Por Jenaro Villamil | Proceso
Regeneración, 2 de diciembre de 2014.-Este 1 de diciembre, Enrique Peña Nieto cumplió dos años al frente del gobierno, pero enfrenta una crisis propia o peor del quinto año de su sexenio. En las calles, en las redes, en los conciliábulos empresariales eso se menciona. Los únicos que no lo escuchan son los habitantes de Los Pinos.
La campaña de promoción habla de sus 11 “grandes reformas”, casi todas de índole legislativo; pero ignoran los errores y la reiteración de los mismos que se han cometido en este primer tercio del sexenio. El autoengaño y la soberbia dominan en el equipo de quien se siente aún “salvador de México”.
Al estilo de su discurso del pasado 27 de noviembre, sin retórica, pero con datos, estos son los 10 errores más graves de sus dos años:
- El engaño económico. En dos años consecutivos, el gobierno de Peña Nieto no cumplió con el mínimo de su propuesta de crecimiento económico. En 2013, Hacienda pronosticó un crecimiento de 3.5% que quedó en un mediocre 1.4%. Para 2014 nos anunciaron un incremento de 3.9% que quedará, según todos los pronósticos, entre 1.5 y 1.9%, si bien nos va. Es decir, un crecimiento inferior a 50% de lo pronosticado en ambos años.
- Reforma fiscal recesiva. El gobierno de Peña Nieto sobrevendió una reforma fiscal que resultó ser recesiva, pues inhibió la inversión de los pequeños y medianos empresarios. La llamada “reforma Videgaray” tuvo un efecto nocivo. En 2013 el ingreso disponible de las personas –hogares y empresas– venía bajando, pero en 2014 se derrumbó. Se desplomó por esta reforma y por el incremento de impuestos y de inflación, según analizó el economista Jonathan Heath, en entrevista con Carlos Acosta en la edición reciente de Proceso (1987).
- No hay multimillonarias inversiones en telecomunicaciones. En julio de 2013, la SCT presumió que se esperaban 700 mil millones de pesos de inversiones en el sexenio en el sector, el cual registra tasas de dos dígitos de crecimiento en el país. Esas inversiones, a dos años, no han llegado. Ni siquiera se han concretado los proyectos de banda ancha (en la banda 700 Mhz) ni en la red troncal que se iba a construir este año en la infraestructura de la CFE.
- La corrupción es un “fenómeno cultural”. Peña Nieto afirmó en aquella malograda entrevista con los periodistas de la serie Conversaciones a Fondo, en agosto de este año, que la corrupción es un “fenómeno de índole cultural”. El menosprecio del peñismo a este cáncer social ha generado una gran indignación. El escándalo de la llamada Casa Blanca y las sospechas e indicios de tráfico de influencias con el consorcio HIGA, de Juan Armando Hinojosa Cantú, demostraron que el Grupo Atlacomulco menosprecia el combate a la corrupción porque la consideran parte del modelo de gobierno. Es la única de las “grandes reformas” anunciadas el 2 de diciembre en el Pacto por México que se encuentra atorada.
- La crisis de Iguala-Tlatlaya. Peña Nieto tardó diez días en mencionar el caso de los 43 jóvenes normalistas secuestrados y presuntamente ejecutados en Guerrero. Minimizó y quiso ocultar la ejecución extrajudicial de 22 personas en Tlatlaya, Estado de México. Y ahora, el tema de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa ha generado las movilizaciones nacionales e internacionales más importantes que se recuerden contra un presidente. Apenas el 27 de noviembre, Peña Nieto presentó un “decálogo” que no resuelve nada de forma inmediata frente a esta crisis. Al contrario, la agrava.
- La criminalización de la protesta social. Desde su gobierno en el Estado de México, Peña Nieto demostró que no le gusta y no respeta la protesta social. La represión en Atenco fue una muestra de esto. El 1 de diciembre su gobierno inició con detenciones arbitrarias, justificadas por el “vandalismo” de presuntos anarquistas. A esta jornada le siguió la criminalización de las protestas de los maestros de la CNTE durante buena parte del 2013. Ahora, frente a la crisis de Ayotzinapa, vuelven a reproducir el mismo guión de infiltrar a los movimientos con provocadores y generar miedo y persecusión contra los disidentes. Lejos de aminorar, la protesta social ha crecido.
- Carencia de una estrategia distinta de combate al crimen organizado. El “decálogo” del pasado 27 de noviembre demostró que el gobierno de Enrique Peña Nieto no tiene soluciones ni propuestas nuevas para enfrentar la penetración del crimen organizado en los cuerpos de seguridad, militares y políticos. Propuso lo mismo que se rechazó durante el sexenio de Felipe Calderón. Y, algo peor, impulsa una reforma violatoria del artículo 115 sobre la autonomía de los municipios. Su receta es el eje de su fracaso: alentar un mayor presidencialismo discrecional e invasivo de los otros poderes.
- Fracasó la reforma educativa. Sobrevendida como una reforma educativa, en realidad, las modificaciones de 2013 fueron una incompleta reforma laboral en el sector educativo para privilegiar un modelo de privatización de la evaluación de los profesores. A un año de distancia, las resistencias estatales y sindicales crecieron. No se concretó ninguno de los avances que se prometieron. La persecución contra las Escuelas Normales Rurales explica, en buena medida, la expansión también de la protesta por Ayotzinapa.
- Dependencia extrema a Televisa. Fiel a su origen y a su “modelo” de negocios y de ascenso al poder presidencial, Peña Nieto ha demostrado en dos años de gobierno que no entiende las nuevas formas de comunicación digital y deliberativa, y ha reforzado los privilegios y la dependencia hacia Grupo Televisa, empresa que se ha convertido en su parapeto, en su propagandista, pero también en su principal déficit de comunicación. El tele-candidato se derrumba a la hora de gobernar porque, una vez más, se demostró que mercadotecnia no es lo mismo que comunicación política.
- Equipo de gobierno fracturado. Uno de los principales errores de diseño de su gobierno fue formar un gabinete de “cuotas y cuates” que ha sido altamente ineficaz. Los incentivos de la división entre los secretarios y subsecretarios, y entre los distintos secretarios (basta observar la guerra soterrada entre Luis Videgaray y Miguel Angel Osorio Chong), han crecido. En la medida que crece la percepción pública de la debilidad de Peña Nieto, también se incrementan las fracturas en su equipo de gobierno. Basta observar la reciente encuesta del periódico Reforma. Prácticamente todos sus secretarios de Estado están reprobados frente a la opinión pública. Y eso no es el resultado de un complot sino de un autoboicot.
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