Por Miguel Martín Felipe
RegeneraciónMx.- En el rock argentino ha habido grandes próceres y creadores prolíficos. Algunos de ellos fueron eternizados como símbolos a partir de su muerte, y más si ésta fue temprana, como en el caso de Gustavo Cerati o Pappo. Hay otros artistas que son símbolos vivientes, aunque su proceder sea siempre desconcertante dentro y fuera de los escenarios. Sin embargo, el innegable legado musical y la influencia que aún hoy en día sigue ejerciendo Carlos Alberto García son una verdad incontestable que se puede constatar a través de su obra.
Charly García nació en octubre de 1951. Su infancia transcurrió durante el peronismo y se fue haciendo adulto al tiempo que se instalaba en Argentina la dictadura militar, a la cual le plantó cara a través de muchas de sus canciones. Desde muy pequeño, al ser parte de una familia acomodada, tuvo la posibilidad de tomar clases de piano, instrumento en el cual a la fecha destaca dentro de la propia escena del rock por ser poco menos que un virtuoso. Siempre se empeñó en tener una conducta disruptiva, ya que desde muy joven romantizó la idea de ser declarado loco, lo cual jamás consiguió realmente tras ser evaluado en múltiples ocasiones. Aunque ciertamente sus abusos de sustancias lo han tenido más de una vez al borde de la muerte.
Pese a lo enrevesado y caótico de su vida, Charly García queda inscrito en la historia del rock latinoamericano como un símbolo de la innovación y del arrojo (literalmente, pues basta recordar sus famosos lances desde pisos elevados de un edificio hacia la piscina), así como de un inusitado desempeño en el piano y una lírica que puede ir desde lo más tierno y sentido hasta lo más enérgico y desenfrenado.
Pasemos entonces a conocer más a fondo a este atípico artista a través de cinco canciones icónicas que dan fe de todo lo que implica ser Charly García.
Nos siguen pegando abajo
«Yo estaba en un club, no había casi luz. La puerta de salida tenía un farolito azul. Él se desmayó delante de mí, no fueron las pastillas fueron los hombres de gris. Miren, lo están golpeando todo el tiempo, lo vuelven, vuelven a golpear. Nos siguen pegando abajo.»
Durante los estertores de la última dictadura militar argentina, que abarcó desde 1976 hasta 1983, Charly García deja caer en la escena rockera un disco llamado Clics Modernos, el cual se convirtió en un clásico instantáneo gracias a su enérgico contenido clasificado como new wave. En él, Charly García plasmaba una cierta rabia y melancolía contenidas a lo largo del periodo más duro de la dictadura, durante el cual eligió quedarse en Argentina, no sin sufrir la misma represión que el resto de sus compañeros, aunque con algo más de suerte que aquellos a quienes detenían en las calles, encarcelaban, asesinaban o simplemente desaparecían. Las cifras oficiales, más allá del malicioso afán revisionista con que las refutan ideólogos de la derecha como Nicolás Márquez y Agustín Laje, es de 30,000 desaparecidos, según la propia Comisión para la Desaparición de Personas (CONADEP).
La canción, con un ritmo acelerado que abreva un poco en el punk y el disco, pero con el rock como ritmo base, mantiene una enorme presencia de guitarras eléctricas y baterías, así como los teclados de Charly y su voz en doble pista, que con el paso de los años se volvió uno de sus sellos. El ensamble de los instrumentos y la producción en general, son obra del legendario productor Joe Blaney. La grabación se realizó en el estudio Electric Lady de Nueva York. Este tema es no solo el buque insignia de todo un movimiento musical, sino que también, sin caer en el dramatismo, se erige en himno de toda una generación que vivía la dualidad de un florecimiento contracultural al mismo tiempo que experimentaba la represión de un régimen dictatorial.
Rezo por vos
«La indómita luz se hizo carne en mí. Y lo dejé todo por esta soledad.
Y leo revistas en la tempestad. Hice el sacrificio, abracé la cruz al amanecer.»
