¿Por qué se mantiene leal el ejército sirio?

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Por Kheder Khaddour 

Regeneración, 3 de diciembre del 2015.-El cuerpo de oficiales del ejército sirio ha permanecido prácticamente intacto a pesar de las inmensas presiones de más de cuatro años de conflicto civil y militar, un hecho que ha impedido la caída del régimen del presidente sirio Bashar al-Asad. El sistema de viviendas militares es un aspecto crucial en esta cohesión: revela el mundo en el que se desenvuelven los oficiales sirios, sus relaciones con el régimen y con la sociedad siria en general y las razones por las que hasta ahora tan pocos de ellos han desertado.

Aunque ha habido deserciones en la infantería, ninguna unidad de combate importante ha desertado en masa, porque una deserción de esta magnitud habría necesitado de la participación de los oficiales de rango medio a alto. En efecto, el núcleo del cuerpo de oficiales sigue apoyando al régimen del presidente sirio Bashar al-Asad. Se ha señalado a menudo que el hecho de que la mayoría de los oficiales provenga de la comunidad alauí de Siria ha sido el factor principal, incluso singular, de la cohesión del ejército desde 2011. Pero esta explicación exagera el papel de la filiación sectaria.

Los oficiales del ejército tienen acceso a un sistema de beneficios que vincula casi cada aspecto de su vida profesional y personal con el régimen, situándoles en una relación antagonista con el resto de la sociedad. Dahiet al-Asad, o “el suburbio de Asad”, al noreste de Damasco y el lugar del mayor complejo de viviendas militares del país, nos revela cómo funciona ese sistema. Conocido coloquialmente como Dahia, el complejo de viviendas proporciona a los oficiales la oportunidad de tener una propiedad en Damasco. Como muchos oficiales provienen de empobrecidos ambientes rurales, la propiedad de una casa en la capital hubiera escapado a sus posibilidades financieras. Las viviendas militares les han ofrecido una oportunidad de ascenso social, pero la comunidad en la que los oficiales y sus familias habitan dentro de Dahia fomenta también una identidad distinta que les segrega del resto de la sociedad siria y les hace depender del régimen.

Los beneficios que Dahia proporciona tienen un coste excesivo. Con el traslado a una vivienda militar, los oficiales consuman de forma eficaz su adhesión al régimen, vinculando su fortuna personal y familiar a la supervivencia del mismo. Todos los beneficios de la vida de un oficial y la respetabilidad social que proporciona están así garantizados y dependen del régimen. En 2000, cuando murió el presidente Hafez al-Asad, muchos oficiales en Dahiet al-Asad enviaron a sus familias a sus pueblos natales a esperar las consecuencias de la sucesión. Las familias sólo volvieron una vez que el hijo de Hafez, Bashar, fue confirmado como nuevo presidente. Los oficiales habían comprendido que su vida en Damasco estaba supeditada a la supervivencia del régimen de los Asad más que a su estatus como empleados del Estado o personal militar.

Los programas de viviendas militares de Siria se ampliaron considerablemente durante la década de 1980, pero en las décadas siguientes no se fomentó el sentimiento de solidaridad entre los oficiales de las diversas sectas, especialmente entre alauíes y suníes. No obstante, los beneficios de las viviendas militares tuvieron el efecto de facto de agrupar a los oficiales a fin de proteger sus comunes intereses financieros una vez iniciado el levantamiento en 2011.

El desordenado desarrollo de Dahia sugiere que su papel en la consolidación de la lealtad al régimen no fue una opción deliberada sino más bien el resultado involuntario de años de mala gestión y nepotismo. De este modo, el régimen ha podido capitalizar la corrupción interna del suburbio y el aislamiento de la sociedad siria en su conjunto para fortalecer sus lazos con los oficiales que allí viven y asegurarse una lealtad inquebrantable. Cuando el levantamiento se convirtió en una guerra civil a escala total, la guetoización del cuerpo de oficiales jugó a favor del régimen consiguiendo que muchos de ellos consideren la revolución como una amenaza personal a sus bienes y medios de vida.

