En la península de Yucatán, los apicultores producen la que es considerada una de las mejores mieles del mundo, un producto orgánico altamente aromático que se exporta en un 90% a Europa.
Sin embargo, en los últimos años, las siembras de soja transgénica en esta región del país han llegado a alterar la pureza del dulce, poniendo en peligro la calidad de la miel y sus posibilidades de comercialización en el extranjero.
Tras una sentencia de la Unión Europea en 2011 que interrumpió la venta de miel, los agricultores lograron una revocación temporal de los permisos para la siembra de soja. No obstante, dos años después y a falta de un pronunciamiento definitivo, el futuro del campo continúa en el aire.
Regeneración, 5 de julio 2014.-“Existe la posibilidad de que vuelva a autorizarse. Si esto ocurre la miel se contaminaría y eso sería muy grave para la economía de la zona”, explica Miguel Lara Sosa, presidente de la Sociedad Apícola Maya de Yucatán.
Los primeros permisos para la soja transgénica se otorgaron en 2000, pero no fue hasta 2011 que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea detectó que la miel presentaba trazas de polen genéticamente modificado y obligó a someterla a una nueva regulación antes de que pudiera comercializarse. “Los análisis mostraron la presencia del transgénico. Hubo una enorme alarma y en ese momento rechazaron el producto durante dos meses. Alemania volvió a aceptarlo, pero extremó los controles, y solicitó pruebas de forma continua”, asegura el directivo. Precisamente ese año, bajo el mandato del presidente Felipe Calderón, el Gobierno mexicano había aprobado la siembra de 30.000 hectáreas de soja transgénica –el anterior permiso era para 7.200- a petición de la multinacional Monsanto.
Los apicultores plantearon entonces el problema ante las autoridades federales y de los tres Estados de la península Yucatán (Yucatán, Quintana Roo y Campeche), y lograron en 2012 una suspensión precautoria de las licencias para la siembra a gran escala en Campeche. En la actualidad, el recurso judicial todavía se encuentra en proceso y los productores temen que el Gobierno autorice, como lo ha hecho en otras regiones del país, el cultivo de organismos genéticamente modificados.
“Los contratos de las exportaciones con Europa son para miel orgánica”, insiste Miguel Ángel Murguía, director de Educe Cooperativa, una organización que reúne a 20 cooperativas de Yucatán y forma parte del colectivo MAOGM, contrario al uso de transgénicos. “El riesgo es muy fuerte, además de la desaparición de la miel pura, está el peligro que representa el monocultivo, que obliga al cambio de uso de suelo y a la deforestación”.
En la península existen alrededor de 11.200 apicultores y 348.014 colmenas. Miguel Lara Sosa afirma que cada ciclo se producen unas 10.000 toneladas de miel, lo que genera unos 400 millones de pesos (31 millones de dólares), aunque en ocasiones la producción es menor. A comienzos de año el directivo admitió una caída del 40%, en parte por las bajas temperaturas registradas en diciembre de 2013.
“La población de abejas ha disminuido”, comenta Izel Morán, médico veterinario de la empresa Balam Kaab, que presta asesoría técnica a pequeños apicultores. “El cambio de clima también afecta a las cosechas. Antes las estaciones estaban bien definidas, pero ahora, las lluvias fuera de temporada hacen que se deslaven el polen de las flores y el néctar. Así, cuando las abejas salen de las colmenas a alimentarse, no encuentran qué comer”.
La organización civil Greenpeace señala que México es uno de los principales productores de miel en el mundo y el tercer exportador a nivel global. En el mercado internacional el país azteca aporta el 10% de las 300.000 toneladas que se comercializan cada año y hasta la fecha, la miel de Yucatán representa una tercera parte de la producción nacional.
El secreto de su éxito, explica Morán, es que “resulta altamente aromática, de sabor muy dulce y en su elaboración se prima la calidad sobre la cantidad. Es lo que busca el paladar europeo, más sensible a este tipo de sabores”. La especialista reconoce que difícilmente los mexicanos “llegan a probar la miel, ya que en su mayoría se va a Alemania, Suiza e Inglaterra”.
Las floraciones y la gran cantidad de árboles de la región hacen que el dulce resulte muy concentrado en cítricos y aguacates. En el proceso de elaboración no se utilizan químicos y las abejas eligen cómo se alimentan de forma libre. Para ello, pueden llegar a volar varios kilómetros en busca de polen y néctar, y ahí es donde comienza el problema. En su camino los insectos encuentran cultivos de soja transgénica, esta se transmite al polen de la miel e infecta el producto, lo que impide que se comercialice ya como orgánico en el mercado europeo.
Información: Ecoportal.net