Últimamente se mantiene en Argentina una acalorada discusión sobre quién es el genuino padre del rock en dicho país, un título que reviste prestigio histórico. Se mencionan nombres primigenios como Ciro Fogliatta, Tanguito o Litto Nebbia. Este último reconocido como el autor de la canción La balsa, que se identifica como la primera composición de rock realizada genuinamente en español dentro del territorio pampero. Queda entonces un lugar reservado en la historia para estos pioneros mencionados. Sin embargo, quienes combinan alcance y longevidad de su obra como para ser también considerados padres del rock argentino son el propio Charly García y el fallecido Luis Alberto Spinetta.
En 1984, ambos ya considerados monstruos de una escena rockera argentina que se comenzaba a sacudir los estragos de la dictadura militar, tuvieron un acercamiento con la intención de grabar un disco llamado Cómo conseguir chicas, el cual, no se llegó a concretar, aunque Charly utilizaría años más tarde el nombre para otro álbum en el que no estaría involucrado ‘el flaco’.
Sin embargo, el entusiasmo del crossover se fue diluyendo poco a poco con la lucha de egos y la disparidad de personalidades. Spinetta quería establecer horarios para la grabación y así poder pasar más tiempo con su familia, mientras que Charly pasaba de toda programación y llegaba a la hora que quería, aparte de estar al mismo tiempo involucrado en varios otros proyectos. Todo esto llevó a una ruptura muy sana y en buenos términos, antes de que todo derivara en una pelea irreconciliable.
Este bello tema quedó finalmente como testimonio de lo que ya no pudo ser. Fue publicado en 1985 por cada uno de los involucrados dentro de sendos discos solistas. Por Charly en Parte de la religión, mientras que por Spinetta en Privé, ambos del mismo año.
Rezo por vos es una pieza vanguardista que combina tropos sumamente acertados de ambos artistas. Destaca un inconfundible riff de Spinetta, así como pasajes líricos de Charly que resultan crípticos y compiten con la fama de poeta de su entonces compañero. En 1994 Charly inmortalizó una versión que directamente dedicaba a Spinetta en su MTV Unplugged, mientras que ambos cerraron el círculo interpretándola juntos en vivo en la épica gira final de Luis Alberto en 2009.
Chipi Chipi
«Yo nunca vi New York, no sé lo que es París. Vivo bajo la tierra, vivo dentro de mí.
Yo no tengo un espejo, no tengo un souvenir. La lágrima me habla y está dentro de mí.»
Charly García, quien había peleado desde la marginalidad en los 70 y se consolidó durante los 80, fue cediendo terreno en lo que a fama se refiere, cuando sobrevino el éxito de bandas como Los Redondos, Soda Stereo o Los Fabulosos Cadillacs, así como a la figura de su otrora tecladista Fito Páez, que se magnificó gracias a El amor después del amor. Ya no eran tiempos de creadores en solitario que formaban bandas efímeras, así que su figura se apagaba, al tiempo que protagonizaba escándalos de violencia y drogas.
Era 1994 y Charly no quería diluirse en la era del videoclip. Se dio a la tarea de grabar un nuevo disco para recuperar la gloria de antaño. Cuenta la leyenda que Charly presenció en Barcelona un cuadro goyesco donde los haya, cuando dos señoras pelearon entre sí, y una de ellas, tras golpear a la otra con una chancla en la cara, le espetó: «¡No te olvides nunca que yo soy la hija de la lágrima!». Si no fue eso lo que realmente dijo, al menos le sirvió a García para dotar a su álbum de un nombre sumamente surrealista y enigmático: La hija de la lágrima, basado en lo que escuchó o creyó haber escuchado.
El sencillo que representó a esta placa es la canción Chipi chipi, de letra igualmente enigmática en tono un tanto nihilista, con un ritmo de balada rock bastante suave como para lo que acostumbraba Charly para esa época. La batería y los teclados son sumamente efectivos para lograr la atmósfera, mientras que el solo de guitarra de María Gabriela Epumer (fallecida en 2003 por un edema pulmonar) resulta simplemente exquisito a la escucha.