La protección de un sistema que les resulta beneficioso, más que la adhesión a una lealtad ideológica estricta, es lo que ha mantenido casi intacto el cuerpo de oficiales sirios. Aunque ha habido deserciones individuales entre los oficiales que viven fuera del sistema de viviendas militares, a mediados de 2015 sólo había un ejemplo registrado de un oficial que hubiera dejado Dahiet al-Asad para incorporarse a la oposición y estaba ya retirado i . La barriada se ha transformado de zona residencial en algo más parecido a una base militar fortificada en la que los oficiales se sienten colectivamente defendidos y, por extensión, todo el ejército y el régimen sirio.

Dahiet al-Asad: El regalo del presidente

En Siria hay dos sistemas de viviendas militares. El primero proporciona alojamiento a los oficiales y a sus familias en recintos militares durante el servicio activo, como sucede con la zona de viviendas de Qatana en Damasco, Rayan en Homs y Saida en Daraa, sin conferirles la propiedad. El segundo sistema es un programa de compra de casas subvencionadas por el Estado que está controlado por el ejército sirio. En teoría, cualquier oficial podría solicitar una vivienda militar, pero el éxito de tal solicitud depende en gran medida de asegurarse los favores de quienes ostentan el poder de facto para otorgar o negar tal propiedad.

Dahiet al-Asad es con mucho el mayor ejemplo sirio del programa de compra de casas subvencionadas por el Estado, aunque pueden localizarse otros ejemplos en Deir Ezzor, Alepo y Tartus ii . En 2003, el ejército puso fin al programa por el que los nuevos oficiales podían solicitar la propiedad de una casa en los complejos de viviendas del ejército, sustituyéndolo en 2005 con un programa de préstamos que asignaba a los oficiales un millón de libras sirias (alrededor de 20.000$ de aquel momento) que pagan mensualmente a través de deducciones salariales. Esto restringió la oferta de viviendas en Dahia, por lo que las viviendas existentes eran todas más codiciadas y valiosas.

No es probable que Dahiet al-Asad fuera originalmente parte del plan a largo plazo del régimen para preservar la cohesión de los oficiales. En un principio proporcionaba sencillamente casas a los oficiales del ejército pero después se convirtió en un objetivo de inversión y especulación en propiedades comerciales. Que el cuerpo de oficiales se mantuviera firme en sus apoyos al régimen no era una conclusión inevitable cuando empezó el levantamiento en 2011, pero el régimen había ido auspiciándolo durante décadas de mala gestión, corrupción y clientelismo a fin de asegurarse su lealtad, convirtiendo Dahia en un bastión de apoyo militar e ideológico.

Desarrollo azaroso

Dahiet al-Asad se estableció inicialmente en 1982 después de que Hafez al-Asad emitiera una orden ejecutiva para asignar viviendas a los oficiales y sus familias iii . En el arco existente en la principal entrada del suburbio aún figura la inscripción: “Regalo del presidente Hafez al-Asad a los oficiales del Ejército Árabe Sirio y sus familias”.

La construcción de Dahia empezó bajo los auspicios del Centro de Viviendas Militares (SharikatIskan al-Askari), pero la Institución para el Establecimiento de Viviendas Militares –IEVM- (Moassattenfez al-Inshaat al-Askaria) asumió la responsabilidad del proyecto en los últimos años de la década de 1980. La IEVM, en el ámbito del ministerio de defensa, es la principal institución encargada de las viviendas militares en Siria. Aunque no lleva a cabo construcciones reales, es el principal contratista de las viviendas militares y es responsable en última instancia de todos los trabajos emprendidos en Dahia. La Institución es efectivamente una empresa inmobiliaria y es el contratista general que gestiona muchos proyectos, tanto en el sector público como en el privado.

Las construcciones iban a llevarse a cabo a través de una serie de planes de desarrollo plurianuales que implicaban la coordinación con diversas instituciones del gobierno para poder disponer de todos los servicios necesarios. El entonces ministro de defensa Mustafa Tlass puso la primera piedra del complejo de viviendas en 1985, y los oficiales empezaron a mudarse a partir de los primeros años de la década de 1990. En marzo de 2011, cubría más de 250 hectáreas y alojaba a más de 100.000 residentes iv .

