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Ante la perspectiva de una posible crisis financiera inminente, nos preguntamos si los ricos, esta vez, también tienen algo que temer. ¿O acaso vivimos en una economía estructurada para satisfacer sus intereses?
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El sistema neoliberal capitalista, tanto a nivel local como global, está abocado a producir crisis económicas periódicas. La relación entre la desigualdad y las crisis económicas no sólo existe y es directa, sino que además es circular y se reproduce constantemente.
Regeneración, 17 de junio de 2016.- Cada vez son más las voces que alertan sobre el posible advenimiento de una nueva crisis financiera. Incluso en un escenario masificado de medios de comunicación, en los que cada opinador o ‘experto’ expone sus tesis influidas por doctrinas e ideologías variopintas, las predicciones y los argumentos que se escuchan empiezan a agruparse en torno a una idea común y ese coro de voces alarmadas parece referirse a una amenaza real.
Es como si otra vez estuviéramos viendo crecer un tsunami en el horizonte y, desde la orilla, se sintiera el temor a que una nueva crisis arrasará de nuevo los mercados, cuando aún estamos retirando los escombros del anterior desastre.
Rumores de un desastre inminente
Hace escasamente un mes y medio, Ignacio Crespo, el economista español que predijo con éxito la crisis financiera de 2008, ponía fecha al próximo derrumbe financiero y lo situaba muy cerca, en 2017: «Los servicios de estudios de los grandes bancos mundiales ya están empezando a percibir claros síntomas de la próxima recesión, basados en el análisis de señales como los tipos de cambio de las principales divisas y bolsas del mundo, la duración previsible de la recesión y las vías de salida».
Si esto les resulta inquietante, vean lo que opina Jim Rogers, el experto inversor estadounidense que ha sabido predecir cada una de las crisis financieras de las últimas décadas: «Esto va a ser un desastre, deberíamos estar muy preocupados y prepararnos». En declaraciones recogidas por el ‘Wall Street Daily‘, Rogers afirma directamente que «la próxima crisis financiera global ya ha empezado y conllevará graves consecuencias a los países desarrollados. Se vaporizarán cientos de billones de dólares de riqueza y declinarán o desaparecerán muchas viejas instituciones, partidos políticos, gobiernos y costumbres».
En suelo español también se ve la sombra de una nueva crisis que planea sobre la economía. Hace pocos días el diario ‘El Mundo‘ se hacía eco de una inquietante noticia: «Los mismos inspectores del Banco de España que en 2006 alertaron, sin éxito, sobre una burbuja inmobiliaria que desataría una crisis bancaria en el país vuelven a alzar la voz. Ahora han estallado por el deterioro en las inspecciones de la banca y el peligro de que los errores del pasado puedan volver a repetirse».
¿Tienen los ricos algo que temer?
Todo indica que no pisamos un suelo económico muy estable. Pero, ¿esto es así para todos?
No lo parece. A principios de este año, RT informaba de la publicación de un documento de Intermon Oxfam, cuyas principales conclusiones resultaron demoledoras. Como su propio nombre indica, todos vivimos en un sistema económico que funciona para favorecer al 1 % de la población mundial. Las cifras son tan interesantes como desoladoras: «En 2015, solo 62 personas poseían la misma riqueza que 3.600 millones, la mitad más pobre de la humanidad. No hace mucho, en 2010, eran 388 personas».
Además, el mismo informe indica que esta abrumadora desigualdad tiene una perversa tendencia a crecer, en el seno de un sistema socioeconómico que, a todas luces, la alimenta: «La riqueza en manos de las 62 personas más ricas del mundo se ha incrementado en un 44 % en apenas cinco años, algo más de medio billón de dólares (542.000 millones) desde 2010,hasta alcanzar 1,76 billones de dólares».
El informe de Intermon Oxfam no se limita a ofrecer datos, sino que intercala reflexiones muy esclarecedoras que componen, junto a las cifras, el dibujo de una realidad exageradamente injusta: «Es innegable que los grandes beneficiados de la economía mundial son quienes más tienen. Nuestro sistema económico está cada vez más distorsionado y orientado a favorecerles. Lejos de alcanzar a los sectores menos favorecidos, los más ricos están absorbiendo el crecimiento de los ingresos y la riqueza mundial a un ritmo alarmante. Una vez en sus manos, un complejo entramado de paraísos fiscales y toda una industria de gestores de grandes patrimonios garantizan que esa riqueza no sea redistribuida, quedando fuera del alcance de la ciudadanía en su conjunto y de los Gobiernos”.