Esta afortunada grabación se mantiene vigente como la canción número 81 en un ranking realizado por la revista Rolling Stone sobre los 100 más grandes hits del rock argentino.
Los dinosaurios
«La persona que amas puede desaparecer.
Los amigos del barrio pueden desaparecer.
Pero los dinosaurios van a desaparecer.»
Como se dijo anteriormente, Charly García, sus amigos y sus fans sufrieron lo más álgido de la dictadura militar. Eran los tiempos de la represión y de los desaparecidos. Si ahora vienen los neo derechistas a contarnos una historia distinta desde la comodidad y el privilegio, acudamos a escuchar esta canción que se erige en fiel testimonio de la época. Fue compuesta en 1982, un año antes de ser publicada, pues ya era tocada en conciertos durante ese año, acompañando al set de Yendo de la cama al living.
El disco Clics Modernos acogió a esta pieza clave del rock latinoamericano como su track número 7. Para esta ocasión, Charly no acudió a la rabia para darle tono a la canción, como fue el caso de Nos siguen pegando abajo o Demoliendo hoteles. En cambio, entregó una pieza melancólica que se volvió aún más atemporal que sus hermanas de temática, gracias a que no hay menciones explícitas de personajes o episodios en particular. Su letra se regodea en la amargura de lo efímero y en cuan intrascendentes resultamos ser todos. Los dinosaurios son utilizados como una alegoría de la inexorable extinción que todos hemos de experimentar.
Musicalmente es uno de los trabajos mejor logrados de Charly y no precisamente por el ensamble de instrumentos, que es bastante efectivo, sino por su memorable interpretación al piano que resulta clave para configurar la atmósfera en la que predomina la belleza, pero al mismo tiempo subyace la desesperanza.
Canción para mi muerte
«Es larga la carretera cuando uno mira atrás, vas cruzando las fronteras sin darte cuanta quizás.
Tómate del pasamanos, porque antes de llegar, se aferraron mil ancianos, pero se fueron igual.»
En la historia de la música, es un tópico muy recurrente el decir que se alinean los astros, que todo se conjuga para que las cosas salgan bien. Vaya si aplica el concepto para el caso de Sui Géneris, que fue un dúo formado por Charly García de 1968 a 1975, pues no solo encontró un perfecto ensamble instrumental y vocal, sino que el nombre del otro integrante era igual al de él: Carlos Alberto, de apellido Mestre y de sobrenombre ‘Nito’. Sui Géneris se caracterizaba por un sonido terso con inclinación por el blues que aprovechó muy bien los coletazos de la época formativa en la contracultura argentina, previo a la dictadura.
En 1972 se publica el disco Vida, que fue la primera grabación de estudio del dueto. Ahí aparece esta composición que, más allá de lo obvio que resulta el título con respecto a la temática que aborda, ésta no resulta del todo explícita en la letra, puesto que está tratada a través de metáforas y alegorías, que reflejan una capacidad de introspección bastante desarrollada para los 18 años que Charly tenía al momento de escribirla.
Según relata él mismo, se encontraba una noche en el cuartel al que había sido destinado para cumplir con su servicio militar. Decidió que no quería permanecer ahí, así que intentó provocarse a sí mismo una sobredosis de pastillas y salir por enfermedad. Sin embargo, no se le permitió la salida y solo fue trasladado a la enfermería, donde, en el cenit de su alucinación, dijo haber sentido en la habitación la presencia de la muerte. Al recuperarse, inmediatamente plasmó su sentir en forma de la imperecedera pieza.
Canción para mi muerte tiene una instrumentación sencilla donde predominan el piano de Charly y la guitarra de Nito, mientras que el verdadero protagonista es la armonía vocal que logra momentos sublimes. A día de hoy, esta pieza es infaltable en mis ya tradicionales recitales de Día de Muertos. Sigo disfrutando interpretarla, con el permiso del laureado compositor.
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