Contrariamente a la creencia popular, Dahia no es una zona residencial de lujo ni alberga a oficiales de alto rango. A pesar de su población creciente, la mayor parte de las áreas de Dahia carecen de importantes servicios públicos. El suministro y calidad de los servicios ha ido a menudo bastante por detrás de otras barriadas de la capital siria debido a la falta de coordinación entre las instituciones que se ocupan de las viviendas militares y el gobierno civil que dispensa esos servicios v . Las calles necesitan reparaciones y hay cortes frecuentes de agua y electricidad. Aunque hay mucha tierra sin utilizar, la barriada carece de espacios públicos o de un parque grande. El transporte público desde y hacia Dahia es también insuficiente dado el tamaño de su población. La primera panadería del gobierno en Dahia no se abrió hasta 2014 y, hasta 2009, cerca de la entrada al suburbio estuvo operando un gran vertedero de basura que daba servicio a la vecina ciudad de al-Tal. En Dahia era habitual quemar la basura y el vertedero del barrio atraía a menudo a jaurías de perros salvajes vi .

Proceso de civilidad en las viviendas militares

Las reformas económicas de la primera década de 2000 impulsaron una rápida inflación del precio de los inmuebles y un impulso en las inversiones en Dahia, que exacerbaron el caótico desarrollo infrastructural del suburbio. Este proceso se vio también facilitado por el estatus único de Dahiet al-Asad. A diferencia del resto de Siria, los inmuebles en Dahia no están registrados en el ministerio de administración local. En cambio, la IEVM es dueña de la tierra donde se levantó el barrio y por ello tiene toda la autoridad en la toma de decisiones para la construcción de proyectos y venta de propiedades. Gracias a este estatus especial, la Institución tiene un amplio margen de maniobra para contratar nuevos proyectos de construcción para viviendas civiles y empresas privadas, siendo propiedad, la mayoría de estas últimas, de los miembros del régimen y sus afiliados. Durante la primera década del 2000, la Institución se vio inundada de dinero tras el boom de la construcción en Dahia, a la vez que de una nueva oleada de personas afiliadas al regimen y de la corrupción que con ellas llegó.

Gracias a la Institución, Dahiet al-Asad recibió también una gran afluencia de residentes civiles durante esa primera década del 2000. Aunque no se dispone de estadísticas oficiales, entrevistas realizadas a los residentes sugerían que, en 2011, apenas el 60% de los residentes en el suburbio eran oficiales –incluyendo oficiales en activo y retirados, miembros del servicio secreto y otro personal de seguridad- y que el 49% eran civiles. Las consiguientes entrevistas tanto con residentes civiles como militares confirmaron un cambio notable en la composición de la barriada durante el período previo al levantamiento de 2011. Dahia se había vuelto más civil y había dejado de ser, a la vista de sus residentes, un lugar solo para oficiales y sus familias.

Esa afluencia de civiles hizo que el cuerpo de oficiales se volviera más ducho en los negocios debido a que el boom de la propiedad en Dahia de la primera década de los 2000 había incrementado el valor de sus casas allí. Los oficiales empezaron a considerar sus casas como activos financieros. En las zonas más acomodadas de Dahia como Jowiyyeh o Amjad, por ejemplo, los precios de las casas subieron hasta alcanzar los treinta millones de libras sirias (alrededor de 600.000$ antes de que empezara el levantamiento) o más, aunque la mayoría de los oficiales asalariados no podían permitirse un apartamento que costase más de dos millones de libras sirias (40.000$) incluso después de treinta años de servicio.

Las familias de no militares que se trasladaron a Dahia, especialmente durante los cinco años antes del levantamiento, hizo que muchos damascenos pensaran que la zona se había convertido en un barrio residencial de Damasco como cualquier otro. Un antiguo residente civil señalaba: “En 2007, no podía decirse ya que fuera un complejo de viviendas militares vii ”. Pero el levantamiento convertido en guerra civil mostró que el nuevo sentimiento de civilidad de Dahia no era sino un mero barniz de lo que en realidad era una barriada militar.

