Por Alejandro Rozado
Mesoamérica ha sido la única gran civilización de la historia —junto a Perú— que no se extinguió paulatinamente, como el Egipto faraónico o el Imperio Romano, sino que fue descabezada de tajo y sustituida violentamente por otra dominación a partir de la caída de Tenochtitlán —de ahí el carácter catastrófico de dicho acontecimiento.
Sin embargo, de la tala del floreciente árbol de esta civilización amerindia pronto nacieron rebrotes, pues no se trató de una cultura seca y podrida sino de una cuya historicidad tenía longevidad de ahuehuete. Así que las diversas culturas indígenas no desaparecieron, sino que dieron paso a una larga etapa de disímbolas resistencias. De aquel cataclismo civilizatorio que cambió radicalmente el panorama mundial trata este inmenso libro.
La conquista y posterior colonización de Nueva España dio nueva forma a la historia mundial; impulsó una inédita acumulación de capital transferido a las metrópolis europeas por la explotación de recursos naturales y humanos, acumulación que hizo posible el surgimiento del capitalismo temprano: “La conquista es el paso inicial —dice Semo— en la creación del primer imperio colonial en la historia. El colonialismo surge al mismo tiempo que el capitalismo como parte esencial y sigue vigente en forma de dependencia hasta nuestros días”.
De portentosa visión panorámica, esta investigación comprende los factores históricos previos a la llegada de Cortés, como el aislamiento absoluto respecto a los demás continentes, así como el relativo entre los propios pueblos originarios, que caracterizaron al nacimiento y florecimiento de multitud de culturas amerindias y dos grandes civilizaciones; las previas condiciones feudales y del capitalismo temprano que imperaban en Europa; las causas y consecuencias del apogeo y crisis de la España imperial; y el relevante papel del comercio y explotación de esclavos africanos en el resurgimiento poblacional, económico y cultural de la Nueva España.
Asimismo, el autor aborda con impecable prosa el complejo eslabonamiento —grande y pequeño— del derrumbe del imperio mexica así como las peripecias de la conquista inconclusa en el Gran Septentrión —gracias a la invencible guerrilla chichimeca— y el dominio siempre precario sobre las tierras mayas del Sureste.
Cada capítulo en ambos tomos abre decenas de debates especializados y, sobre todo, dialoga con una historia abierta que no se deja encasillar por mitos y teorías eurocéntricas. Por ejemplo, aquella versión de la paz y estabilidad política de tres siglos de Virreinato queda refutada por la profusa información historiográfica sobre rebeliones de todo tipo que hicieron de las fronteras territoriales una entidad en continuo desequilibrio y movimiento.
El gran mosaico territorial, poblacional y de intereses de clases y grupos que distinguió al nuevo orden establecido plagado de rupturas y continuidades impide que la historia pueda ser “contada en rebanadas” (Le Goff). La articulación entre las particularidades históricas y las tendencias generales del desarrollo epocal en que se inscribió la conquista española es uno de los grandes méritos de esta obra: un fresco total visto en movimiento; una complicada secuencia histórica capturada por una virtud casi artística expuesta en páginas fascinantes, párrafo tras párrafo y tesis tras tesis, en estos dos volúmenes.
La Conquista: una de las importantes obras publicadas en tiempos de la 4T por el infatigable historiador e intelectual Enrique Semo. La recomiendo ampliamente.
La Conquista: catástrofe de los pueblos originarios, Enrique Semo, 2 tomos, México, Siglo XXI, 2019.