Regeneración, 29 de abril del 2016.-Para romper tabúes, comencemos con los resultados del informe Kinsey que, aunque adolezca de problemas metodológicos y técnicos, ha coincidido en gran medida con los estudios posteriores que sobre la conducta sexual masculina han realizado otros investigadores de diferentes países. En su estudio: El comportamiento sexual en el hombre (de 1948), publicado sobre la base de más de 5.300 entrevistas a hombres de raza blanca, Kinsey concluye lo siguiente:
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El 37% de los hombres tuvo alguna vez orgasmo con otros hombres.
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El 13% de los varones sintió deseos homosexual es por otro hombre, sin que se produjera por ello contacto físico alguno.
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El 25% tuvo contactos homosexuales frecuentes entre la edad de 16 a 55 años.
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El 18% mantuvo igual número de relaciones heterosexuales que homosexuales durante un período mínimo de 3 años, entre las edades señaladas.
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El 10% tuvo una conducta estrictamente homosexual durante un período de tres años consecutivos como mínimo y entre las edades señaladas.
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Sólo un 4% tuvo una conducta estrictamente homosexual durante toda su vida.
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La homosexualidad existe en todas las capas sociales.
En su trabajo de 1953 sobre el Comportamiento sexual en la mujer, Kinsey realizó 5.490 entrevistas a mujeres de raza blanca, de las que concluyó:
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Un 13% de mujeres había experimentó orgasmo homosexual a partir de la adolescencia.
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Sólo un 3% de las mujeres fueron predominantemente homosexuales durante un período de 3 años como mínimo.
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La mujer, en contraste del hombre, no es promiscua y en el 71% de los casos tiene relaciones homosexuales sólo con una o dos compañeras.
Estas conclusiones difieren radicalmente de las ideas que sobre la homosexualidad se tuvo antes y, por lo tanto, la homosexualidad no es una excepción ni una patología mental; como lo confirmarían Churchill, en 1967, y Silverstein, Martin y Lion, en 1972, para quienes la mayoría de los homosexuales se identifica con su propio sexo y no con el afeminamiento en el varón o la masculinización en la mujer.
La Organización Mundial de la Salud excluyó la homosexualidad como enfermedad, el gobierno del Reino Unido hizo lo propio, lo siguió el Ministerio de Salud de Rusia y la Sociedad China de Psiquiatría. La Asociación Norteamericana de Psiquiatría se pronunció de manera unánime por retirar la homosexualidad del grupo de trastornos o desviaciones sexuales. Desde 1973, la ciencia internacional considera que no es una enfermedad la homosexualidad; sin embargo, la situación legal y social del homosexual varía mucho de un país a otro y frecuentemente es objeto de polémicas
La Homosexualidad
La homosexualidad es el comportamiento, la interacción sexual o atracción erótica hacia individuos del mismo sexo. La palabra homosexual es un híbrido del griego “homo”, que significa igual, y del latín “sexualis”, o sea, una relación carnal y sentimental entre personas del mismo sexo, incluido el femenino, en cuyo caso se dice también “lesbianismo” o “lesbianidad” y los adjetivos correspondientes son “lésbico” y “lésbica”. Estos términos provienen de Grecia, de la isla de Lesbos, donde la poetisa Safo escribió apasionados poemas dedicados asus amigas, lo que valió la reputación de homosexual.
No se conoce sus causas, aunque algunas teorías apuntan a que la homosexualidad es innata en el ser humano. Tampoco se sabe con exactitud el papel que en ella juegan la herencia genética y las experiencias sexuales durante la niñez, infancia y pubertad. Numerosos estudios sostienen que la homosexualidad ha existido en las culturas antiguas y se da en todas las razas, en cualquier nivel social y en todas las épocas. La homosexualidad se observa en los animales, incluidos los primates superiores.
El término homosexual fue empleado por primera vez por Karl-Maria Kertbeny en 1869 y se popularizó desde la publicación del libro “Psychopathia Sexualis”, de Richard von Krafft-Ebing, uno de los padres de la psiquiatría moderna. A partir de entonces, la homosexualidad se ha convertido en el objeto de intensos estudios y debates. Inicialmente se la catalogó como una enfermedad, trastorno o patología que había que curar, pero en la actualidad se la entiende como algo indispensable para comprender la biología, la psicología, la política, la genética, la historia, las variaciones culturales y las prácticas sexuales de los seres humanos.
Inicialmente, la psiquiatría incluyó la homosexualidad entre los trastornos que podían y debían ser tratados. Richard von Krafft-Ebing, en su “Psychopatia Sexualis”, la consideró una enfermedad degenerativa. Freud incluyó la homosexualidad entre las “perversiones” o “aberraciones sexuales”, la equiparó al fetichismo y las prácticas sádicas-masoquistas y llamó patológica incluso la condición de homosexual. Para él, la homosexualidad era una manifestación de la falta de desarrollo sexual y psicológico, un comportamiento previo a la “madurez heterosexual”. Posteriormente reconsideró su posición y no dudó en afirmar que la homosexualidad “no es un vicio, ni un signo de degeneración, y no se la puede clasificar como enfermedad”. Señaló que perseguir al homosexual es una “gran injusticia y una crueldad” y que el psicoanálisis, a lo sumo, servía para devolver la armonía a una persona que se sentía infeliz o neurótica, independientemente de si era homosexual o no.
