Una Coca-cola para empezar el día. A media mañana, algún pastelito o una bolsa de papas fritas, según se antoje lo dulce o lo salado. En la comida, un refresco más (a veces, dos). A media tarde, unas galletas para acompañar el café y para la cena, otro pan y un vaso de leche con sabor a chocolate. Es la dieta habitual de muchos mexicanos que han hecho de la comida procesada una parte fundamental de su día a día.
Por Rocío Sánchez
Niñas y niños van por el mismo camino. Aunque se haya vedado, desde hace más de cinco años, la venta de comida chatarra en las escuelas, la oferta de estos productos continúa dentro y fuera de los planteles, según han denunciado organizaciones civiles. El problema se complica todavía más si se considera que madres o padres de familia compran para sus hijos néctares embotellados, cereales o leches saborizadas, creyendo que son alimentos saludables. A esto hay que sumar el hecho de que, genéticamente, el grupo racial hispano tiene una predisposición mayor a desarrollar diabetes tipo 2.
Sabor a miel
Los hábitos alimenticios actuales bombardean al cuerpo con azúcar. Si estas costumbres se mantienen por varios años, podría llegar el momento en el que el organismo sufra una falla y desemboque en diabetes tipo 2.
De acuerdo con la Asociación Americana de Diabetes, ésta es una condición que afecta la capacidad del cuerpo para transformar los alimentos en energía. La insulina, una hormona producida por el páncreas, es la que “abre la puerta” para que la glucosa, derivada del azúcar que la persona consume, “entre” en las células y éstas la usen como energía.
Si hay un exceso de azúcar llegando al cuerpo, la insulina se vuelve insuficiente para procesarla toda, o bien, puede dejar de funcionar de manera óptima. Esto es lo que se conoce como resistencia a la insulina. Tal afectación provoca que la glucosa se vaya acumulando en el torrente sanguíneo y una parte sea eliminada por la orina. Es por esto que, en la antigüedad, la diabetes era conocida como la enfermedad de la orina dulce, y por lo que se la ha llamado diabetes mellitus, palabra de origen latino que alude a la miel.
La alta presencia de glucosa en la sangre puede dañar los ojos, los riñones, el sistema nervioso, el corazón y los vasos sanguíneos. Algunos síntomas de la diabetes pueden ser sed intensa, hambre constante, orinar con frecuencia, visión borrosa y fatiga. Sin embargo, muchas personas pueden pasar años con la enfermedad sin detectar ningún signo.
Sociedad de consumo: el dinero habla
El mercado mundial de alimentos ya no es lo que era hace treinta años. Actualmente, 75 por ciento del volumen mundial de ventas de alimentos está constituido por alimentos procesados, cuyos principales fabricantes controlan más de un tercio del mercado mundial, de acuerdo con el estudio “Profits and Pandemics” (“Ganancias y pandemias”), publicado en 2013 en la revista The Lancet.
De esta manera, “las políticas de globalización han contribuido en gran medida a la libre circulación de alimentos poco saludables entre los países”, afirmó en 2014 Anand Grover en su informe como Relator Especial de la ONU sobre el derecho de toda persona al disfrute del más alto nivel posible de salud. El documento también expone que las empresas transnacionales han sido esenciales en la transición del consumo de alimentos mínimamente procesados a alimentos ultraprocesados, y que “también ejercen una fuerte influencia en la venta y consumo de alimentos poco saludables, en vez de promover la disponibilidad y asequibilidad de alimentos saludables en el sistema alimentario”.
Este fenómeno responde a la llamada “sociedad de consumo”. Si bien algunos teóricos sostienen que el concepto es erróneo, pues toda sociedad, necesariamente, consume, quienes lo usan consideran que se trata de un subproducto de la economía de mercado en el cual es el consumo el que dirige al mercado mismo. “El productor es quien dispone, a través de la publicidad –convertida en una de las bellas artes del capitalismo– lo que se ha de consumir”, describe Rodrigo Borja, politólogo y ex presidente de Ecuador, en su Enciclopedia de la política.
Regidas (aunque sea tácitamente) por estos principios, las grandes transnacionales son capaces, gracias la tecnología actual, de producir alimentos a gran escala con costos considerablemente reducidos, además de que “la adición de grandes cantidades de sal, grasas saturadas y grasas trans a los alimentos ultraprocesados ha prolongado mucho el período de conservación de esos productos y ha reducido sus costos de transporte, lo que los hace más rentables”, subraya Anand Grover.
De esta manera, continúa el también activista, la inversión directa de empresas transnacionales en países en desarrollo (lo que implica una gran inyección de capitales para esas economías) ha provocado que la mayor parte de las ventas de las marcas más populares de refrescos y de comida rápida tengan lugar en estos países.
El número de personas con diabetes en México se duplicó entre 2000 y 2012. En 2014, la prevalencia era de 10.4% de la población y se le atribuyó el 14% de todas las muertes registradas. A la par, nuestro país es el mayor consumidor de bebidas azucaradas (refrescos, néctares, tés, aguas saborizadas) en todo el mundo.
Carga pesada
El pasado 6 de abril, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) dio la voz de alarma: 62 millones de personas viven con diabetes en la región, y el número se ha triplicado desde 1980. De no actuar rápida y contundentemente, no habrá forma de revertir la situación.