¿Y en España? Los datos son igualmente preocupantes. Un anexo del mismo estudio indica que «España no es una excepción: en 2015, el 1 % más rico de la población concentra ya casi tanta riqueza como el 80 % más pobre. Mientras, la población en situación de pobreza y exclusión ha alcanzado en 2014 su máximo histórico, un 29,2 % de la población, 13,4 millones de personas». En cuanto a la tendencia de crecimiento de esa desigualdad, la cifra es también alarmante y, curiosamente, simétrica: «España es también el país de la OCDE en el que más ha crecido la desigualdad desde el inicio de la crisis, tan solo por detrás de Chipre, y casi 10 veces más que el promedio europeo. Incluso, 14 veces más que en Grecia». El informe señala que, durante el año pasado, las 20 personas más ricas de España disfrutaron de un incremento del 15 % de su riqueza. Es el mismo porcentaje que supuso la reducción de riqueza que tuvo que soportar el 99 % de la población de ese país.
El dato es tan importante que ese 99 % ha pasado a convertirse en un nuevo sinónimo para referirse a ‘los oprimidos’, o ‘los indignados’, que también declaran ser ‘los del 99%’. No en vano, se convirtió en el lema del movimiento ‘Occupy Wall Street‘ (‘We are the 99 %’) [Ocupa Wall Street (Somos el 99 %)] y lo hemos escuchado recientemente en la campaña preelectoral española, en boca del político comunista Alberto Garzón, líder de Izquierda Unida. Eso no es extraño, porque la distribución de la riqueza en España es, simplemente, tan injusta como en el cómputo global del planeta. Sin embargo, la derecha española, en el poder, no parece consciente de la gravedad de la situación.
A finales de ese mismo año, 2015, Álvaro Nadal, en calidad de director de la Oficina Económica del presidente del Gobierno, declaraba que «no es cierto que el problema de la economía española sea la desigualdad» y explicaba que «todo el espectro de la izquierda dice que el problema de la economía española es un problema de desigualdad, de reparto de la riqueza. Es incorrecto. Nosotros no hemos resuelto nuestros problemas de pobreza mirando eso, sino solucionando nuestras problemas de competitividad», según informa ‘El Plural‘.
Quizá se entiende mejor su postura si tenemos en cuenta que se avecinaban las elecciones de diciembre. Pero a la luz de los datos, resulta muy difícil compartirla. Intermon Oxfam, al menos, insiste en lo contrario: «Mientras los hogares más pobres han ido perdiendo poder adquisitivo a través de los salarios y un modelo fiscal cada vez más regresivo, la concentración de riqueza y patrimonio en muy pocas manos no ha encontrado frenos para seguir creciendo».
Desigualdad-crisis-desigualdad: un círculo vicioso
Llegados a este punto, la pregunta es inevitable: ¿Están relacionadas las crisis económicas con la desigualdad global?
En un reciente artículo firmado por el economista Vicens Navarro y publicado en la página web de la asociación Attacc se establece una clara conexión entre ambos fenómenos. Navarro afirma que «una de las causas más importantes de que ocurriera la Gran Recesión y de que ésta fuera tan larga fue el gran crecimiento de las desigualdades, resultado de la aplicación de las políticas públicas que se conocen como políticas neoliberales». A su juicio, el diagnóstico es tan irrefutable que «incluso un gran número de organismos internacionales responsables de haber promovido tales políticas, como el Fondo Monetario Internacional o la OCDE, estén, por fin, cuestionando la aplicación de tales medidas neoliberales, que todavía se reproducen y promueven en la mayoría de países de la Eurozona». Para concluir, Navarro lamenta que «en España tal cuestionamiento no ha ocurrido todavía, en parte debido a la muy limitada diversidad ideológica de los mayores medios de información y persuasión. La enorme falta de diversidad ideológica de estos grandes medios —claramente influenciados por la banca, cuyos créditos los sostienen— explica que en España todavía la sabiduría convencional esté estancada en tal pensamiento».
En conclusión, parece que, en efecto, como se suele comentar, y como la historia viene confirmando tozudamente, el sistema neoliberal capitalista, tanto a nivel local como global, está abocado a producir crisis económicas periódicas. Algunos indicios sugieren que estamos, de nuevo, al inicio de una de ellas. Y también parece que, una vez más, los más ricos no sólo saldrán indemnes, sino que probablemente se harán más ricos todavia. Así que podemos establecer que la relación entre la desigualdad y las crisis económicas no sólo existe y es directa, sino que además es circular y se reproduce constantemente. Entonces, ¿Es este sistema sostenible? Y, si no lo es, ¿cuanto tiempo le queda? Hay quienes ya pronostican su fin, pero lo cierto es que sigue vivo. Y mientras así sea, todo indica que los ricos, ‘los del 1 %’, están a salvo.
RT.