El gueto de los oficiales

El sistema de beneficios

El ejército ha enmarcado tradicionalmente la compra de una casa en Dahia como un compromiso de por vida con el régimen. Después de graduarse como segundo teniente –rango de partida de los oficiales en el ejército-, los cadetes empezaban un período de espera de entre diez y quince años, durante el cual se les retenía del 5 al 7% de su salario como eventual pago inicial de una casa. Durante ese tiempo, el personal militar y sus familias permanecían a menudo en casas militares temporales que eran prácticamente gratuitas. Los oficiales necesitaban invariablemente de conexiones influyentes para poder adquirir finalmente una unidad en Dahiet al-Asad, y esa adquisición les llevaba normalmente pagarla otros veinte años a través de retenciones salariales mensuales.

Dahia alberga casi en su totalidad únicamente a oficiales de rango medio. La inmensa mayoría del cuerpo de oficiales allí tiene un nivel entre comandante y teniente general, pero son menos de una docena de estos últimos los que viven en el barrio. Los oficiales de rango superior viven en zonas elitistas dentro de Damasco.

Para muchos oficiales, la vivienda militar les ha proporcionado la única oportunidad de ascenso social rápido. El típico oficial del ejército que vive en Dahiet al-Asad es de clase media baja –independientemente de su secta- y proceden del campo o de zonas costeras donde las perspectivas económicas son sombrías. Los oficiales alauíes vienen principalmente de las zonas costeras de Jableh, Lataquia y Tartús, mientras que los oficiales suníes suelen proceder de los alrededores rurales de grandes centros urbanos como Alepo, Daraa y Raqqa. Sin embargo, tanto los oficiales alauíes como suníes comparten un origen socioeconómico similar y por ello aspiraciones similares de movilidad ascendente. El ejército es una de las pocas avenidas abiertas a estos jóvenes que les ofrece un nivel de estatus, un salario decente y la perspectiva de la propiedad de una casa (y nada menos que en la capital, que muchos consideran como el pináculo del éxito personal). Una casa en Dahia era también valorada como el lugar donde los oficiales pueden vivir mientras desarrollan su carrera y como el hogar donde poder vivir retirado después.

Mudarse a Damasco también mejora el lote social de toda la familia de un oficial. Vivir en Dahia proporciona a los hijos de un oficial la oportunidad de crecer y estudiar en la capital. Un general de brigada retirado viii , que había vivido en Dahia durante 35 años, al principio en una vivienda temporal del ejército pero después en su propia casa, habló sobre los beneficios que vivir en el barrio había supuesto para sus cuatro niños. “Una vez que tomé posesión del apartamento, nuestra vida se hizo más estable y tuvimos mayores esperanzas para el futuro de nuestros hijos. Al vivir en la capital, nuestros hijos iban a poder estudiar en la Universidad de Damasco”, dijo. El oficial mencionó otros beneficios, tales como acceso gratuito a los hospitales del ejército en cualquier lugar del país para toda su familia, incluido el Hospital Tishreen, el más avanzado de Siria, que también está situado en el barrio.

Hay otros beneficios que facilita vivir en Dahia, que pueden verse al entrar en los hogares de los oficiales. Jabón y mantas proporcionados por el ejército, pan obtenido en oficinas militares especiales y cupones de gasolina, todo ello obtenido por los oficiales a precios con descuento o gratis. Los oficiales reciben también suscripciones gratuitas a los tres periódicos oficiales del gobierno (Thawra, Tishreen y al-Baath). Y cada oficial recibe un certificado de haber completado el entrenamiento militar que va firmado personalmente por el presidente sirio, junto con una fotografía a su lado que cuelga habitualmente de la pared de la sala de estar.

Todo esto no se parece al tipo de lujos que codiciaría alguien que resida en un distrito rico del centro de Damasco, pero los oficiales valoran estos beneficios porque en su mayoría proceden de clases medias bajas y tienen orígenes rurales.

Una especie de solidaridad

Junto a los beneficios materiales, el sistema de viviendas militares es fundamental para cultivar una identidad compartida entre los oficiales de rango medio, al igual que vivir en Dahia es un estilo de vida integral que lo abarca todo. Habitar con personas que están todas adaptándose a la vida en la ciudad ayuda a construir un sentimiento de solidaridad. Dahia es también el espacio donde los oficiales pueden exhibir sus logros sociales, que muchos defienden después celosamente.

