Miles de personas de diversos grupos indígenas llegan a la Ciudad de México con la expectativa de superar la miseria padecida en sus pueblos de origen.
Pero en la capital del país apenas encuentran comida de mala calidad y trabajo precario, cuando lo hay. Sin tierra, son los olvidados en la gran urbe: aquí enfrentan discriminación, abuso y pobreza urbana.
Contralínea. El Inegi estima que son aproximadamente 120 mil; pero la Sederec, del Gobierno del Distrito Federal, señala que son más de 400 mil y reconoce que no ha destinado los recursos suficientes para los programas de atención a los pueblos originarios
Y es que mientras los indicadores del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) apuntan que en el Distrito Federal hay 122 mil 411 personas de 5 años y más que hablan una lengua indígena (lo que representa menos del 1 por ciento de la población), la Secretaría de Desarrollo Rural y Equidad para las Comunidades (Sederec), del gobierno capitalino, tiene registro de 400 mil indígenas migrantes que viven aquí.
Inegi también documenta que de cada 100 personas que declararon hablar alguna lengua indígena, 14 no hablan español. Los datos oficiales muestran que el náhuatl es la lengua más hablada, con 33 mil 796 personas. Le siguen el na’saavi (o mixteco), con 13 mil 259; el hñahñú (u otomí), con 12 mil 623; y el ha shuta enima (o mazateco), con 11 mil 878 hablantes.
Expone que la falta de empleo y la alimentación precaria que enfrentan los pueblos originarios responden a que el nivel de vida en la capital es caro. Antes se les veía en el comercio informal, ahora ya no está permitido, dice en entrevista con Contralínea.
El documento La comunidad indígena en el contexto urbano. Desafíos de sobrevivencia, elaborado por el Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública (CESOP), de la Cámara de Diputados, sugiere que para 2025 el 55.2 por ciento de la población total del país se concentrará en zonas metropolitanas. Los indígenas no quedarán al margen de esta tendencia, ya que uno de cada tres vive hoy en ciudades.
La investigación del CESOP indica que “las comunidades indígenas del país, en su gran mayoría, se encuentran en condiciones de marginación y pobreza: carencia de servicios públicos, ausencia de instituciones educativas y de salud, cuestionable respeto a sus derechos humanos y sociales, el olvido, el desempleo y niveles de desarrollo humano por debajo de la media nacional. Éstos son tan sólo algunos de los problemas que las caracterizan.
“La falta de oportunidades, los bajos niveles de desarrollo humano, la marginación y la pobreza se convierten, por tanto, en un incentivo para que la población indígena decida dejar sus territorios y migre hacia los centros urbanos.”
Carlos Salvador Ordóñez Mazariegos, antropólogo e investigador de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, dice en entrevista que el estudio del fenómeno migratorio al Distrito Federal se ha abordado desde antes de la década de 1960 como resultado de las crisis económicas y el abandono del campo por parte del Estado. “El fenómeno migratorio es multicausal, pero la crisis económica lo detona, se acentúa después de la instalación de las políticas neoliberales”, expone.
“Vemos cómo llegan y viven sumamente precarios, con empleos de salarios bajos, subempleos. Construyen una red social de manera que todas las necesidades básicas esenciales sean resueltas entre todos ellos. Recrean sus propios procesos al interior de la ciudad y mantienen su membresía étnica, celebran sus fiestas patronales y crean una multilocalidad de su identidad”, comenta Ordóñez Mazariegos en entrevista con Contralínea.
Sin embargo, dice, no existe una ley expresa respecto de las comunidades indígenas que viven al interior de la Ciudad de México, y esto es una deuda histórica. Con esa ley no sólo se trataría de hacer una visibilización de los grupos, sino de los derechos que tienen para acceder a la salud, educación y a una vida digna.