El retorno de dilemas en la democracia estadounidense

Principales medios de EU olvidan a Hillary, se centran en Trump

Por Diego Alanis Aguilar

Regeneración, 15  noviembre 2016.- El resultado electoral de la contienda en los Estados Unidos pone en entredicho nuevamente a la democracia. El cuestionamiento del funcionamiento de los métodos democráticos sigue vigente, incluso, de mayor preponderancia en la primera democracia contemporánea en el mundo. Es decir, se encuentra en tela de juicio por ser el referente democrático mundial, o al menos, así lo han hecho creer los estadounidenses.

El primer punto qué hay que mostrar es su sistema de partidos, que prácticamente desde 1820 no se ha modificado, existiendo un consolidado bipartidismo entre demócratas y republicanos (antes wighs). Esto no quiere decir que no existan otros partidos políticos, pero si, hay que señalar que solo estos dos han tenido oportunidades reales de ganar una elección.

La democracia es sinónimo de pluralismo, afirma José Woldenberg.[1] Por lo que cada nueva opción política intenta fortalecer al régimen democrático; y puede presentarse como otra alternativa hacia los ciudadanos. Sin embargo, esto no sucede en Estados Unidos, en la última elección los electores solo tenían dos opciones competitivas, Hillary Clinton y Donald Trump. Cabe mencionar que ninguna opción resultaba del todo atractivo para el electorado, puesto que Clinton representaba el establishment, la corrupción y la guerra; y por otro lado Trump representaba la xenofobia y el racismo.

Por ello, el ciudadano estadounidense tuvo tres opciones: votar en contra de un candidato, votar en contra del régimen establecido, o no votar por ninguno de los candidatos. Aquí es imprescindible señalar la rigidez de su sistema de partidos, porque si fuera más abierto, el ciudadano tendría la posibilidad de elegir por otro candidato que tuviera oportunidad de ganar.

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El segundo punto que quiero analizar es el sistema electoral. Quizá el voto indirecto no es el método más democrático para la elección de un Presidente. La elección pasada mostró que un candidato puede ganar sin tener la mayoría de la voluntad popular, pues Clinton superó en votación absoluta a Trump, al tener 60,839,497 contra 60,265 847 de votos del republicano, representando en términos porcentuales 47.8% frente a 47.3%. Por lo tanto,  aquí las mayorías no deciden. Y el que gana el estado lo gana todo, así sea por una mínima diferencia.

El replanteamiento del sufragio indirecto es una de las cuestiones a modificar porque no solo puede hacer que el más votado pierda sino que también lleva a una tendencia de sistema de partidos, bipartidista. Incluso, el hecho de que no exista un sistema de representación proporcional genera una insípida participación de las minorías, y éstas no tienen propiamente su representación en los congresos.

El tercer punto que expondré, es el financiamiento. Este tema es uno de los más polémicos dentro de los dilemas de la democracia, por la gran desconfianza que existe hacia los partidos políticos. Un sistema de financiamiento público es más democrático que el sistema de financiamiento privado, porque genera las condiciones para que aquellos que no puedan aportar de su propia bolsa tengan la oportunidad de participar competitivamente.  Además generan (no complemente) una autonomía ante los grupos financieros y empresariales. Por lo que la preponderancia del financiamiento privado estadounidense conlleva a que empresarios millonarios como Trump puedan pagar una campaña, y que un simple ciudadano no pueda ser electo.

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El diseño institucional estadounidense funciona por la activación de los controles parlamentarios que sujetan al Presidente y  limitan el poder del ejecutivo. No obstante, en las elecciones pasadas el partido republicano no solo se llevó la Presidencia sino también el Senado y la Cámara de Representantes, por lo que puede que el poder de Trump sea omnipotente. Por ello tienen que replantear el régimen democrático en cuestión de pesos y contrapesos que sujeten al mandatario estadounidense en caso de malas decisiones. Pero no solo eso sino también que permitan la pluralidad política y todo tipo de expresiones políticas para la representación de intereses de los ciudadanos.

[1] Woldenberg, José, “La democracia como problema”, Colegio de México, México, 2015, p. 174.