Foto: «Pensamiento de sol«, Raúl Castellanos Contreras,
Cerro de la Luna, 2015
Si acaso el ángel desplegara
la sabana final de mi agonía
y levantara el sueño que me diste, oh vida,
un sueño como ave perdida entre la niebla,
igual al pez que no comprende
La ola en que navega
o el peligro cercano con las redes;
si acaso el ángel frente a mi dijera
la última palabra, la decisión mortal de mi destino
y plegando las alas junto a mi cuerpo hablara,
como cuando el rocío desciende lento hacia la rosa
al dar el primer paso la mañana,
ya miraría en mi sangre
el negro navegar, la noche incierta,
el pájaro que sufre sin sus alas
y la más grave lentitud: la muerte.
Aun cerca de la íntima agonía
estás, oh muerte, clara como espejo;
más abierta que el mar,
más segura que el aire que entro por la ventana,
mas mía y mas ajena
por mi sangre y mis brazos
en esta soledad.
Estás tan fértil como niño
que, angustiado, llora antes de ser,
entre la sangre siendo
y por la piel más vivo que la piel;
te llevo como árbol, tierra y cauce,
y eres la savia pura,
la flor, la espuma y la sonrisa,
eres el ser que por mi sangre es
como la estrella última del cielo.
Si acaso el ángel sigiloso
abriera la ventana
te miraría salir interminablemente
como un tiempo cansado
hacia su sombra vuelto,
como quien frente al mundo se pregunta:
“¿en qué lugar esta mi soledad?
Si acaso el ángel me mirara,
abierta ya la niebla de mi carne,
sin nubes, sin estrellas,
sin tiempo en que mecer la luz de mi agonía,
encontraría tan solo a ti, oh muerte,
llevándome a tu lado, fiel;
te encontraría tan sola a ti, sin mí,
ya si cuerpo ni voz,
sin angustia ni sueños,
te hallara entonces pura, oh muerte mía.
Alí Chumacero. Poeta, editor y académico de la lengua; precursor de la poesía poética mexicana y uno de los poetas más grandes del siglo XX. Nació en Acaponeta, Nayarit en 1918. La mayor parte de su obra poética la contienen sus libros Paramo de sueños (1944), Imágenes desterradas (1948) y Palabras en reposo (1956).