde la década de los noventas Washington comenzó a realizar transformaciones sustanciales en sus objetivos de control hegemónico por la preocupación de su papel en el mundo; surgimiento de nuevas potencias en el escenario mundial; crisis y contradicciones del sistema capitalista; escasez y dependencia a los recursos naturales estratégicos y, en su enfoque: el peligro de gobiernos beligerantes, nacionales o inestables.
En México, con la llegada al poder del Partido Acción Nacional (PAN) en la primera década del siglo XXI, se adoptó en lo domestico, algunos temas de la agenda internacional (marcada por occidente) y le dio secuencia a los temas económicos y de integración que hicieron ver con claridad la continuidad -que comenzó en los ochentas-.
El atentado a las torres gemelas en los Estados Unidos del 11 de septiembre del 2001 abrió paso a la justificación de proteger sus fronteras y de realizar cambios en las tácticas de su política exterior, orientadas en gran medida a buscar y destruir a los enemigos implicados en los ataques, a su vez, se difundieron las ideas de la responsabilidad del gobierno estadounidense en combatir las “nuevas amenazas” del siglo XXI: terrorismo, defensa y promoción ante la violación de Derechos Humanos[1], narcotráfico internacional, armas de destrucción masiva (ADM); la idea de la guerra preventiva “Doctrina Bush”, así como llevar la “libertad” y los valores occidentales a todo el orbe.
En el periodo del foxismo se promovieron mecanismos como el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) promocionada por los Estados Unidos, intento fracasado y muy criticado en toda la región latinoamericana; el TLCAN plus (parte significativa de un control migratorio), la Comunidad de América del Norte (CAN) y con el nuevo aspecto de seguridad que se inauguró con los actos “terroristas” en Estados Unidos se adaptó a México en el nuevo Perímetro de Seguridad de Norteamérica, así como en el Comando Norte (Northern Command) junto con el Mando Norteamericano de Defensa Aeroespacial (NORAD); y de forma progresiva en el 2005 se puso en marcha otro mecanismo trilateral permanente: la Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte (ASPAN) del cual contiene un TLC mejorado.
La guerra declarada al narcotráfico en el sexenio de Felipe Calderón (2006-2012), la erupción fehaciente de diferentes movimientos sociales a causa de la pobreza engendrada hace décadas y la ilegitimidad con la que llegó al cargo, hizo que se sumara a las políticas exteriores de los dos países la lucha contra el narcotráfico y la búsqueda de la “estabilidad y control” de la nación mexicana, penetrando aun más la relación bilateral con el nuevo plan llamado Iniciativa Mérida en 2007 que de manera oficial y abierta permitió “ayuda y accesoria” de inteligencia de los Estados Unidos. La inestabilidad de México inquietó a Washington por lo que conceptos –instrumentativos- como: Estado Fallido, Narcoterrorismo o Narcoguerrilla dieron la noción de un peligro de seguridad nacional para Estados Unidos con lo cual se buscaría la “estabilización” de México.
Las privatizaciones, incrementos hacendarios, políticas económicas anti-sociales, pobreza extrema, violación a los derechos humanos y el irrefutable apego a las empresas globales, fueron temas con un gran peso en la vida social y política de México que se agudizaron con la crisis económica, a pesar de una agenda marcada por la seguridad.
Actualmente, la injerencia de sistemas de inteligencia como la Agencia de Control de Drogas (DEA por sus siglas en ingles) la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y la Oficina Federal de Investigaciones (FBI); el paso de aeronaves no tripuladas conocidas como Drones, más los cambios recientes del gobierno de Peña Nieto en la Secretaría de Gobernación homologados a los del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), exponen la importancia de Estados Unidos en nuestro territorio. No es fortuito que el actual embajador del ese país en México, Anthony Wayne, fue uno de los más altos funcionarios estadounidense en Afganistán, el cual cubre un perfil perfecto teniendo en cuenta el peso geoestratégico de aquella nación del Asia Central.
