#Opinión: Las consecuencias de un amor equivocado | Parte I

En un relato más de pesadilla, Luis Orlando Montané nos cuenta la historia de una joven a quien la vida le cobró caro haber abandonado todo por el amor de un hombre.

Luis Orlando Montané nos cuenta la historia de una joven a quien la vida le cobró caro haber abandonado todo por el amor de un hombre.
Foto: Especial

Por Orlando Montane Pineda

RegeneraciónMx, 15 de junio de 2022.- Esta macabra historia fue escrita por una amiga chilena llamada Jacqueline Sandoval, a quien conocí gracias a las redes sociales y los temas de miedo. Puedes encontrarla en YouTube como Relatos paranormales. ¡Búscala y síguela! Créeme que sus historias te van a encantar.

Las consecuencias de un amor equivocado

Él era toda mi vida y mi existencia. Jamás me pasó por la mente que pagaría mal a todo lo que sacrifiqué por él. Yo era una mujer normal y tranquila, pero todo mi mundo cambió cuando fui víctima de un ataque sexual. Habitualmente. se contaban historias en el pueblo de chicas que al salir solas eran expuestas a estos ataques pero, como todos, pensé que eso no me pasaría a mí.

Un día visité a una amiga y regresé a casa cerca de la madrugada. En el camino, un hombre mayor me acorraló y sin que nada que pudiera hacer, más que gritar, me entregué a mi terrible destino deseando mi rápida muerte.

Luego del ataque, del cual no quise decirle nada a nadie por vergüenza, me di cuenta que algo en mí estaba cambiando. Mi cuerpo ya no era el mismo y, claramente, un hijo estaba creciendo en mi interior. Pasaron los meses y di a luz a una niña sana y robusta, pero quise crear lazos emocionales con ella y la dejé a cargo de mi madre. Yo decidí partir a una gran ciudad para borrar aquel pasado de dolor.

Conseguí un trabajo de vendedora en una tienda de electrodomésticos. Me iba bien y lograba hacer grandes ventas, así que me gané la gracia de mis empleadores. En ese momento no tenía grandes planes para mi vida, solo trabajar para enviar dinero a mi madre para la manutención de mi hija.

Todo iba bien… hasta que lo conocí a él, a quién sería el amor de mi vida y a la vez mi maldición.

Manuel

Manuel era un chico introvertido y trabajador. Yo lo miraba de lejos, pero aun así él podía notar mi interés. Poco a poco se fue acercando a mí y logramos una amistad que en poco tiempo se convirtió en una historia de amor.

Con Manuel por primera vez me sentí feliz y amada. Él logró que todos mis miedos y pesadillas del pasado fueran borradas de mis mente. E incluso, mis planes de estudiar fueron reemplazados por los planes de él.

Cierto día recibimos la noticia del estado grave de su abuelita. Sin pensarlo renunciamos a nuestros trabajos para cambiarnos de ciudad y así estar en los últimos momentos junto a ella, quien lo había criado y por quién él sentía un gran amor.

Ninguno de sus hijos ni nietos quisieron hacerse cargo de ella, así que yo empecé a cuidarla para que Manuel estuviera tranquilo. La abuelita y yo creamos un gran lazo emocional, tanto que su muerte me devastó.

Pero, todo fue un caos cuando sus hijos me corrieron al enterarse de que me había heredado todo lo que tenía. Ellos nunca se ocuparon de ella. Yo renuncié a los bienes y se los otorgue a Manuel, mi gran amor.

Una vez traspasado los bienes, nos mudamos de vivienda. Y todo era felicidad, hasta que un día, después de muchos problemas en el trabajo, llegué a casa y… Manuel se había ido.

“Te agradezco todo lo que hiciste por mí y por mi abuelita, pero nuestra pasión se apagó hace un tiempo y yo ya no puedo seguir con esto. Después de pensarlo mucho he tomado una decisión y tú no eres la mujer para mi vida, ni yo el hombre para la tuya. No me busques ni trates de entenderlo, simplemente la vida es así. T deseo suerte y que seas feliz. Adiós y gracias”, decía una carta en la recámara.

