Brasil, los Sin Tierra reescriben historia del cacao en Bahía

4 congresso nacionalk mst - brasilia - df - agosto 2001 Credito: arquivo MST

Por Ana María Amorim/MST*

Las grandes propiedades de tierras fueron abandonadas, después del intento frustrado del gobierno de financiar la continuidad de la producción. Fue así que la “escoba de bruja” finalizó un ciclo de riqueza en el sur de Bahía, y se estima que ocasionó el desempleo de más de 200 mil trabajadores que dependían del cultivo del cacaotero para sobrevivir.

En este escenario, las familias expulsadas de las grandes propiedades de tierra se unen en tanto miembros del MST [Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra] para continuar con la producción agrícola en la región, ocupando los latifundios abandonados por los coroneles y sus familias. Ésta es la historia común de muchos asentamientos de la región, como Terra Vista y Nova Aliança, en las proximidades de Arataca, Ojeferson Santos y Loanda, cercanos al municipio de Itajuípe.

Uno de los más antiguos del Estado, el Asentamiento Terra Vista, comenzó con 300 familias, que acamparon en una hacienda abandonada de 904 hectáreas en marzo de 1992. La toma de posesión vino en 1995, junto con el desafío de estructurar la producción en la hacienda.

En Terra Vista, una historia de intentos y errores marcó el comienzo del asentamiento. El MST procuró trabajar en la producción de cacao, la piscicultura y la siembra de café, banana, mandioca y ananá (este último para la producción de dulces, en una pequeña fábrica montada en el asentamiento).

El área, sin embargo, continuaba devastada por la “escoba de bruja” y las inversiones del Estado no llegaban para que se pudiera invertir en el área. Con esto, a fines de la década de 1990, los asentados fueron de a poco perdiendo la producción y la piscicultura fue abandonada. La historia se transforma cuando el Movimiento, con el apoyo de la Cooperativa de Productores Orgánicos del Sur de Bahía (Cabruca), comienza a invertir en la producción orgánica.

La agroecología y el sello orgánico

Para mostrar que era posible el camino orgánico, el MST y la Cabruca hicieron un experimento. “Separamos una hectárea del asentamiento para el cultivo de cacao realizado de forma 100% orgánica. En seis años, los datos probaron la eficacia del método: pasamos de 3,3 arrobas de cacao por año a 92 arrobas”, relata Francisco Vilas, coordinador del asentamiento.

Se probaron 10 tipos de clones de cacao y, después del análisis, se seleccionaron los cinco mejores para la región. Actualmente, seis asentamientos en la región tienen el sello de Inspecciones y Certificaciones Agropecuarias y Alimenticias (IBD), que garantiza que el producto cultivado en el área es producido orgánicamente, o sea, sin ningún uso de producto químico.

Así, toda la producción de los asentamientos (cacao, copoazú y hortalizas, por ejemplo) puede ser comercializada con este sello. Reconocido internacionalmente, el sello contribuye a la valorización y comercialización de la producción.

La producción orgánica también trajo un cambio en la forma de pensar el producto final del asentamiento. Antes, los productores vendían las semillas del cacao. La nueva meta, mediante una asociación del Sistema Agro Forestal (SAF) con el Centro Estadual de Educación profesional del Campo Milton Santos, prevé que el asentamiento provea el cacao fino, producto más valorizado y de mejor calidad.

En el futuro, el MST pretende tener su propia producción de chocolate, que hoy depende de asociaciones externas. Para Solange Santos, una de las coordinadoras del asentamiento, se trata de una nueva visión de la agricultura. “Cambiamos la visión del coronel de plantar, recoger y vender a una visión que cuestiona qué se plantó y cómo se plantó, transformando los antiguos hábitos y agregando conocimiento a nuestra producción”, dice.

“Caminamos ahora para que la producción sea completamente agroecológica, lo que significa cumplir el trío: ser socialmente justa, económicamente viable y ambientalmente correcta”, explica Anderson Oliveira, técnico del sector regional de producción.

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En el vivero del Asentamiento Tierra Vista, se producen cerca de 100 mil mudas por año, en su mayoría cacao, copoazú y plantas nativas. La región de floresta corresponde a casi un tercio de la hacienda, y regiones devastadas por el antiguo dueño, como las áreas de matas ciliares y de morro, fueron reforestadas por los asentados.

También se está intensificando la producción propia de abono orgánico, integrando todas las etapas de la producción dentro del asentamiento. En la producción específica del cacao, la forma en que las semillas son secadas también se está uniformando en los asentamientos, que de a poco van abandonando el secado a leña (que se realiza con madera certificada como propia) y el proceso de barcazas (estructuras desarrolladas para el secado, sin vapor), técnicas que serán sustituidas por las estufas, que ya se están montando en los asentamientos. La meta es aumentar en cuatro salarios mínimos el rendimiento mensual de las familias, fruto del aumento de la productividad, previsto con el uso de nuevas técnicas.

Relación con la comunidad

Los asentamientos tienen una relación estrecha con las comunidades circunvecinas. Eso se verifica, por ejemplo, mediante la participación en el Programa Nacional de Alimentación Escolar (PNAE). Adhiriendo a este programa, la Reforma Agraria garantiza parte de la merienda escolar de los municipios.

Los asentamientos también suelen integrar el Programa de Adquisición de Alimentos (PAA), acción del Programa Hambre Cero, que pone a disposición alimentos producidos por la agricultura familiar a las poblaciones en situación de inseguridad alimentaria. De esa manera, las familias asentadas colaboran con nueve entidades de la región, ayudando a alimentar a más de 6 mil personas.

