Opinión: Dialogo con los escépticos

Por Ramiro Padilla Atondo

RegeneraciónMx.- Probablemente y cuando salga esta colaboración, habré  tenido un diálogo con un grupo de ciudadanos que se autonombran “escépticos”. Es normal, en todas las transformaciones sociales habrá grupos que mirarán con desconfianza todo lo que huela a cambio. Así ha sido desde el inicio de los tiempos. Pero,  ¿Qué significa ser un escéptico?

Para empezar, entiendo que el escepticismo nace de la duda ante los alcances de un proyecto  político que por su misma naturaleza puede ser incomprensible para aquellos poco educados en el pensamiento político de largo alcance. Hemos sido educados en el cortoplacismo esto es, la suprema necesidad de ver resultados casi de manera automática, como si todo asunto sujeto a la voluntad del gobernante se pudiese resolver por mera voluntad, sin atenerse a las dinámicas económicas y sociales. Como si el colonialismo norteamericano no existiera, o como si no hubiera poderes fácticos dispuestos a hacer hasta lo imposible por evitar que haya cambios que pongan en riesgo el statu quo imperante.

Les pongo un ejemplo; la derecha en México, esa misma que aplaudió la guerra contra el narco, se queja amargamente que los números en la violencia no han disminuido como según ellos como prometió el presidente. Pero se les olvida decir que no es lo mismo tener seis carteles, totalmente focalizados en ciertas zonas del país, que enfrentar una batalla contra más de 45 carteles, multiplicados por la soberana estupidez de un presidente.

Ahora esta dinámica se ha trasladado al país entero. Zonas que ni sabían siquiera que había violencia del narco ahora están inmersas en ella.

Obviamente estos escépticos piensan que la paz se genera de manera espontánea. También se les olvida pensar que un salario de 88 pesos diarios es una forma de violencia contra los pobres.  Mientras los ricos de este país se esforzaban en evadir impuestos y mandar su dinero a paraísos fiscales, los pobres se preguntaban por su lugar en una sociedad que nunca les daría una oportunidad, fuera de actividades ilegales para revertir lo que bien planteraría el premio nobel de economía Joseph Stiglitz,  más del 80% de los pobres seguirán siendo pobres por más que trabajen, mientras que más del 90% de los ricos seguirán siendo ricos no importa cuán estúpidos sean.

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Es por eso que cuando escucho a un escéptico preguntarme este tipo de cuestiones no puedo sino respirar hondo y preguntarme por qué en nuestro país no existe la curiosidad intelectual.

La inmensa mayoría de estos “ciudadanos preocupados” no tiene las herramientas mínimas para plantearse siquiera algo que en cualquier país de educación mediana sería algo normal, ¿Por qué existe la desigualdad y que podríamos hacer para reducirla? Salen con las mismas fórmulas desgastadas de “yo no mantengo huevones” como si los políticos y empresarios fuesen adalides del trabajo y no del tráfico de influencias que es lo que les ha permitido enriquecerse sin mover un pinche dedo.

Y encima se molestan porque el hijo de un tipo que se levanta a las 4 de la mañana, viaja dos horas para llegar a su trabajo, produce entre nueve y diez horas, regresa a su casa después de una jornada extenuante, para ver a sus hijos de pasada, porque se tiene que dormir temprano para continuar un ciclo que se repetirá hasta que se muera o se jubile, estos mismos escépticos, digan, que no es justo que el hijo de este tipo que da la vida por sacar a su familia de su condición de marginación, tenga una beca para estudiar.

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Como si no hubiese becado con sus impuestos los castillos en Francia  de un exgobernador priista, o el departamento en la quinta avenida de Nueva York, o las vacaciones en Aspen de un parásito que en su vida trabajó.

A esos escépticos del cambio que se la viven quejándose porque el cerebro no les alcanza para entender que su clasismo y racismo fue cultivado a través del aparato de distracción masiva llamado televisión les digo: me importa un carajo su escepticismo.

No hay cosa más maravillosa que ver un matrimonio de viejitos llenar el carrito del mandado sin necesidad de depender de sus familiares o ver un niño de la sierra de Guerrero tener para comer en la escuela en vez de ver a un tipo como Diego Fernández de Cevallos acumular una deuda de casi mil millones de pesos de impuesto predial o ver a 22 políticos mexicanos perder 48 mil millones de pesos en Andorra.

Esos pequeños detalles me hacen abandonar el escepticismo porque ¿Qué creen?

Yo no me informo con Televisa. Yo si leo.

Por primera vez en mi vida veo mis impuestos trabajar de la manera adecuada y con eso me basta. Así que adáptense. Porque esta transformación llegó para quedarse. A pesar de su “escepticismo”.

Excelente semana.

Sigue a Ramiro PAdilla Atondo en Twitter como @ramiroatondo