#Opinión: La endeble libertad digital

Por Miguel Martín Felipe

RegeneraciónMx.-Desde el sexenio de Enrique Peña Nieto se comenzaron a mostrar tímidamente los alcances de las redes sociales para influir en la política e incluso para desmentir las fake news. Bueno, incluso el entonces inocente público descubrió que los medios corporativos, con su discurso de cercanía con el público, de promoción de las tradiciones y de incorruptibilidad; eran capaces de difundir noticias falsas. Todo un cambio de paradigma.

La película La dictadura Perfecta (Luis Estrada, 2014) pretendió hacer una proyección hacia 2018, de cierta manera subestimando el potencial ciudadano de las redes sociales y planteando una historia en que la televisión conservaba su espeluznante dominio sobre el gobierno, como una especie de cínico triunfo del corporativismo más deshumanizado y con la complacencia de un pueblo aletargado.

Según Jenaro Villamil, en su libro La rebelión de las audiencias (2017) para 2016, Televisa había perdido un 45% de sus audiencias. Un porcentaje que sigue creciendo a causa del uso de redes sociales.

Por otro lado, resultaría igualmente riesgoso ensalzar sin filtros las bondades de las redes sociales como la comunicación del futuro, ya que, como se ha señalado en anteriores artículos, proveen una cantidad desmedida de entretenimiento prediseñado por grandes corporaciones, lo cual deviene en un fanatismo exacerbado, de cuyo influjo no logran sustraerse ni siquiera algunas figuras que cualquiera consideraría inmunes a regalarle sus valiosas e intelectuales horas a la invasiva cultura pop. Y es que realmente me ha sorprendido en su momento escuchar a Julio “Astillero” Hernández López comentando sobre lo enganchados que él y su esposa han estado con series como La casa de papel y El juego del Calamar en Netflix.

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Pero fuera de esa esclavizante oferta de entretenimiento 24/7 que, según mi opinión, no abona en mucho a la evolución intelectual de la sociedad, la práctica del llamado periodismo ciudadano, que consiste en el contraste, verificación e inmediata difusión viral de las noticias, así como el desmentido de fake news, es una práctica que cada vez se vuelve más natural y se lleva a cabo de una manera orgánica. Si bien la información sobre política no es más protuctiva que el entretenimiento en términos de tráfico de redes sociales, sí podemos atisbar que gracias a estas últimas, cada vez más personas están politizadas y tienen una opinión fundamentada. Incluso la oferta es tan igualitaria que se puede tomar partido entre los bandos que actualmente hay en México: los combatientes y los negacionistas del conflicto social.

En 1947, el teórico de la comunicación Kurt Levin acuñó el concepto de gatekeeper (guardabarreras) para referirse a aquellos que decidían qué pasaba y qué no en la criba de la comunicación masiva. Podríamos pensar que en el nuevo paradigma de las comunicaciones, donde la información fluye en todas direcciones y los creadores de contenido actuamos solo como nodos en los que convergen comunidades, no cabría la figura de alguien que se atreve a ocultar información o a callar voces, si lo ponemos en términos más románticos.

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Sin embargo, recientemente atestiguamos una de las más flagrantes afrentas al esquema de la comunicación comunitaria, pues YouTube, con sus truculentos y selectivos criterios de manejo de la información, ha afectado los canales de Sin Censura, concepto que Vicente Serrano ha cultivado desde cero y que se convirtió en un referente progresismo con un alcance tan masivo que por momentos se vuelve un rival invencible para los grandes corporativos que se unen en torno a derrocar el régimen de la Cuarta Transformación.

Sin Censura, espacio donde varios periodistas tenemos el honor de colaborar, ya no es una piedrita en el zapato, sino el rival a vencer para las grandes cadenas de medios tradicionales. El espacio de Vicente Serrano se recupera paulatinamente, pero debemos tener la mirada puesta en el futuro sin olvidar que estas plataformas aún pertenecen a grandes corporativos. Debemos generar un plan b y seguir en pie de lucha. La verdadera batalla por una sociedad igualitaria e informada no ha hecho más que comenzar.

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