Pablo Alarcón-Cháires
Regeneración, 25 de mayo de 2015. Lamentable y ofensiva la exhibición del doctor Lorenzo Córdova Vianello, consejero presidente del Instituto Nacional Electoral (INE). El lenguaje que utiliza con sus “no mames” y “cabrón” no debe espantarnos. Pero estos calificativos adquieren una connotación completamente diferente viniendo de una autoridad de su nivel y cuando su mofa la dirige hacia los pueblos originarios y hacia los padres de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa.
Córdova Vianello, aun con sus grados académicos que ostenta, demostró su ignorancia y su insensibilidad. Manchó la memoria de su padre Arnaldo Córdova, considerado uno de los ideólogos y activistas de izquierda más respetados. También la de su madre, la académica italiana Anna Paola Vianello Tessarotto, filóloga clásica y defensora de los derechos de la mujer. Pero ellos no tienen la culpa.
La ofensa de Lorenzo es para los más de 16 millones de indígenas que existen en el país y se extiende a todos los pueblos originarios del mundo. Sus palabras y burla refundan el inacabable colonialismo que se expresa en la xenofobia y actitud racista que tiene sumido y en la misera extrema a más del 46 por ciento de la población mexicana.
Si Lorenzo Córdova se escandaliza del drama de las reuniones con los padres de Ayotzinapa, poco sensible está del drama de éstos por ver un hijo muerto y desollado, por no saber de su paradero, por reconocer a la autoridad como enemigo, o por tener la vida en vilo porque se sabe que en cualquier momento la implacable mano de la tiranía los puede alcanzar.
Parece que Córdova Vianello pasó en blanco las conversaciones que sus padres y connotados luchadores sociales tuvieron en su presencia. Él fue y sigue siendo “niño bien” de familia bien, con la vida resuelta y sin el drama de tener que fregarse el lomo por conseguir algo para llevar a la casa. Como muchos en el poder, Lorenzo vive otra realidad, por lo que desconoce el contexto nacional profundo. Pero preside un instituto en el cual está el destino del país. Qué miedo.
Su ignorancia ilustrada le impide valorar a los pueblos originarios como poseedores de conocimientos y saberes, como actores políticos en la construcción de territorios, como actores claves de la producción rural de México, como parte de esa construcción democrática y multicultural. Ignora, por ejemplo, el papel de estos pueblos en la conservación y manejo de los ecosistemas y recursos naturales. Debe saber que para el caso de México, el 80 por ciento de la población originaria está habitando las superficies mejor conservadas; el 26.2 por ciento de las áreas protegidas se encuentran dentro de territorios indígenas.
Precisa conocer el doctor Córdova que ejidos y comunidades poseen la mitad del territorio nacional (más de 103 millones de hectáreas) y la mitad de estos núcleos agrarios se encuentran en los diez estados con los mayores valores de biodiversidad (Oaxaca, Chiapas, Veracruz, Guerrero y otros). Además poseen el 80 por ciento de bosques y selvas del país. Dichos núcleos (más de 30 mil) representan casi el 75 por ciento del total de unidades productivas rurales del país. Hace pocos años todavía ejidos y comunidades agrarias en municipios indígenas poseían el 60 por ciento de la vegetación arbolada del país. Por ello no es raro que estos enclaves socioculturales se traslapen con 52 áreas naturales protegidas (más de 2 millones de hectáreas), de un total de 153 que existen en el país. Esta relación entre pueblos originarios y diversidad biológica se expresa también en el hecho de que México es un centro de origen y domesticación de más de cien productos agrícolas importantes a escala mundial.
El doctor Lorenzo Córdova se burla de la manera de expresarse de los pueblos originarios. Ignora que el mecanismo fundamental de interacción en el operar de los sistemas sociales humanos es el lenguaje que actúa como un contemplar nuestro mundo y el mundo del otro, y hacer de la descripción de nuestras circunstancias y las del otro, el medio en que conservamos identidad y adaptación. Es en la propia estructuración sintáctica de cada lengua que se expresa una cosmovisión única y particular que le da identidad y relación con el mundo. La lengua está en el corazón de lo que significa ser humano.
Actualmente se calculan 7 mil 105 lenguas vivas. Los pueblos originarios representan entre el 80 y 90 por ciento de dicha diversidad. Pero por comportamientos racistas como el del doctor Córdova, esta diversidad cultural está declinando, incluso, más rápido que la diversidad biológica: mientras están desapareciendo el 90 por ciento de las lenguas en el presente siglo en el peor de los escenarios, sólo el 50 por ciento de la diversidad biológica desaparecería. Los chichimecas, esos que refiere Córdova en su burla, forman parte de estas lenguas en peligro de extinción.
Por dignidad y en memoria a sus padres, Lorenzo Córdova Vianello debe renunciar; o por dignidad nuestra debemos renunciarlo. El pánico y el psiquiatra que refiere en su conversación, lo tenemos y necesitaremos nosotros después de la exhibición de la naturaleza humana real de quien preside y fiscaliza las actuales elecciones. “Hombre blanco hablar con lengua de serpiente”, dice Javier Krahe en la letra de la canción Cuervo Ingenuo en la que a través de una sátira crítica, cuestiona el mundo occidental. Yo solo quiero decirle al susodicho: Lorenzo, “no mames, cabrón”.