Morena y los movimientos sociales

Por Víctor Flores Olea | La Jornada
 
 R. 12 de agosto, 2014.-En artículos anteriores hemos subrayado la importancia política de los movimientos sociales, entre muchas otras razones por la gran desconfianza que hoy se vive hacia los partidos políticos, a los que se ve con razón como dóciles instrumentos de los centros de poder, o de los poderes fácticos, como también se les llama. En una discusión más a fondo sobre dichos movimientos, no pueden pasarse por alto sus debilidades o flaquezas, tal como lo ha señalado en diversas ocasiones el inteligente investigador y pensador Héctor Díaz Polanco. En una ocasión especial, en su intervención sobre movimientos sociales al lado de pensadores como Enrique Dussel y Tarik Ali, que consta en un YouTube grabado el 20 de octubre de 2013, con ocasión de la Feria Internacional del Libro de la ciudad de México, Díaz Polanco se extendió relativamente sobre el tema.
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Para Díaz Polanco no hay duda que los movimientos sociales de finales del siglo XX y de principios del XXI tienen una enorme importancia, y varios, los más importantes, han estado en la raíz de grandes cambios sociales, pero esto no significa, sigue diciendo el estudioso, que esos movimientos no presenten también importantes debilidades que al final de cuentas los debilitan y autolimitan, dejando inéditas grandes oportunidades de transformaciones sociales, que no llegan a concretarse.

Dos de sus debilidades mayores, según Díaz Polanco, sería el hecho de que con frecuencia son movimientos sociales demasiado circunstanciales y efímeros, que abandonan sus objetivos antes de tiempo y que no llegan a realizarlos. Otra limitación, digamos estructural de los movimientos sociales, unida a la falla señalada antes, es el hecho de que sus integrantes o militantes también abandonan los movimientos con demasiada facilidad, contribuyendo poderosamente a su carácter efímero y circunstancial. Otra debilidad que subraya Díaz Polanco, probablemente aún más importante que las anteriores, sea el que los movimientos sociales muestran con frecuencia un carácter puramente gremial o sectorial, sin elevar sus demandas específicas en un campo, al interés general de la sociedad. Dicho en otros términos, las demandas casi siempre permanecen como reivindicaciones sectoriales y rara vez elevan sus objetivos políticos a una transformación global de la sociedad. Todavía expresado en otros términos: rara vez la acción de estos movimientos va más allá de su alcance social y sectorial y se propone hacer política, es decir, sólo por excepción se convierten también en movimientos políticos, incluso en partidos políticos capaces de competir (y eventualmente triunfar) en un mundo cuya vida política es casi a plenitud dominada por los partidos y por los grupos de interés, también con una enorme influencia política.

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Siguiendo el guión marcado por Díaz Polanco, los movimientos sociales verdaderamente importantes debieran convertirse tarde o temprano en partidos políticos, sin dejar de ser movimientos, es decir, procurando blindarse contra cualquier tentación burocrática y permaneciendo estrechamente vinculados a la sociedad que les dio origen, y que será siempre la base y condición de su carácter democrático, que generalmente traen consigo los movimientos sociales. Por su lado, en la misma conferencia, Enrique Dussel sostuvo que la transformación implicaba una clara visión de la organización política, que se convertía en uno de los desafíos mayores de los movimientos transitando hacia su conversión en partidos.

Hay otro señalamiento de Dussel, a mi juicio, de la mayor importancia: el pensamiento crítico que necesariamente comporta esa transformación debe otorgar toda su relevancia a la crítica económica del capitalismo, sin la cual difícilmente podrá llegarse al estadio de un movimiento-partido que signifique una verdadera alternancia a los desastres y voracidad desenfrenados del capitalismo actual, que se ha convertido en una real fábrica de pobres y que acumula riqueza desmesuradamente en unas cuantas manos.

Partidos políticos sí, a condición de que continúen batallando en las maneras que les proporcionó y heredó el movimiento del cual provienen, siempre flexible y dispuesto a penetrar y aprovechar todas las coyunturas que se les presenten, pero al mismo tiempo impidiendo o evitando el carácter efímero e incluso inconsistente de los movimientos sociales, llevándolos a un nivel de militancia permanente que muy rara vez alcanzan los movimientos, y que son más posibles en los partidos políticos, siempre que luchen continuamente por evitar su contracción o reducción burocrática o, lo que es lo mismo, su cambio a aparatos que simplemente buscan el poder pero dentro de conductas y maneras profundamente antidemocráticas. A los movimientos los acosan su posible carácter temporal y efímero, a los partidos la burocratización antidemocrática. Los movimientos, y después los partidos políticos, han de estar profundamente atentos y dispuestos a luchar para no llegar a ninguno de esos extremos.

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Creo que en el México contemporáneo un hecho político mayor responde a las reflexiones anteriores. Nos referimos a Morena que sin duda nació y creció como movimiento social y ahora se ha convertido en un partido político capaz de batallar con los viejos partidos de la partidocracia mexicana, que son la causa de la desconfianza y repudio de buena parte de la ciudadanía hacia los partidos políticos. Ya en varias de las encuestas rápidas que se han hecho en torno a la conversión de Morena en partido político se percibe con claridad que llena un tremendo vacío en el horizonte político mexicano y que es recibido con enorme confianza por la ciudadanía. En unos cuantos días, en efecto, Morena se ha convertido para México en el partido de la esperanza.

Por supuesto, deberá cumplir en su oportunidad con esa promesa de futuro que ya contiene. Y que, como dijimos, lleva consigo una necesidad doble: primero, mantener su frescura y su calidad libertaria, y segundo evitar a toda costa su posible rigidez burocrática en cuanto partido. Doble desafío de la mayor importancia que podrá ser cumplido, sin ir más lejos, por su líder central: Andrés Manuel López Obrador.