Por Fernando Paz
RegeneraciónMx.- La comparación del par de imágenes me resultó apabullante. La puso un querido amigo en nuestro grupo de whats de compañeros de la primaria, y aunque podría pasar como uno de tantos memes de burla de la llamada Generación X (a la que pertenecemos los del grupo) contra la Generación Alfa, no pude menos que empezar a disertar acerca de la profundidad que mostraba.
Mientras les platico la imagen, les diré que muestra la decadencia de la sociedad occidental, el surgimiento del individualismo y de la meritocracia a finales de los 80 como única vía para salir adelante. Nos narra, impasible, el resultado de los miedos inculcados y del proteccionismo proveído ya no por el estado sino por el modo de vida que, según los ideólogos del neoliberalismo económico, tienes que escoger para no depender del primero; tampoco de sus programas sociales, tan perniciosos para los que, otra vez según ellos, hacen el gran esfuerzo de «generar riqueza con sus capitales» y/o «mantienen con sus impuestos (esos que les condonaban o que de plano per se no pagaban) a los ninis y a los viejos huevones».
En la foto de la izquierda, un grupo de alrededor de quince jóvenes, en pantalones cortos y camisetas de cuello V, esbeltos todos ellos, forman una pirámide humana de cuatro niveles, todos de pie, y cada nivel soportando al siguiente; «80s», encimó quien haya hecho el meme para la comparativa. En la de la derecha dos muchachos en pantalón deportivo y playera tipo polo, con una rodilla al suelo proveen, con la otra pierna, un apoyo para que un tercero, con el mismo uniforme, se pare sobre los muslos de sus compañeros y extienda las manos, triunfante por haber realizado tal hazaña, mientras los arrodillados, uno de ellos obeso, por cierto, para más seguridad ante tal desafío a la gravedad, sostienen de los tobillos al conquistador de las alturas; los tres tienen una mascarilla de las que nos enjaretaron durante la pandemia; «2024», pone el meme (aunque debió ser 2020 o 2021); mientras que un emoticono en medio de las dos fotos nos invita, pensativo, a la necesaria reflexión.
¿Qué nos pasó? ¿En qué momento nos hicimos temerosos de los desafíos como grupo? ¿Cómo pasamos de una mediana disciplina física en las escuelas a una casi nula? ¿Por qué dejamos que la industria alimentaria sometiera a nuestros congresos (tanto de la unión como médicos) para vender sus dañinos productos en nuestras escuelas?
En el degradado bloque occidental, el miedo se ha convertido en el medio para controlar a las masas; especialmente desde el siglo XX. El bloque parió a Goebbels, a McCarthy, a Kissinger, a Thatcher, a Reagan, a Gore, a Gates y a Zedillo. Actor consumado éste cuando de fingir intelectualidad se trata. Bien que recuerdo al expresidente en una entrevista (de esas de la época, a modo; vamos, de las únicas que concedían esos engañabobos) al regresar del Foro de Manipuladores Mundial en Davos, Suiza; criticaba, ecuánime y sin aspavientos, a esos infames «globalifóbicos» malnacidos que obstruían, temerosos e ignorantes, «el progreso»; claro, Zedillo Ponce de León nunca especificó al progreso de quién se refería.
A través de estos últimos 40 años, nos han dicho que lo público es oneroso y que debemos privatizar para generar riqueza (otra vez, riqueza de quién), que tú eres mejor que los demás, que el cambio está en uno mismo, que le echemos ganas, ya ven que todo lo que suena a comuna espanta a los dueños del dinero y a sus vasallos, precisamente esos jóvenes que dejaron de trabajar en equipo, que se creyeron lo que la publicidad y el entretenimiento les decía, y que para colmo se convirtieron hoy en básicos reaccionarios a todo lo que huela a pueblo, a sur, a sus propios orígenes, al dejo tropical de lo que alguna vez fue su hablar y de lo que al parecer hoy se avergüenzan, porque eso les dijeron, que toda esa carga de indigenismo y de pobreza no iba a dejar que despegaran; que eso era un lastre, que había que ir dejando las tradiciones de lado, porque no los dejarían pertenecer al mundo globalizado, porque nos impedía como país pasar a formar parte de la élite mundial.
A estos manipulados, a quienes les hicieron creer que son fifís (ja, ja), les dijeron que había que señalar y burlarse de todo intento por ayudar a los desposeídos (que no huevones); les dijeron que no se decía pueblo, sino ciudadanía o sociedad civil, porque pueblo aludía a gente de «pueblos horrorosos como Putla, Oaxaca», diría un exsecretario de relaciones exteriores.
Y ahí los tenemos, viendo a AMLO por todos lados e intentando hacer escarnio de los que celebramos en México la victoria intelectual y política de las masas por sobre las élites, esas a quienes defienden como sus perros, aunque sigan durmiendo fuera de la mansión. Me preguntaba un amigo a medio sexenio de AMLO: «Bueno, ¿y tú qué ganas con defender al viejo decrépito de López?» Porque esa es otra: los trataron tanto como a párvulos que, al perder sus privilegios, abrazaron el odio, en lugar de reinventarse para adaptarse a los nuevos tiempos. Le respondí que estaba equivocado, que yo no «defendía» a AMLO como él sugería, que yo apoyaba a quien fuera que promoviera un cambio en el país que beneficiara a los más desprotegidos (porque eso aprendí de mi padre y de mi entorno), a los olvidados. No lograba él entender mi empuje a la hora de desmentir la bola de encabezados tendenciosos o de plano falaces que me enviaba por Whats.
Sabemos que los orígenes del Partido Acción Nacional están ligados al nazismo alemán. Sabemos que aprendieron muy bien a aplicar los principios nazis de propaganda. Señalaron tanto (desde 2005) a Andrés Manuel López Obrador como enemigo único y causante de todos sus males, y se lo inculcaron a tal grado a sus militantes y fanáticos, que éstos hoy persiguen a un fantasma.
No pueden, por más que digan respetar a sus madres y hermanas, concebir siquiera que una mujer, Claudia Sheinbaum Pardo sea independiente, con arrojo y sobre todo, capaz de llevar los destinos del país a buen puerto. En una simpleza digna de su pobreza intelectual y de su misoginia, llaman sumisión a la coincidencia de Sheinbaum con el Proyecto de Nación concebido por López Obrador y el Movimiento de Regeneración Nacional.
Me tocó ser de esos muchachos de las pirámides que desafiaban la gravedad, de los que jugábamos en las calles porque aún nos pertenecían, de los que aprendimos a trabajar en equipo desde la casa porque solíamos ser más de cuatro hermanos y porque el miedo aún no permeaba en nuestra sociedad tradicionalista y comunitaria. Aunque siempre habrá quienes no quieran adherirse, hoy estamos restaurando poco a poco esa unidad como nación y hasta las disciplinas escolares que promovían el civismo y la vida en verdadera comunidad, estamos también recuperando espacio público para esa convivencia que interrumpimos al final de los 80 (y que nos terminaron de cortar en el 2006), pero cuidado, la derecha mexicana cuenta con poderosos aliados y los está usando para sus fines: el miedo de sus fanáticos a no recuperar su condición de fifí (otra vez ja, ja), la mentira, el machismo y el odio.