Cada quien desde su trinchera… ¿pero adentro o afuera?

Por Víctor Esparza victor.mx

Revolución mexicana
Revolución mexicana

Regeneración. Julio 31, 2014 México.- «Agárrese fuerte», veo pasar por mi TL, amenazadora frase acompañada de un encriptado link. Curioso que soy, allá voy con la manía de clickear para terminar desembocar en el portal de Sin Embargo y la reciente columna del escritor y periodista Alejandro Páez Varela. Leo. Doy el último sorbo a mi imaginaria taza de café acompañado de las aniquiladoras palabras: «Agarrarse fuerte y muerda un pedazo un hueso de mango, el palote de las tortillas o lo que quiera, digo: viene fuerte y no será fácil para usted o para sus hijos o para sus nietos, ¿sabía? ¿Lo sabía?».

Con una sensación de devastación comienzo a recorrer los comentarios acumulados en el artículo. Detengo mirada en el de un tal Pp, con el que, dejando de lado su descuidada ortografía, simpatizo: «Y tu Alejandro Perez, que haces?, he leído mucho del tema y nada mas en sinembargo tenemos a mas de 10 periodistas que piensan de forma similar y que hacen?? si los ilustrados, los preparados, los que tienen facilidad de palabra; no dan peso a su voz y predican en el desierto por que no se unen?… Aun quedan muchos periodistas íntegros que no reciben su payola mensual, organicense¡¡ flaco favor me haces diciendo que debo empezar a agarrarme, de donde si ya no hay de que??… Tu Alejandro, organiza a tus compañeros¡¡, invítame a una marcha¡¡¡ convenceme que debo protestar¡¡; despiertame del aletargamiento y hazme creer que puede haber un México mejor. Si ustedes los “dueños” de la pluma no se unen y fortalecen en un hijo del ahuizote virtual ciertamente no tenemos muchas esperanzas».

La respuesta de Alejandro aparece media hora después, dejando clara su postura ante lo que con acaloramiento se le externa. «Lo he dicho antes: Yo no soy activista. Soy periodista. No organizo marchas: lo que yo hago es escribir y denunciar lo que veo… Tengo claro cuál es mi trabajo y mi trabajo es denunciar. Cada quién tiene sus trincheras. Esta columna es la mía…. Yo NO soy activista y NO organizo marchas ni plantones. Mi trinchera está claramente definida». Se silencian las impertinentes voces que increpaban en mi cabeza, al igual que Pp, el ofrecimiento de una ruta de acción en lugar de la trágica narración de la violación sufrida. Tiene razón.

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Podría parecer banal detenerse en un espontáneo intercambio de opiniones en una de las decenas de columnas de opinión que bombardean cada semana el espectro  informativo al alcance de cualquier mexicano con acceso a Internet (a la que estas palabras terminarán sumándose). Pero creo encierra varias interpretaciones que me interpelan y ante las que me siento empujado a dar forma de manera escrita. Por un lado el sentir de un compatriota, que amonesta en el espacio de expresión de un comunicador su actitud ante los avasalladores hechos que denuncia. Por otro, la réplica de éste acotando que precisamente en su denuncia se concreta su acción. Razón no le falta, reitero, pero me sigue quedando esa cosquilla en la conciencia. ¿No podría hacer más?

Acto seguido me respondo. NO. Ese es su trabajo. De forma lúdica o remunerada, su vocación consiste en acercar hasta los interesados su percepción de los hechos, procurando apegarse en la medida de lo posible a la realidad, por cruda que ésta sea. El contar con un espacio en un medio digital no le vuelve en automático un cruzado contra aquellos que sin el mínimo cinismo están desmantelando a golpe de reformas el país. Ni a él ni a otros comprometidos comunicadores que desde sus trincheras un día sí y otro también exhiben los atropellos y anomalías hacia lo que han volcado su interés profesional. Por mencionar tres que se me vienen a bote pronto a la cabeza: Katia D’Artigues, Sanjuana Martínez y Lydia Cacho, éstas dos últimas con repercusiones legales incluso que las han tenido tras las rejas.

Hace algunas semanas, a propósito de lo mencionado, vinculé en Twitter el trabajo de una periodista con quien tengo cercanía con activismo. De la más atenta de las maneras me contactó de manera privada para rectificar mi señalamiento, y hacerme saber que por ningún lado y motivo lo consideraba así, en buena parte por no pertenecer «activamente» a una organización. En réplica acoté que no era indispensable así fuese, señalando a sus colegas arriba señaladas como ejemplos de que el periodismo no está peleado con la puntual y férrea defensa de los derechos de sectores desprotegidos, como las personas con discapacidad (en el caso de Katia), o las víctimas de trata (Cacho). Concluimos que la palabra en sí está sobrevalorada, ante la avalancha de activistas de sofá que han vuelto su trinchera el reflector que les regalan las redes sociales.

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A nadie se le pude imputar una responsabilidad que no le corresponde, mucho menos si no le brota el interés de asumirla. La historia da cuenta de infinidad de caudillos empujados por la necesidad y que, en contra de sus intereses, ante la gravidez de lo que sucedía en el entorno asumieron como suya una causa y empeñaron sus esfuerzos en ella.

Somos en este país cien millones de potenciales baluartes, cada uno en posibilidad de erigirse defensor de los derechos ante los que vamos quedando disminuidos. O no. Es decisión personal. Claro me queda la necesidad de atender las urgentes palabras de José Saramago: «Es hora de aullar, porque si nos dejamos llevar por los poderes que nos gobiernan, y no hacemos nada por contrarrestarlos, se puede decir que nos merecemos lo que tenemos». Lo que sigue siendo un misterio a resolver cada día es el cómo.

Víctor Esparza @vicesparza http://victor.mx/