Pero vivir en Dahia hace que los oficiales y sus familias se vean atrapados en dos mundos: la ciudad en las afueras en la que viven y los pueblos de donde proceden. En la capital se les considera del campo y en sus pueblos y ciudades ancestrales se les tilda de urbanitas. Esta identidad intermedia refuerza su apego a Dahia y a todo lo que representa. Los hijos de los oficiales sienten esta identidad híbrida de forma muy fuerte, porque están creciendo en el barrio y tienen su identidad anclada en él.

Segregación desde y por parte de la sociedad en general

Los beneficios a los que los oficiales tienen acceso, junto con la compartida identidad alimentada en Dahia, “guetoiza” eficazmente a los oficiales dentro del perímetro del barrio. Dahiet al-Asad tiene pocas relaciones oficiales o no oficiales con las zonas vecinas. En la década de los ochenta había poca interacción entre Dahia y los suburbios adyacentes de Barzeh, Duma y Harasta. Tras las reformas económicas de las décadas de 1990 y la primera del 2000, algunos residentes de Duma y Harasta abrieron pequeños negocios en Dahia, incluyendo supermercados, fruterías y carnicerías. Pero estas formas de interacción comercial o social fueron la excepción, no la norma. Los estudiantes de Dahia eran enviados a los campos de vanguardia del Partido Baaz (muaskarlel-talai) en Duma, y, debido a que el suburbio seguía formando administrativamente parte de Harasta, sus residentes iban allí a conseguir una serie de servicios oficiales y completar documentaciones.

Los beneficios del ejército y la socialización de los oficiales en Dahia les incentiva a permanecer donde se sienten bien recibidos. El término coloquial y despectivo para los residentes de Dahia es “ejército de sandalieros” (yayshabushehata), porque se les considera procedentes de un origen socioeconómico más bajo, rural y con escasos estudios. Conscientes de esta percepción, los oficiales tienden a ver pocas opciones posibles para ellos fuera del ejército en la vida cultural de Damasco, donde temen ser tratados de forma desdeñosa.

La división entre residentes de Dahia y los que no viven allí ha crecido sólo a partir del levantamiento de 2011. Para la sociedad siria en general, una persona que vive en Dahia está ineludiblemente asociada con el régimen. Esto refuerza una actitud defensiva entre esos oficiales de Dahia frente el resto de la sociedad. Si los oficiales apoyan o no al régimen de Asad, su residencia en Dahiet al-Asad, sus puestos en el ejército y a menudo sus sectas y orígenes son factores que juegan todos ellos un papel cimentando una percepción entre el cuerpo de oficiales de que van a ser atacados por los partidarios de la oposición.

Lazos más allá de la secta

La secta no juega ningún papel formal en el ejército sirio o en Dahia, ya que esto iría en contra de las reivindicaciones de laicidad del régimen. Sin embargo, las viviendas militares no han logrado tender un puente sobre las divisiones existentes entre los oficiales de sectas diferentes. La división y la desconfianza han persistido e incluso se han incrementado entre alauíes y no alauíes desde que se inició el levantamiento. Incluso dentro de cada secta hay divisiones siguiendo líneas familiares y regionales.

No obstante, el sistema de viviendas militares ha alineado de facto a todos los oficiales en la defensa de los beneficios y estatus de que gozan quienes viven en Dahia. Aunque la mayoría de los oficiales son alauíes, en el modo en que se preocupan ante las amenazas externas parece haber pocas diferencias perceptibles entre ellos y los oficiales no alauíes. En efecto, muchos oficiales se han despojado de su manifiesta afiliación sectaria para fomentar la unidad entre el cuerpo de oficiales.

Por ejemplo, un comandante suní, originario de Daraa pero que vive ahora en Dahia, se considera ante todo a sí mismo como oficial. Cuando se le preguntó que eligiera entre su pertenencia a Daraa o Dahia, el oficial dijo inequívocamente: “Soy de la comunidad de Dahia” (ana min ahel al-Dahia) ix . Aunque señaló que los servicios de seguridad cometían actos violentos, el oficial culpó a la oposición de fomentar el caos. Mantuvo que Dahia seguía siendo un lugar seguro incluso después de 2011, pero que el levantamiento le había afectado a nivel personal porque iba contra la institución del ejército en un sentido amplio, a la cual él pertenece y con la que se identifica.

