El accidente provocado por una sola máquina puede destruir un ecosistema que ha sido manejado por el hombre desde hace más de dos mil años. Un ecosistema que forma parte de nuestra cultura y de nuestra identidad.
De Luis Zambrano para Nexos
Regeneración 13 de enero del 2016.- El penúltimo día del 2015 fue dañada una de las principales tuberías que alimenta de agua el humedal de Xochimilco, según una denuncia de la delegación. Aparentemente la Comisión Federal de Electricidad (CFE) estaba haciendo trabajos cerca del lugar y excavó de más. Por más de 15 días tanto la CFE como el organismo encargado de regular el agua en Xochimilco, el Servicio de Aguas de la Ciudad de México (SACMEX), repararon la tubería, pues el daño es monumental. Xochimilco se quedó sin entrada de agua por dos semanas, lo que causó una disminución entre 45 y 70 centímetros en el nivel de agua.
Si Xochimilco tuviera tres metros de profundidad, el problema sería grave, pero el promedio de los canales es de un metro, por lo que este evento es catastrófico para el ecosistema. En algunos lugares los canales están completamente secos, mientras que en el resto se podría caminar pues el agua llegaría máximo a las rodillas. Los resultados para los habitantes y para la biodiversidad son devastadores.
Por un lado, la economía que se basa en el turismo se está viendo afectada pues sin canales para navegar es difícil pasear turistas en trajineras. Por otro lado, los productores de hortalizas y flores tienen problemas para llegar a sus chinampas y la reducción del agua puede generar tierras muy secas, por lo que las cosechas pueden perderse.
Aunque la diversidad también se afecta. Las plantas y los animales que están acostumbrados a vivir en lagos y humedales que se secan total o parcialmente, como el Lago de Cuitzeo, han desarrollado estrategias para sobrevivir los tiempos secos. Sólo que históricamente Xochimilco ha sido uno de los lagos más permanentes de la cuenca, así lo dicen las crónicas de Alexander Von Humboldt. Por lo tanto, sus animales y plantas acuáticas no están acostumbradas a que en 15 días les quiten el agua, reduciendo la zona donde viven. Es posible que por ello, exista algún tipo de reducción de poblaciones de plantas y animales en las próximas semanas o meses.
Quizá unos de los que más sufren sean los pocos axolotes que quedan. Un animal que respira por la piel y cuyas branquias están por fuera es muy sensible a los cambios del agua. Por ejemplo, el aumento en la salinidad le puede afectar la piel, más contaminantes concentrados en poca agua pueden generar infecciones externas. Otros de los animales que pueden estar sufriendo son los pelícanos que migran aquí cada invierno. Con tan poca agua, los peces deben de estar escondidos o muertos y, por lo tanto, no existe mucho alimento para estos grandiosos animales que nos visitan desde Canadá cada año para refugiarse del frío. Estos dos animales son sólo ejemplos de la posible reducción de biodiversidad que podría suceder en el mediano plazo por este accidente ocasionado por la CFE. Una evaluación en los próximos meses nos podrá decir los efectos en el largo plazo que este accidente ha tenido en la biodiversidad de Xochimilco.
Vale la pena reflexionar cómo es que el accidente provocado por una sola máquina puede destruir un ecosistema que había podido ser manejado por el hombre desde hace más de dos mil años. Un ecosistema que forma parte de nuestra cultura y de nuestra identidad. Es paradójico que ahora en esta era de la tecnología, se pueda afectar tanto un ecosistema en sólo días. Para eso quizá hay que pensar cuál ha sido la filosofía del manejo de Xochimilco en las últimas décadas.
Durante la primera mitad del siglo pasado fuimos erosionado las entradas naturales de agua a Xochimilco. Desde los ríos que venían de los deshielos de los volcanes hasta los manantiales que proveían de agua de las sierras, le robamos agua a las fuentes que alimentaban este humedal retratado de manera magistral por el Indio Fernández en “María Candelaria”. Después de esta película, Xochimilco se quedó con muy pocas fuentes de agua. Para solucionar la reducción del líquido, en la década de los 80 se decidió que Xochimilco se podía alimentar de agua de planta de tratamiento de Cerro de la Estrella. En estos años se realizó toda la ingeniería para que esta planta vertiera parte de sus aguas en el humedal. Esto le dio un respiro a los canales de Xochimilco rellenándolos de agua, aunque fuera de baja calidad. Pero también le dio el permiso a los capitalinos para capturar las últimas entradas de agua que tenía este humedal.
El otro costo de esta maniobra de la ingeniería hidráulica ha sido que todo un ecosistema dependa de que no suceda algún accidente y del mantenimiento de una planta de tratamiento (lo cual no siempre sucede, como los estudios de la Dra. Mazari del Instituto de Ecología han demostrado). En resumen, con esta visión hídrica del modernismo urbano capitalino, hemos puesto todos los huevos en una canasta sobre un chivo nervioso dentro una cristalería.
Los accidentes siempre ocurren, como también estamos sujetos a las catástrofes naturales. Pero bajo esta visión hídrica un accidente puede afectar a todo un ecosistema y con ello a miles de personas. Esta misma filosofía de tubos y plantas de tratamiento sigue en nuestra sociedad. Ahora es la que prepondera en las obras hidráulicas que evitarán que el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México y colonias vecinas se inunden.
Estamos a tiempo de repensar si este tipo de filosofías son las adecuadas. Por ejemplo, desde hace ya varios años existen proyectos de la Universidad Autónoma Metropolitana que sugieren restaurar el flujo del Río Amecameca para mejorar la vida chinampera de Tlahuac y Chalco, y me atrevo a incluir a Xochimilco. Esto sería volver a visualizar a la naturaleza como una aliada en lugar de luchar contra ella con bombas y tubos que se descomponen y se rompen. Trabajar con la naturaleza de aliada no promueve cortar listones, pero está más cercano al desarrollo que lo que tenemos ahora: un Xochimilco seco y en peligro.