El llamado

El abandono de Manuel solo dejó rabia en mi corazón. Pasaban los días no tenía noticias, solo rumores de que él ya estaba con otra mujer. Era su vecina, una chica que siempre se había dirigido de forma amable y que incluso me ofreció su amistad, diciendo que ella valoraba todo lo que hacía por Manuel y su familia.

Sola, engañada y furiosa, me sentí presa de la frustración y la desesperación. Tenía ganas de encararlo y reclamarle su engaño y descaro, pero él había cambiado su número, no tenía manera de volver a contactarlo.

Un día decidí invocar a su abuelita con una foto que conservé de ella. No tenía dudas de que acudiría a mí, así que le dije:

“Sra. Elena, necesito de su ayuda. Yo la cuidé hasta sus últimos días y no recibí el pago que usted me dejó renunciando a su herencia, pero ahora necesito de usted. Ayúdeme a recuperar a Manuel. Usted sabe cuánto lo amo, él no estará mejor con otra mujer más que conmigo. Ayúdeme, me lo debe”.

Al terminar, una fría brisa recorrió mi habitación hasta apagar a la llama de la vela que había encendido. Entonces, un olor a muerte llenó la habitación, por lo que pensé que esa era la señal de que mi súplica había sido escuchada. No negaré que sentí mucho miedo en ese momento, pero mi rabia era mayor que mi temor.

Así se repitió aquel ritual por siete noches seguidas. Aunque, sabía que no estaba bien lo que hacía, ya que estaba perturbando el descanso del alma, pero mi desesperación me hizo ignorar las consecuencias.

Después de los siete días recibí una sorpresa al salir de mi trabajo, ¡no lo podía creer!, era Manuel con un ramo de flores. Aquella noche hicimos el amor como en los comienzos de nuestra relación y nuevamente me sentí enamorada de él, y me convertí en su amante.

A las semanas me enteré que se había casado y que su mujer estaba embarazada. Volví a invocar la presencia de su abuela y le pedí que ese niño no naciera… y ella escuchó mi ruego. Perdieron al bebé.

Después de eso, Manuel y yo sólo nos veíamos para tener sexo. Pero empezó a tratarme muy mal:

“Me das asco, no sé por qué vuelvo a estar contigo. Te odio y te aborrezco. Tú no vales nada para mí”, me decía una y otra vez.

Después de esto se iba y me dejaba sumida en la ira y la depresión, luego me volvía a buscar y yo le volvía a corresponder para terminar en escenas similares. Así que decidí regresar a mi pueblo sin decirle a nadie.

Al llegar vi a mi hija. Estaba grande y hermosa, sus juegos y canciones me recordaban mi infancia y me enamoré de ella, pensando en cómo había perdido tanto tiempo luchando por el amor de un hombre dejando a mi hija de lado.

El pasado me alcanzó

Después de tres años, en que creí que mi pasado no me alcanzaría, comencé a sentir en cada noche la presencia de la abuela de Manuel. Sentía su olor a muerte y la brisa fría, y yo le decía que me perdonara por haber perturbado su descanso, pero que ya no quería nada, que ya me dejara en paz.

A las semanas mi hija comenzó a estar más débil, ya no comía ni jugaba, estaba triste y pálida, su salud empeoraba con el pasar de los días. Había contraído un virus que le causó un deterioro grave y estaba prácticamente desahuciada.

Ahí recién comprendí cuál era el verdadero dolor de perder un amor. El hecho de haber pasado por una desilusión amorosa era mínimo comparado con tener la noción de perder a un hijo. Lloré e imploré que la vida no me castigara con lo que más amaba, pero la vida hizo oídos sordos a mi súplica. Mi hija se iba apagando poco a poco, sin que nada pudiera hacer.

Continuará…
(Este viernes espera la segunda parte del relato)

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