La producción del chocolate orgánico también ayudó a la comunidad a conocer mejor la actuación del Movimiento. “El cacao quedó desacreditado durante mucho tiempo, porque representaba la historia de opresión de los coroneles y de la deforestación de la floresta nativa. Ahora, con el reconocimiento de la producción cacaotera, que viene también con el chocolate orgánico, renace la historia del cacao, sin los rasgos que antes tenía”, dice Josival Borges, del sector de Producción Regional.

En 2012, por ejemplo, el chocolate orgánico producido por los Sin Tierra estuvo presente en Río+20 y en el Salon du Chocolat (el mayor evento de chocolate del mundo), realizado en Salvador. Con el éxito del producto, representantes del asentamiento participaron del mismo evento a fines de octubre en París, Francia.

Educación

Además de la producción agrícola y sus productos, el Movimiento interactúa con las comunidades y con los asentados mediante la educación. En el Asentamiento Terra Vista, la estructura de la educación incluye a los niños y jóvenes del campo y de las comunidades urbanas. En la educación infantil, la Escuela Municipal Florestan Fernandes atiende la formación hasta el 5º año de la escuela primaria.

Para el nivel medio y técnico profesionalizante, los estudiantes frecuentan el Centro Estadual de Educación Profesional del Campo Milton Santos, donde pueden cursar Zootecnia, Agroecología, Informática, Medio Ambiente y Agroextractivismo. El Centro también tiene una sala de informática, a través del programa estadual de Centros de Ciudadanía Digital.

“Los cursos profesionalizantes son abiertos a la comunidad vecina, ayudando a las ciudades a tener acceso a esa educación. Nuestra meta es no sólo crear mano de obra sino también profesionales calificados capaces de tener una posición crítica en el mundo”, dice Mara Ribeiro, coordinadora regional de Educación del MST.

Fuera del asentamiento, hay oportunidades en la enseñanza superior. Esto ocurre mediante el Programa Nacional de Educación en la Reforma Agraria (Pronera). En colaboración con la Universidad Estadual de Bahía (Uneb) y con el Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria (Incra), los Sin Tierra logran cursar la educación superior en el curso de Agronomía.

Teniendo como base el modo de vida en el campo y sus singularidades, la pedagogía adoptada en esos cursos es de alternancia, lo que permite conciliar el trabajo rural con los estudios.

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A pesar de las garantías conquistadas, el MST todavía enfrenta dificultades para mantener los proyectos. “Estamos sufriendo algunas pérdidas. Por ejemplo, tuvimos una reducción en el apoyo del gobierno a algunos proyectos de educación. Internamente, esta pérdida se refleja en la dificultad de mantener un trabajo de formación política de los formadores, lo que configura un desafío para la organización del colectivo de educación en el asentamiento”, dice Mara Ribeiro.

El desafío al que se refiere cuenta con algunas iniciativas. Mensualmente, durante dos días, los asentados se reúnen en un seminario para planear las actividades de la producción agrícola. Este momento se extiende también a la educación con un espacio de formación, en el intento de aliar la educación al trabajo. “Involucramos a los niños en las tareas de la huerta, además de dividirnos las actividades entre todos: hombres y mujeres. El momento también ha sido aprovechado como un espacio de reflexión del movimiento”, dice Mara.

Actualmente, la principal meta en la educación es garantizar que las escuelas trabajen en turno integral, con actividades pedagógicas para el tiempo libre. La estructuración de la biblioteca del Centro Milton Santos también es uno de los próximos pasos a dar por parte de las familias, con la finalidad de traer al asentamiento actividades y cursos artístico-culturales.

Una nueva historia para el cacao

Los asentamientos representan un cambio radical en el escenario de la producción agrícola local. El asentado Cipriano Ventura dos Santos, del Asentamiento Ojeferson Santos, vio los cambios de cerca.

“En la época de los coroneles, éramos casi cautivos, sin ninguna prerrogativa. Vendíamos en el día para comer y no teníamos derecho a hacer ni un cultivo”, dice Cipriano, que comenzó a trabajar a los 11 años en los cultivos de cacao, recibiendo un cruzeiro por día. “Hoy gano más y administro mi tiempo, sin ningún jefe de grupo supervisando”, completa.

En el vivero se producen 100 mil mudas por año.

En el tiempo de los latifundistas del cacao, la educación no formaba parte de los planes de los trabajadores. “Mi padre no estaba en condiciones de ponerme en la escuela, decía que la escuela de los niños era el cultivo. Cuando aprendí a escribir mi nombre, ya era padre. Hoy mis hijos saben leer”, relata Santos.

João da Silva Meira, asentado del Ojeferson Santos, también trabajó en las plantaciones de cacao de los coroneles. “Hoy la vida es mucho mejor, porque no necesitamos trabajar para los otros e incluso ayudamos al abastecimiento de la ciudad. Pero también necesitamos que el gobierno nos dé crédito y fortalezca las políticas públicas aquí, falta mirar con más atención nuestra realidad”, dice.

La nueva historia del cacao promete nuevos frutos. El asentamiento de Cipriano, por ejemplo, busca asociaciones para que la inversión en la producción orgánica pueda continuarse en la región, así como estructura para que otros cultivos ayuden a los ingresos del trabajador rural, tomando como ejemplo la producción de harina de mandioca. Terra Vista y Nova Aliança buscan ampliar la producción agroecológica e introducir nuevas tecnologías que contribuyan en ese rumbo.

La lucha del MST, por lo tanto, cambia la ropa del coronelismo, de la concentración de riqueza y del latifundio del pasado de la región por una historia de integración, agroecología y educación para los trabajadores rurales.