Ante todo esto, queda claro que los últimos 30 años se han reafirmado y profundizado las redes de supeditación, amoldándose a los intereses de su vecino del norte en planes de control y mecanismos de intervención. A más de 20 años de la entrada del TLCAN es innegable discutir la gran afectación que este le ha traído al país; el neoliberalismo y la privatizaciones han desnacionalizado grandes elementos culturales, sociales, económico y políticos. Aunado a todo esto, el mecanismo ASPAN no está sujeto a ningún poder legislativo, mucho menos Iniciativa Mérida, la cual fue altamente cuestionada y que dentro de las personas detrás de este ultimo plan se encuentra John Dimitri Negroponte (director de la Agencia de Inteligencia Nacional de los Estados Unidos 2005-2007) quien en 1991 como embajador de Estados Unidos en México, por un cable confidencial de su memorándum revelado por la revista Proceso, dijo:
El Tratado de Libre Comercio haría institucional la orientación norteamericana en las relaciones exteriores de México.
Añadiendo a lo anterior, una de las instituciones de investigación con mayor peso para los tomadores de decisiones en los Estados Unidos, el conocido think tank Council of Foreing Relations publicó en el 2012 una serie de mapas descriptivos que explican donde se focaliza las “amenazas” (amenazas variadas como gobiernos disruptivos o amenazas en el suministros de recursos estratégicos) para los Estados Unidos, donde a México lo representan en los rangos de “primer nivel”[2] junto a Corea del Norte, Irán y Pakistán entre otros, esto debido al narcotráfico. Esto debe de tomarse con precaución sabiendo la complejidad del narcotráfico que podría llegar hasta las más altas esferas políticas y que, con esas mismas se sobreentiende, el gobierno estadounidense ha firmado los anteriores mecanismos.
Mapa extraído de la página: http://www.cfr.org/conflict-prevention/preventive-priorities-survey-2012/p26686
Estas estrategias de espectro completo (ideológico, político, económico y militar) muestran que en el estudio de la relación de México con Estados Unidos hay una planeación en la que México entra para ser una parte del espacio geoestratégico del gobierno de Estados Unidos, el cual busca prolongar su hegemonía, el sistema económico actual y mantener patrones de dominación, tanto en el hemisferio occidental como en otras regiones estratégicas. La Política Exterior mexicana ha sido el principal conducto de los intereses de Estados Unidos, junto con un fenómeno de desarticulación y el manejo descoordinado de sus componentes políticos internos, que a su vez, se aísla de objetivos prioritarios para la nación.
En gran medida, directa o indirectamente, son los movimientos emancipatorios y las luchas sociales las que buscan un cambio y reorientación del país ante las prácticas hegemónicas e imperiales, y a su vez, hace que el ejército mexicano, orientado por fuerzas de inteligencia y militares de Estados Unidos, salga a las calles poniendo a las resistencias en la mira del complejo sistema de seguridad binacional.
En particular, la característica claudicadora y neoliberal de la relación México-Estados Unidos –el gran problema de seguridad nacional- perjudica y amenaza a la soberanía y a la nación en aspectos tales como la pérdida de autodeterminación política, índices económicos deplorables y hasta la noción de desarticulación social.
En el tema de México y sus relaciones con otros Estados, se convirtió en una acción precaria que demuestra claros síntomas de un apego innegable a los afanes de su vecino del norte, teniendo como consecuencia el aislamiento de México en diferentes zonas como es en Latinoamérica.
Por todo esto, es vital pensar en devolver, reconstruir y defender la Soberanía Nacional, ya que es un tema y un concepto que nos orienta en gran medida lo que está en juego y por lo que México desde hace tres décadas se convierte, ya no en patio trasero, sino en patio delantero donde se mean los canes y se hace uso tácito de la Doctrina Monroe [3].
[1] Derechos Humanos con una concepción occidental sin respetar las cosmovisiones de otros pueblos.
[3] «América para los americanos» Doctrina que James Monre desplegó en el entendido de que el hemisferio occidental sea usado a favor de los intereses de los Estados Unidos.
Por Gonzalo Ballesteros. Secretaría de Mexicanos en el Exterior y Política Internacional.