Adler y Jung discordaron con Freud drásticamente. Posteriores psicoanalistas no sólo no modificaron estos juicios sino que los acentuaron, a la vez que recomendaron aplicar una terapia reparativa. A mediados del siglo veinte, Sandor Rado afirmó que la homosexualidad era un trastorno fóbico hacia las personas del sexo opuesto, por lo que era susceptible de ser tratada como fobia. En los años sesenta, Irving Bieber, basado en su experiencia de trabajar con un considerable número de homosexuales, afirmó que la homosexualidad es un trastorno psicológico derivado de relaciones familiares patológicas durante el período edípico. En esa misma década, Charles Socarides defendió, por el contrario, la tesis de que la homosexualidad se originaba en una época pre-edípica y que, por lo tanto, resultaba mucho más patológica de lo que se había pensado hasta ese entonces. Por estas razones, los estudios del doctor Kinsey fueron duramente criticados por toda la psiquiatría de su tiempo.
En cambio Joan Roughgarden, profesora de biología de la Universidad de Stanford, sostiene que la homosexualidad es una selección social. Esta teoría niega la reducción de la diversidad sexual a dos sexos, uno masculino agresivo y otro femenino cohibido, y con numerosos ejemplos del reino animal y de diversas culturas, muestra que en la naturaleza hay casos sorprendentes de sexualidad: peces que de ser necesario cambian de sexo, mamíferos que tienen ambos órganos de reproducción. Afirma que la existencia de los homosexuales, los transexuales y los hermafroditas no es más que la variación natural de la diversidad mostrada por los demás animales.
Homosexualidad en la población
Ahora se sabe que quien tiene una orientación heterosexual puede ocasionalmente sentir deseos hacia personas del mismo sexo, del mismo modo que el homosexual puede sentir deseos ocasionales hacia las personas del sexo opuesto. También hay homosexuales que mantienen relaciones heterosexuales debido a la intolerancia de la sociedad. La represión, la homofobia y las posturas religiosas obligan al homosexual
a esconder su orientación y fingir una heterosexualidad que realmente no posee; sin embargo, el doctor Joseph Nicolosi y otros autores sostienen que si un homosexual oculta su homosexualidad, no se debe tanto a la represión del medio, al que atribuyen un factor secundario, sino a que la homosexualidad por sí misma representa para él una condición de incompatibilidad tanto con las bases sociales establecidas como a su particular sistema de valores morales, es decir, que existe un conflicto entre lo que se es y lo que se debe ser según la educación familiar que se haya recibido. Para algunos investigadores, el acto sexual con personas del mismo sexo no es una orientación homosexual sino un comportamiento homosexual. De esta manera, no todo el que desee a alguien del mismo sexo se identifica homosexual; algunos tienen relaciones sexuales con personas del mismo sexo, pero se definen heterosexuales. Entonces, es importante distinguir entre comportamiento e identidad homosexual, que no siempre coinciden; así, en lugares donde hay segregación por la actividad sexual, aunque el comportamiento de un individuo sea heterosexual, él mismo esporádicamente tiene relaciones homosexuales; algo que también se da por razones económicas.
La homosexualidad en Grecia y Roma antiguas
En Grecia se consideraba normal que un joven, entre la pubertad y el crecimiento de la barba, fuera el amante de un hombre mayor, que se ocupaba de su educación política, social, científica y moral, pero se consideraba raro que dos hombres adultos se amaran sexualmente; sin embargo, la relación entre Aquiles y Patroclo o entre Alejandro Magno y Hefestión eran consideradas normales. Cabe destacar que ser “pasivo” era mal visto por los griegos, pues lo suponían intelectualmente inferior al que asumía un rol “activo”; tampoco era bien vista la homosexualidad femenina, ya que para ellos: “la mujer estaba hecha para la reproducción y el hombre para el placer”. Puesto que el hombre era considerado más perfecto que la mujer, la unión entre dos hombres era superior a la de un hombre con una mujer y sólo se podía encontrar placer en la relación íntima entre dos hombres.
Aunque en la antigua Roma, Tácito y Suetonio consideraban la homosexualidad como un signo de degeneración moral e incluso de decadencia cívica, era relativamente frecuente que un hombre penetrara a un esclavo o a un joven, mientras que lo contrario se consideraba inmundo. Con respecto a Julio César se dijo que era “el hombre de todas las mujeres y la mujer de todos los hombres” y tanto Marco Antonio como Octavio tuvieron amantes masculinos.
La Homosexualidad en la Inquisición
Durante la negra etapa de la inquisición, la hoguera fue el suplicio al que se condenó generalmente al homosexual que cometía este pecado, llamado nefando. La Iglesia Católica persiguió la homosexualidad a lo largo de toda la Edad Media y acusó de usar esta práctica sexual a quienes quería eliminar por razones políticas. La persecución de los templarios, juzgados por entregarse a prácticas homosexuales y heréticas, es un ejemplo de este método. En circunstancias normales, los nobles rara vez fueron acusados de cometer estos delitos, que recaían casi enteramente sobre personajes poco importantes; tal vez sea la excepción el caso de Eduardo II, asesinado mediante la introducción de un chuzo al rojo vivo por el ano.
Mitos sobre homosexualidad
Con respecto al desempeño que se tiene durante una relación homosexual, existe el mito de que en estas parejas uno de los hombres adopta el rol de varón y el otro, el de mujer. De esta manera, el hombre más “varonil” es el considerado activo, mientras que el otro asume un papel pasivo y, por consiguiente, más femenino o afeminado. Este mismo mito se aplica también a las mujeres lesbianas, mientras que una tendría facciones, musculatura, actitud y ropas más masculinas, la otra sería más femenina.
En realidad sucede que se da toda una gama en esta viña mundanal, desde el activo que prefiere al afeminado, hasta el activo que le gusta el fortachón, pasando por todas las variantes que una imaginación rica pueda tener; pero, en la mayor parte de los casos, ningún homosexual es exclusivamente activo o pasivo y lo que sucede en una misma relación de pareja es dinámico y se modifica de acuerdo a la ocasión.