La secta y el lugar de origen son todavía importantes para la vida en Dahia. Cuando empezaron las manifestaciones en Daraa en 2011, los oficiales suníes evitaron agruparse y socializar entre sí para eludir sospechas. Por ejemplo, un oficial suní era sospechoso de sedición e hizo grandes esfuerzos para demostrar que su lealtad al ejército estaba por encima de su lealtad a su región natal. El oficial recibió un mensaje de Facebook que decía que un compañero le había acusado de insultar al presidente y apoyar el levantamiento en su provincia natal. El mensaje le dejó aterrado y le hizo ir siguiendo la cadena de rumores sobre su deslealtad hasta la fuente originaria, teniendo que hacer inusitados esfuerzos para demostrarle al acusador todo lo contrario. Incluso llegó a colgar una gran foto del presidente Asad en su balcón para destacar su lealtad hacia el régimen x .

La secta ha jugado un papel diferente en el caso de los oficiales alauíes. El levantamiento profundizó su sensación de aislamiento con los no alauíes, haciéndoles depender aún más del ejército para su defensa. El recuerdo de la rebelión de los Hermanos Musulmanes de 1976 a 1982 –durante la cual un ataque llevado a cabo en 1979 contra la escuela de artillería de Alepo causó muchos muertos alauíes- influyó en sus puntos de vista sobre las protestas de 2011. Para ellos, el levantamiento era una reproducción de esa temprana rebelión de la Hermandad, cuando su secta, el ejército y el régimen fueron todos el blanco de las críticas xi .

El levantamiento de 2011 tuvo el efecto de vincular aún más a los oficiales alauíes con el ejército sin que por eso llegaran a fortalecerse los vínculos entre ellos y los civiles alauíes. Un oficial alauí describió la barriada de Esh al-Warwar, de mayoría alauí y cercana a Dahia, de la siguiente forma: “Esh al-Warwar está cerca de Dahia pero nunca he estado allí. Son gente baja [ shabin ]”. Antes del lentamiento, el oficial y su familia solían decir que los alauíes de Esh al-Warwar eran “ganado y gitanos” (baqarwashrashih) xii . La hija de otro oficial de Dahia expresó parecidos sentimientos sobre los alauíes de Eash al-Warwar: “El oficial alauí se siente más cerca del oficial suní que de un alauí de Esh al-Warwar, porque dicen que los alauíes de ese barrio están por debajo de ellos. Mi madre habla muy mal de esa gente de Esh al-Warwar. Esa comunidad afecta [negativamente] a la imagen que se tiene en la capital de los alauíes” xiii .

La relación entre esas dos comunidades alauíes ha evolucionado en cierto modo desde que empezó el levantamiento. El sentimiento de los oficiales alauíes en Dahia hacia la comunidad alauí vecina se ha transformado hasta cierto grado de hostilidad en piedad, en parte como reflejo del incremento de la solidaridad sectaria después de que el conflicto estallara. Después de que Eash al-Warwar fuera atacada por los rebeldes de la zona vecina de Barzeh, los oficiales alauíes en Dahiet al-Asad empezaron a describir a la gente de Esh al-Warwar como “pobres”, “sencillos” y “merecedores de piedad y protección” xiv . Sin embargo, los oficiales de Dahia no corrieron a apoyar a sus vecinos en su lucha contra los rebeldes, ni, según fue desenvolviéndose el conflicto, se desarrollaron nuevos vínculos entre las dos comunidades alauíes a pesar de compartir su posición en una frontera sectaria.

El bastión de la contramovilización del régimen

Aunque las iniciales protestas de la oposición en 2011 fueron de naturaleza política y perseguían específicamente alterar la política del régimen, el aislamiento de los residentes en Dahia llevó a los oficiales del ejército y a sus familias a creer que los manifestantes representaban no sólo una amenaza para el régimen sino también, a nivel personal, para ellos. A medida que el levantamiento fue desarrollándose, los oficiales compartían la misma creencia –con independencia de secta o ideología política-: que la prioridad era defenderse ellos mismos y defender sus intereses de la sociedad en general.