En México, la mortalidad por diabetes se ha incrementado de manera sostenida durante las últimas décadas (desde 1997), según datos de la Secretaría de Salud. Alrededor de 10 por ciento de las personas desarrollará diabetes tipo 2 antes de cumplir 40 años, lo que las pondrá en mayor riesgo de complicaciones crónicas, pues estarán sujetas a la hiperglucemia (alta glucosa en sangre) por más tiempo. La dimensión del problema no es menor: según la encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) 2012, el número de personas con diabetes en el país se duplicó entre 2000 y 2012.
El mismo documento informa que la atención de la diabetes costó al Instituto Mexicano del Seguro Social unos 14 mil millones de pesos, mientras que la Secretaría de Salud gastó más de 7 mil 700 millones de pesos, 75 por ciento de los cuales se dedicaron a atender complicaciones tardías.
El pez por la boca muere
Uno de los principales componentes de riesgo para desarrollar diabetes, es la obesidad. Al respecto, cabe recordar que México tiene los índices de obesidad más altos del mundo (más de 30 por ciento de adultos y uno de cada tres niños y niñas). Algunos especialistas consideran que el aumento en los índices de sobrepeso y obesidad están relacionados con el cambio en los hábitos alimenticios de los mexicanos, que incluyen mayor consumo de productos ultraprocesados.
“Muchos de estos productos ya ni siquiera pueden ser llamados alimentos debido a que tienen tal proceso de transformación que pierden su valor nutricional”, dijo Fiorella Espinosa, investigadora y coordinadora de salud alimentaria de la organización civil El Poder del Consumidor (EPDC), en entrevista con Letraese.
Se suele vincular el desarrollo de la diabetes sólo con los alimentos con alto contenido de azúcar, sin embargo, “también se ha visto que una dieta alta en grasas y sodio está asociada a diabetes”, aseveró Espinosa.
Sin embargo, sí hay un producto que destaca, y existe suficiente evidencia científica para relacionarlo con la diabetes: las bebidas azucaradas, de las cuales México es un alto consumidor. La principal es el refresco, pero hay toda una gama: los jugos embotellados contienen azúcares agregados al azúcar natural de la fruta; los tés embotellados y otro tipo de aguas saborizadas parecen más saludables porque no tienen colorantes, pero incluyen altas cantidades de azúcar.
Ante esta situación, los productos light podrían parecer una mejor opción, sin embargo, de acuerdo con la especialista, hay evidencia que muestra que el uso de sustitutos de azúcar (sobrecitos de edulcorantes, por ejemplo) no está logrando una reducción en el peso. El principal motivo para esto es que la persona sentirá la necesidad de compensar esa azúcar que deja de consumir y lo hará con alimentos que tienen más calorías, sea que provengan del azúcar o de la grasa.
Durante su primer año de vigencia (2014), el impuesto de 1 peso por litro de refresco logró desalentar en 6% su consumo entre la población mexicana. Para 2015, la reducción fue de 8% respecto al consumo inicial, según estimaciones del Instituto Nacional de Salud Pública. En 2016, se ha propuesto que el impuesto suba a 2 pesos por litro.
El tiempo se acaba
Para Vanessa Ubaldo, licenciada en nutrición y colaboradora de la Federación Mexicana de Diabetes (FMD), gran parte de la popularidad de la comida rápida o procesada tiene que ver con el ritmo de vida en las ciudades y con las distancias entre los trabajos y las casas. “No hay tiempo para regresar a casa a comer, y otro factor es el costo, que es relativamente más barato comer comida rápida o alimentos pre-procesados”. A esto hay que sumar el sedentarismo de la mayoría de la población.
Algo que también observa la experta es “la mala información que manejan los productos tipo light. Yo le llamaría trampas mercadológicas, que fomentan el mayor consumo de estos productos que no necesariamente son mejores”.
Una de las claves para revertir el problema de la diabetes es la información. Organizaciones civiles agrupadas en la Alianza por la Salud Alimentaria (entre ellas EPDC) han pugnado por implementar un etiquetado frontal en los productos que brinde información objetiva sobre lo que contienen. Vanessa Ubaldo coincide en que la población debe aprender a leer los contenidos nutricionales de los productos procesados, y esta labor de enseñanza es parte del trabajo que realiza la FMD entre las personas con diabetes.
No obstante, la lucha ha sido ardua. “Lo que hemos observado es una intromisión de los intereses comerciales y esto es muy evidente, entre otros, en la política del etiquetado”, afirma Fiorella Espinosa. Otros países del continente, como Chile y Ecuador, han implementando etiquetados de tipo semáforo, que resultan claros para que el consumidor comprenda si un producto es alto en azúcar, en grasa o en sodio. En contraste, aunque en México existe, desde junio de 2015, una norma de etiquetado, la presentación es poco clara. “Había evidencia que indicaba que ni siquiera los estudiantes de nutrición podían interpretar correctamente ese etiquetado”, informó Espinosa, por lo que “para la población general la presencia o no de esa etiqueta da lo mismo”.
No es, pues, sólo cuestión de que las personas tomen conciencia de que deben comer de manera más saludable e invertir más tiempo en la preparación de sus alimentos; el papel de las políticas públicas es mayúsculo.
La propia directora de la OPS, Carissa F. Etienne, declaró en abril pasado que la prevención de la diabetes “no es sólo una responsabilidad individual” y llamó a los gobiernos a adoptar medidas eficaces para “hacer que la opción saludable sea la opción más fácil de tomar”. Es decir, sin las políticas públicas adecuadas, la carga de esta enfermedad se hará insostenible.