A partir de agosto Estados Unidos podría iniciar las primeras ventas de crudo al exterior motivado, entre otros factores, por el auge del fracking o fracturación hidráulica, una revolucionaria técnica que suscita numerosos cuestionamientos.
1 de agosto 2014.-Economistas y especialistas en mercados consideran a la vuelta de la esquina el momento cuando pueda declararse la independencia energética de Estados Unidos, garantizada por dicho procedimiento.
Sin embargo, voces del sector científico, especialmente geólogos, sismólogos y químicos han criticado en los últimos años la peligrosidad de la técnica que mediante la inyección masiva de agua y sustancias químicas en rocas profundas permiten obtener grandes cantidades de gas y petróleo bituminoso.
De igual forma, cuestionan las predicciones optimistas sobre la pronta autosuficiencia energética de la nación norteña, argumentando que las reservas probadas y probables de combustible bituminoso resultan insuficientes para lograr tal prepósito.
A fines de junio, dos fallos distintos del Departamento de Comercio estadounidense facultaron a las empresas Pioneer Natural Resources y Enterprise Products Partners a exportar un tipo de crudo ultraligero conocido como condensado, que puede transformarse en gasolina, diesel y combustible para aviones.
Aunque las ventas inicialmente serán en pequeños volúmenes, el centro de estudios Brookings Institution estima que a partir de 2015 Washington podría vender al extranjero cerca de 700 mil barriles de crudo ultraligero diarios, destacó el diario The Wall Street Journal.
Indicó además que aunque la medida solo incluye a las citadas empresas, la decisión podría influir en que otros consorcios energéticos obtengan similares beneficios.
Los productores de hidrocarburos estadounidenses han intentado desde hace mucho levantar la prohibición de las exportaciones tras el embargo petrolero árabe de la década de 1970, cuando países del Medio Oriente declararon penalizaciones sobre los envíos de crudo a los países occidentales por su respaldo a Israel durante la guerra del Yom Kippur.
Al restringir las exportaciones, los legisladores norteamericanos intentaron entonces preservar el petróleo nacional dentro de las fronteras del país, a fin de evitar afectaciones por el encarecimiento de los combustibles en el mercado mundial.
Tal cambio en la matriz exportadora de la potencia norteña, que consume cerca del 25 por ciento del crudo producido en el nivel global, podría tener consecuencias significativas mundiales, tanto políticas como económicas, impulsada por la denominada revolución del esquisto (shale revolution), que está transformando el panorama energético internacional.
Un reciente informe sobre las perspectivas del mercado energético de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) vaticinó que alrededor de 2020, Estados Unidos se convertirá en el mayor productor global de petróleo, superando a Arabia Saudita y Rusia, motivado en lo fundamental por el auge del fracking.
Sin embargo, tales vaticinios son atemperados por otros estudios, en los cuales se advierte que las actuales reservas de petróleo estadounidense garantizarían su consumo sólo durante los próximos 53 años.
Según estimaciones de la compañía energética británica BP (British Pretoleum), el pronóstico sobre la duración de las reservas de petróleo se fundamenta en el comienzo de la extracción horizontal de crudo de sus principales yacimientos en Estados Unidos, fase posterior a la extracción en vertical que se activa cuando resulta imposible obtener más combustible de los pozos.
Otro informe del diario Los Ángeles Times refiere que en 2011, una empresa independiente contratada por Washington erró al estimar la cantidad de petróleo técnicamente recuperable del mayor yacimiento de esquisto del país, ubicado en Monterrey, California, que contiene alrededor de dos tercios de las reservas de petróleo bituminoso de la nación.
Según aquella estimación se podrían obtener unos 13 mil 700 millones de barriles, pero un estudio posterior aseguró que la cantidad apenas rebasará los 600 millones de barriles, el 96 por ciento inferior a lo esperado y que, como señala la publicación especializada Business Insider, solo podría cubrir las necesidades energéticas estadounidenses correspondientes a 33 días.
A partir de dichas revelaciones, el académico argentino Atilio Borón analizó a fines de mayo que la dependencia energética de Estados Unidos seguirá siendo muy elevada, y tal vez creciente, debido a un incremento de la demanda doméstica, lo cual pudiera reforzar las tendencias belicistas de Washington para tratar de asegurarse, por cualquier medio, el petróleo que necesita.
De igual forma, el auge del fracking cosecha nuevas críticas luego de que un informe del Congreso estadounidense reconoció que en dicho procedimiento se emplean sustancias químicas cancerígenas y contaminantes.
La crítica sobre la toxicidad de la fracturación hidráulica ha provenido primordialmente del sector científico, cuyas advertencias quedan confinadas al ámbito académico en reconocidas publicaciones como la revista Science y Proceedings of the National Academy of Sciences, carentes de una adecuada difusión en los consorcios mediáticos norteamericanos.
Un artículo de la influyente revista bimestral Foreign Affairs (mayo/junio 2014), calificó la polémica técnica como la nueva arma letal energética/geoestratégica de Estados Unidos.
La publicación se hace eco de un informe del órgano legislativo discutido hace tres años que se incluye el primer inventario nacional, el cual reconoció que las 14 principales empresas de fracking en el país usaron entre 2005 y 2009 al menos 650 aditivos reconocidos como carcinógenos humanos o enlistados como peligrosos contaminantes de la atmósfera.
Miembros demócratas del Comité de Energía y Comercio de la Cámara de Representantes fustigaron que gran parte de las sustancias químicas «pueden ocasionar un riesgo severo a la salud de los humanos o al medio ambiente».
Con anterioridad las críticas alertaban sobre la contaminación de las aguas subterráneas y el uso de sustancias que agreden la capa de ozono y estimulan el calentamiento global.
Entre las mortíferas sustancias que usan trasnacionales petroleras/gasíferas como Halliburton y Schlumberger se incluyen aftaleno, benceno, archilamida, fluoruro de hidrógeno, plomo y metanol, precisó el artículo de Foreign Affairs.
Según el Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos, la Agencia Internacional para Investigación del Cáncer y la Agencia de Protección Ambiental, el benceno es un carcinógeno humano, mientras que la exposición reiterada a tolueno, etilbenceno o xilenos puede afectar gravemente el sistema nervioso central, el hígado y los riñones.
Estas agencias agregan que el fluoruro de hidrógeno es altamente corrosivo y es un veneno sistémico que puede llegar a ser fatal, mientras que el metal pesado plomo resulta particularmente dañino al desarrollo neurológico de los niños; además de ocasionar afecciones reproductivas, hipertensión y trastornos nerviosos.
Una aberración radica en que varios componentes químicos de los líquidos del fracking usados por las empresas fueron enlistados como «secretos comerciales o de propiedad», destacó la publicación.
Recientemente una familia de Decatur, Texas, ganó uno de los primeros juicios en Estados Unidos contra Aruba Petroleum, una empresa que emplea la fracturación hidráulica en los 22 pozos que opera en las cercanías de su vivienda.
El tribunal impuso a la empresa indemnizar a la familia con 2,9 millones de dólares luego de que varios análisis confirmaron la presencia de benceno, tolueno, etilbenceno y xileno, sustancias cancerígenas relacionadas con la cuestionable técnica de extracción, en la sangre de aquellas personas.
Información: Prensa Latina.