El levantamiento hizo que los residentes en Dahia desconfiaran más de las zonas vecinas. Los oficiales decían rutinariamente a sus hijos que no contaran a los taxistas que eran de Dahiet al-Asad o que ese era su destino final. Los rumores eran habituales, incluyendo una historia no confirmada sobre la hija de un oficial de Dahia que fue secuestrada y después asesinada por unos criminales de Duma. Otro relato sin confirmar en Dahia cuenta que un taxista secuestró, mató y decapitó a un joven del suburbio xv .

La separación de los oficiales del resto de la sociedad permitió que estos rumores se extendieran. Por ejemplo, en Saida, cerca de Daraa, donde los oficiales también viven en un recinto militar, los agentes del Directorado de la Inteligencia de la Fuerza Aérea empezaron a informar a los vecinos de que los manifestantes de los pueblos cercanos estaban planeando atacar el complejo de viviendas militares en venganza por el asedio de Daraa xvi . En respuesta a estos rumores, los oficiales militares y sus familias en Saida crearon planes de defensa y se prepararon para una potencial emboscada de los supuestos atacantes aunque tal batalla nunca se materializó. Los temores de que “quizá los Dumanis o los Barzawis [familias de ciudades adyacentes a Dahia] hicieran lo mismo” se expresaban de forma frecuente y abierta en el suburbio xvii .

El levantamiento de 2011 fortaleció la percepción entre los oficiales de Dahia de que había que fortalecer las defensas de la zona. Bajo estos auspicios, la identidad militar de Dahiet al-Asad ha sido completamente reforzada. La barriada se convirtió en una plataforma militar desde la que lanzar ataques sobre las áreas vecinas proclives a la oposición. La infraestructura militar de que disponía la zona residencial antes del levantamiento fue puesta en pleno uso xviii . Por ejemplo, tanto una propiedad perteneciente al ministerio de recursos hídricos como un colegio para la policía de tráfico fueron utilizados como posiciones artilleras para lanzar misiles contra los rebeldes en las vecinas Harasta y Barzeh. Este tipo de acciones revelan el dominio del ejército en Dahia y la percepción entre los residentes de que el régimen mantiene el control último sobre la zona. Aunque la militarización de las barriadas se ha producido en toda Siria, la transición ha sido más veloz y más profunda en Dahia, que en 2015 se asemeja a una base militar.

En junio de 2012, cuando el Ejército Libre Sirio avanzaba hacia Dahia, personal del régimen empezó a organizar a los hijos de los oficiales (en su mayoría alauíes) en las Fuerzas de Defensa Nacional (FDN), un grupo de vigilancia encargado de la seguridad interna del suburbio. Cuando los disparos de artillería de los rebeldes se hicieron rutinarios, las FDN levantaron puestos de control por toda la zona y sus vehículos militares se hicieron omnipresentes. De vez en cuando montaban ametralladoras pesadas DShK en la parte trasera de camionetas y utilizaban tanques para patrullar por el suburbio.

La inseguridad y militarización según la secta obligó a los residentes civiles (especialmente a los suníes) –que habían emigrado a Dahia durante el boom económico de la primera década del 2000- a abandonar el suburbio. Lo contrario sucedió con las familias de los militares: un residente comentó que los sonidos de la guerra le resultaban “agradables” porque significaban que estaban inmersos en el fragor de la lucha para combatir la “conspiración” dirigida contra el ejército y el país xix .

Una vez iniciado el conflicto, los criterios que definían la pertenencia a Dahia se hicieron explícitos en la asociación con el régimen de Asad y sus símbolos. Antes del levantamiento de 2011, la parafernalia a favor del régimen no era más habitual en Dahia que en otras partes de la capital. Pero, a partir de entonces, al pasear por las calles del suburbio se podía palpar la transformación. Las banderas sirias y los carteles de Asad están por todas partes, con grupos partidarios del régimen pronunciando discursos y celebrando rutinariamente actos públicos. Los carteles con las fotos de los mártires muertos en el combate están también por doquier. Las discusiones sobre la guerra en Dahia tienden a ajustarse a la narrativa del régimen, remedando a menudo lo que dicen los medios de comunicación estatales sirios. Es común escuchar que “todo marcha bien en el país, que no hay problemas”, junto con historias de cómo “infiltrados”, “terroristas” y una “conspiración exterior” tratan de destruir Siria xx .

