Por Yolisbeth Ruiz García / Periodistas-es
Cada 27 de septiembre se recuerda la culminación de la Guerra de Independencia, insurgencia que se inició la madrugada del 16 de septiembre de 1810, cuando el cura Miguel Hidalgo y Costilla decidió levantarse en armas en contra de la esclavitud, el mal gobierno y en defensa del territorio de la entonces llamada Nueva España, ya que los criollos se sentían coartados (y casi imposibilitados) para obtener riqueza de las tierras donde habían nacido y por el temor a perder aún más si triunfaba el intento de Napoleón de hacerse con España.
La Nueva España no era una tierra donde la riqueza se distribuyera equitativamente. Las castas eran un claro ejemplo de nepotismo, compadrazgos, inequidad y desigualdad. Unos pocos se llevaban la mayor parte y los demás se quedaban con las migajas.
Desde ese año hasta la fecha, las cosas no han cambiado mucho. La Independencia de la Nueva España acarreó otro tipo de dependencias con el resto del mundo.
En la época colonial, México basaba su economía en la industria minera. Las licencias de explotación estaban en manos de españoles nacidos en tierras ibéricas, y sus hijos nacidos en América apenas podían ser administradores o capataces de las cuadrillas de mineros esclavos, integrados por indígenas o negros traídos de África.
El panorama actual no es tan distinto. El 80 % de la industria minera nacional está concesionada a empresas canadienses y norteamericanas. Estas empresas han aprovechado las reformas en materia laboral y pagan el mínimo estipulado por la ley. El pueblo de Cananea, ya se ha manifestado en desacuerdo, ya que después de la reciente huelga, las recontrataciones fueron para mineros de fuera de esta zona, quienes trabajan en la mina por pequeños periodos y envían su sueldo a sus familiares. Así, el dinero que antes circulaba en este municipio, ahora está siendo captado por otros Estados.
Por otro lado, el Banco de México (BdM) ha adquirido poco más del 30 % de la extracción de oro para diversificar las reservas internacionales y el resto es exportado a países como Suiza, Canadá y Estados Unidos, así que los beneficios en el aumento de la onza troy (unidad de medida que se usa para medir los metales preciosos) también han sido mínimos.
Las empresas extractivas proporcionan casi 150.000 empleos relacionados con la minería, aunque esto supone poco más de 7 % de la población laboral activa registrada por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi)
En el sector energético, Petróleos Mexicanos (Pemex) genera poco más de 40,000 empleos directos en la extracción y desde 1938 ha sido una empresa propiedad del estado, pero con la reciente aprobación de la Reforma Energética, esta cifra se ve comprometida, ya que permitirá la inversión de empresas españolas, norteamericanas, holandesas, británicas y canadienses. Es decir, una parte importante de las ganancias irán a parar a las arcas de otros países.
La industria de la extracción es solo un ejemplo de lo que ha acontecido después del levantamiento en armas en contra de la Corona Española hasta nuestros días. Es decir, México sigue dependiendo de extranjeros para obtener la riqueza del subsuelo, pero no solo es en esa actividad económica.
En este sentido, el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, ha declarado que a partir de 2015 México podría llegar a los 30.000 millones de dólares en Inversión Extranjera Directa (IED), como consecuencia de las reformas estructurales. Esto es, se seguirá fomentando la IED pero no se sabe, porque no lo ha dicho, cuánto más invertirá en proporción el Gobierno para enriquecer sus propias arcas.
Vivir de las remesas
Por otro lado, se sabe que las remesas (dinero que proviene del exterior) que ingresan a nuestro país es el equivalente al 2 % de Producto Interno Bruto (PIB). En números más claros, un millón de casas mexicanas dependen de los envíos que hacen sus familiares que trabajan en el extranjero.
Por si esto fuera poco, de los más de 122.200.000 de mexicanos, un mínimo de 11 viven en estados unidos. La migración hacia este país es un fenómeno de dependencia económica muy importante, pues estos ciudadanos se marchan porque les ha sido imposible un empleo que les permita mantener dignamente a sus familias, o bien porque van en busca de las oportunidades que les niega su país.
Desde esta perspectiva, podría decirse que el motivo principal de la conmemoración de la independencia del territorio que hoy conocemos como México, ya no tiene razón de ser. En el siglo XIX se rompió la cadena de dependencia política con España, pero se crearon nuevos eslabones económicos que siguen manteniendo a los mexicanos atados al extranjero. En definitiva, México es dependiente.