Una fundación ‘benéfica’ vinculada a una asesoría financiera con base en el paraíso fiscal de Curazao corrió con los gastos del debut la banda de Jagger y Richards en Cuba… ¿por qué?
Regeneración 27 de marzo del 2016.- Los Rolling Stones actuaron el 25 de marzo en la Ciudad Deportiva de La Habana ante una audiencia de medio millón de espectadores. El quién, el cuándo y el dónde fueron los datos que circularon por todas las agencias desde que el 29 de febrero se confirmó la noticia. También el cómo: sería un macroconcierto gratuito. Pero la dimensión de ese cómo fue mucho más allá del repertorio interpretado y llevó a Nando Cruz del Confidencial, diario español, a indagar el verdadero porqué del concierto cubano.
Ante tan excepcional acontecimiento, la pregunta la pregunta esencial fue: ¿quién pagó?
El rock del ingeniero (fiscal)
El Gobierno cubano no está para costear un caché astronómico como el de los Stones y, aunque estuviera en disposición de hacerlo, cuesta creer que quisiera. Cuba no funciona como el Deutsche Bank, capaz de disponer de cuatro millones de euros, como hizo en 2007 para que la banda de Jagger y Richards actuase para seiscientos de sus clientes más selectos en el Museu Nacional d’Art de Catalunya. Los Rolling Stones no salen de casa si no hay mucho, muchísimo dinero de por medio. Y el coste estimado para el concierto de La Habana rondó los siete millones de dólares.
Según la revista ‘Billboard’, ni los Stones ni AEG, la empresa que lleva sus giras, obtendrán beneficios del concierto habanero. Sin embargo, la misma fuente habló del montaje para el que hubo que desplazar 61 ‘containers’, un Boeing 747 y 350 personas. Los promotores se llenaron la boca anunciando el concierto como un «abrazo histórico entre el pueblo cubano y la comunidad internacional musical», pero lo cierto es que los Stones lo llevó absolutamente todo. Cuba pone el público y los aplausos.
Tras este monumental despliegue estuvo la Fundashon Bon Intenshon, una fundación benéfica que lo mismo patrocina un equipo de fútbol para niños desfavorecidos que costea un orfanato o monta un festival de jazz con Sting, Rubén Blades, Chic, Stevie Wonder, Juan Luis Guerra, Alicia Keys y quien haga falta. Radicada en la isla de Curazao, parte de las antiguas Antillas Holandesas, la FBI (esas son sus siglas) es un proyecto filantrópico de Gregory Elias cuyas obras benéficas se desarrollan principalmente en la propia isla.
United Trust, transparencia y megayates
Elias es, a su vez, el presidente de United Trust, una de las asesorías financieras líderes de este paraíso fiscal caribeño. United Trust se presenta en el mundo de las altas y laberínticas finanzas mediante esta declaración: «Nos sentimos orgullosos de nuestra capacidad para cumplir las leyes que regulan algunas de las situaciones financieras más desafiantes en todo el mundo». Y acto seguido aclaran: «De hecho, las personas de United han ayudado a dar forma a las leyes que regulan el sector de servicios financieros». Es una forma sutil de sugerir a sus clientes que ellos saben cómo ajustarse a la legalidad, puesto que han contribuido a diseñarla. La empresa antillana hace bandera insistentemente de la transparencia, pero lo que no desvela en la web es el nombre de sus clientes.
