De liberales a conservadores: el ocaso de la intelectualidad neoliberal

#Opinión Necesitamos intelectuales íntimamente vinculados a las necesidades de la sociedad y que desarrollen un compromiso real con las clases subalternas agraviadas por la dominación neoliberal.

 

 

De liberales a conservadores: el ocaso de la intelectualidad neoliberal

Por Pablo Rojas

 

En un país en el que hay tanta pobreza, tanta desigualdad, tantas injusticias como sucede en México, las rebeliones están a la orden del día. Por eso las clases dominantes necesitaron durante años plumas en los periódicos y en los libros, voces en la televisión y en la radio que fungieran como intelectuales orgánicos para la conservación del régimen.

El chayote no era una cosa de actitud, era una institución construida a lo largo de décadas. En condiciones de tanta pobreza, la ideología era crucial para mantener la hegemonía del poder, de tal manera que se conservara el orden de cosas completamente intocable. Como no podían dar pan necesitaban circo, mucho circo. A falta de una realidad mejor era necesario tener arruinado el pensamiento, crear brujos que hechizaran con fantasía y esclavizaran con mentiras.

Históricamente todos los regímenes y bloques de poder han necesitado de cohesión ideológica porque nadie puede sostenerse solo a través del poder de las instituciones o del ejército, todo bloque de poder requiere de un colchón de ideas que haga que la población acepte activa o pasivamente la dominación.

En México lo que ocurrió durante años de saqueo y de autoritarismo neoliberal fue la extrema necesidad de contención ideológica. Eso explica la importancia de personajes como Enrique Krauze, Aguilar Camín, Jorge G. Castañeda, Roger Bartra, Isabel Turrent, Soledad Loaeza o José Woldenberg. Sus escritos no solo tergiversaban la historia para justificar el actuar del neoliberalismo, también sirvieron como legitimadores de aquel orden de cosas justificando lo injustificable. Que no se nos olvide la Operación Berlín, a través de la cual Krauze recibió importantes sumas para articular una campaña de desprestigio contra AMLO previo a las elecciones de 2018. Aquella operación no es importante por haber sido la primera, obviamente eso ha sucedido durante años -empezando por el linchamiento en el desafuero de 2005-, sino porque hizo evidente lo que todos sabíamos: la fabricación de ideas venía del poder del dinero de las clases dominantes. El neoliberalismo es antítesis de la democracia, que no se nos olvide. Ellos lo que defienden no es la democracia en general, sino una democracia de unos cuantos en donde ellos ganaban grandes sumas.

Tiene razón Andrés Manuel cuando dice que son tiempos en que los que los que se decían “liberales” e “independientes del poder” se muestran como lo que realmente son: conservadores. El desplegado reciente es un llamado a todas las derechas a rescatar y conservar el neoliberalismo que se resquebraja ya sin credibilidad, sin legitimidad alguna ante el actuar de un gobierno honesto que está consiguiendo a marchas forzadas el saneamiento y rescate nacional mínimo. La era de los viejos falsificadores ideológicos se va terminando. Estamos a unos días de que Lozoya debute como cantante y podamos conocer más de aquel mapa de corrupción que mantuvo en el oscurantismo al país durante décadas y eso no puede generarles otra cosa más que miedo.

Hay que mencionar también que con un régimen gravemente herido, y asistiendo con ese desplegado a un franco ocaso de la intelectualidad neoliberal, quedan preguntas en el aire: ¿qué tipo de intelectuales vendrán a ocupar los espacios que van a ir quedando vacíos?, ¿tendrán características similares?

Lo primero que hay que contemplar es que sin dinero estatal financiando falsificadores esperemos encontrarnos ante una nueva generación intelectual de personas con mayor ética y honestidad para plasmar ideas. Son nuevos tiempos en los que el chayote-institución pierde su valor central. Las ideas no deberán estar más en venta.

Lo otro es que urgen intelectuales organizadores, personajes no ajenos al movimiento real de la sociedad en el barrio, en los espacios laborales o en los hogares. Necesitamos intelectuales íntimamente vinculados a las necesidades de la sociedad y que desarrollen un compromiso real con las clases subalternas agraviadas por la dominación neoliberal. Necesitamos intelectuales todo-terreno inmersos en la lucha y en las demandas de los sectores más desfavorecidos, sensibles también con las nuevas voces y los cambios que van emergiendo y ocupando con más ahínco nuevos lugares en la escena pública. Si esos nuevos intelectuales logran representar y ser parte activa del movimiento social entonces estaremos construyendo nuevas ideas en la transformación. Ni realidad sin ideas ni ideas sin lucha.