El portal de United Trust es un dechado de transparencia en otros sentidos. Ayuda, por ejemplo, a hacerse una idea de las preocupaciones y necesidades de sus representados. En el artículo ‘Hacia la unidad del sector de los superyates’ se pregunta «cómo unir el sector de los superyates para crear una situación con mayor igualdad de oportunidades de modo que sea más competitivo». No es lo que se pregunta el 99% de seres humanos en el contexto actual, pero la costa cubana es uno de los tesoros más codiciados por los inversores extranjeros. Cuba será una parada ideal para cruceros y puerto de amarre de yates privados. Solo el Complejo Punta Colorada, proyectado en la provincia de Pinar del Río, tendrá dos puertos deportivos con amarres para 1.400 megayates. Y es que mientras el Papa Francisco, Obama y los Stones promocionaban sus respectivas visitas a Cuba, los expertos estadounidenses en finanzas publicaban artículos como ‘Cuatro formas de invertir en Cuba ahora’, ‘Cinco cosas que debes saber sobre comprar propiedades en Cuba’, ’25 cosas que cualquier inversor debe saber antes de instalarse en Cuba’, ‘Siete formas de invertir en Cuba’…
Es el tipo de artículos que debe leer Mick Jagger mientras desayuna. Ya en 1971, los Rolling Stones protagonizaron dos hitos para la historia del rock moderno. El primero, grabar el doble disco ‘Exile on Main Street’ en su nueva residencia en el sur de Francia. El segundo, desviar sus ingresos para esquivar el fisco británico. Aquella empresa pantalla que los convirtió en pioneros de la ingeniería fiscal fue la holandesa Promogroup. Holandesa como lo era la isla de Curazao, hasta que en 2010 se convirtió el territorio autónomo. Holandesa como la universidad en la que estudió Gregory Elias. Holandesa, ya puestos, como la pista que ayudó a la Agencia Tributaria a dar con los 4.6 millones de euros que Oleguer Pujol, hijo del ‘expresident’ de la Generalitat, Jordi Pujol, había escondido en Curazao.
‘Sex, drugs and evasión’
Las letras de los Rolling Stones han sido objeto de incansable estudio en muchas escuelas, pero también deberían serlo sus números. La Habana ha sido la última escala de su gira latinoamericana, pero las fechas anteriores también han tenido su complicación. Se ha hablado durante meses de lo difícil que era que el grupo actuase en La Plata a causa de la debilidad de la moneda argentina. La respuesta del promotor Daniel Grinbank fue puro ‘rock’n’ roll’: «Hay que hacer una ingeniería financiera distinta». Y se hizo.
En octubre de 2015, Mick Jagger viajó a Cuba y en cuatro meses se cerró el trato. Inicialmente el concierto iba a celebrarse el domingo 20 de marzo, pero al saber que Barack Obama iba a visitar la isla en esa fecha, el concierto se aplazó cinco días. Para dar suficiente pompa, se anunció como «el primer concierto al aire libre de una banda británica» en suelo cubano. De este modo, nada pueden alegar los Manic Street Preachers, que actuaron en Cuba en 2001, pero dentro del Teatro Karl Marx. Ni Audioslave, que actuaron en 2005 ante 70 mil personas en la tribuna antiimperialista José Martí, pero son estadounidenses. Ni Major Lazer, que reunieron a 450 mil personas el pasado 6 de marzo, porque la banda de Diplo no es de rock.
El mundo no necesita más discos de los Stones, pero el contrato con todas las cláusulas y acciones derivadas de su ‘show’ en Cuba debería caer en manos de alguna universidad; privada, ‘of course’. Un pormenorizado análisis del documento daría para un jugoso e intenso máster de dos o tres años: ‘Ingeniería fiscal, filantrocapitalismo y rock’n’ roll en la tercera edad’. Y de regalo, el visionado del histórico ‘show’ de los Stones en La Habana (histórico es el calificativo más repetido en los titulares), con especial atención a la canción escogida por votación popular para reforzar el ‘set list’; nada menos que ‘All down the line’, del exiliado ‘Exile on Main Street’.
Ahora la banda de Sir Mick Jagger se ha convertido en algo más que una máquina de hacer dinero (es un anzuelo cultural alrededor del cual se hace dinero), a saber la de manos que se encajaron, la de reuniones que se acordaron, la de tratos que se cerraron y la de porcentajes que se apalabraron mientras Jagger, Richards, Watts y Wood tocaban ‘Gimme shelter’ en la La Habana.
Vía el Confidencial