Los hijos de los oficiales han empezado a exhibir bien a la vista fotos del presidente con eslóganes como “te queremos” (minhabek) mientras patrullan por Dahia atronando con canciones a favor del régimen desde los estéreos de sus coches. Esos hijos –la mayoría de los cuales no se alistaron- son por lo general más boceras que sus padres al expresar la necesidad de defender Dahia. Esto es en parte reflejo de su desgarrada identidad al no pertener del todo ni a Damasco ni a sus pueblos natales. Esta cohesión entre los jóvenes de Dahia se ha desarrollado de diversas formas, incluyendo la formación de nuevas organizaciones políticas, como la de los Leones del Suburbio de Asad (AsudDahiet al-Asad) y grupos paramilitares como las FDN.

Combatir del lado del régimen se convirtió de forma eficaz en el criterio que define la pertenencia a Dahiet al-Asad. Un residente civil informaba que el personal militar que se trasladó a la zona tarde, como en 2007, es considerado “residente original”, al igual que el de 2015, mientras que los pocos civiles que han estado viviendo allí desde la década de 1990 –mucho más tiempo que la mayoría de las familias militares- se han convertido en “forasteros” xxi . Se tomó conciencia de este hecho cuando las FDN empezaron a principios de 2014 a hacer un listado de todos los residentes en Dahia, pero sólo entraban para hacer el recuento en los hogares de las familias no militares. No obstante, unirse a las FDN era la única vía de que los civiles “pertenecieran” a Dahia. Un vecino de Dahia recordaba como un civil sirio-palestino, que no pudo unirse al ejército a causa de su doble nacionalidad, se incorporó en cambio a las FDN y empezó a hablar con acento rural alauí para demostrar su lealtad xxii .

Vigilancia

El personal del régimen había infiltrado hace mucho tiempo las firmas privadas encargadas de construir y adjudicar las viviendas en Dahiet al-Asad. La consecuencia fue que el factor determinante en la adjudicación seguía en pocas ocasiones el proceso oficial, porque los lazos personales con el régimen eran el factor más importante. Esto permitió que la corrupción y la vigilancia prosperaran en Dahia y se reforzaran mutuamente.

La Institución para el Establecimiento de Viviendas Militares, responsable de los bienes raíces y de la construcción en Dahia, dispone de conductos informales de vigilancia para proteger los intereses del régimen. A nivel oficial, la institución actúa bajo el ejército del Estado sirio y no tiene que rendir cuentas ante el poder judicial del país. El teniente general Riyad Salman Isa, que es también conocido como Riyad Shalish y es primo del presidente Bashar al-Asad, ha sido su director desde finales de la década de 1980. Ali Saqr, una figura del régimen, dirigió durante años la Oficina del Primer Ayudante del Director. Aunque Saqr no es oficial –su rango militar oficial es suboficial de primera clase- supervisó importantes tareas administrativas en Dahia, convirtiéndose en alguien poderoso y temido entre los oficiales del suburbio xxiii.

La corrupción ha sido el principal instrumento del régimen tanto para la cooptación como para la vigilancia en Dahiet al-Asad. En el caso de Saqr, su oficina era en efecto la llave de todo, desde asignar casas a autorizar empresas y permisos de construcción, nada de lo cual podía conseguirse sin los pertinentes contactos (wasta). Oficiales de alto rango como generales de brigada tenían que pasar por Saqr y su oficina para asegurarse de que les adjudicaban una vivienda. Como consecuencia, los oficiales se veían obligados a congraciarse con él para recibir lo que era suyo con todo derecho. (Saqr fue sustituido en octubre de 2007 por un ingeniero civil como parte del programa de reformas económicas del régimen para dar a la institución una apariencia más burocrática que militar.)xxiv

En Dahia, los oficiales se espían a menudo los unos a los otros, trasladando al personal del régimen determinada información pertinente o quiénes son los que critican al régimen. Debido en parte a esta razón, es muy raro que se critique al régimen o al presidente en público en Dahia, a diferencia de la mayor parte del país donde al menos hay algo de tolerancia. En un incidente ocurrido durante la primera década del 2000, una muchacha de quince años que vive en el suburbio publicó una revista detallando los fallos del gobierno a la hora de proporcionar los servicios necesarios a la barriada. Poco después, su madre recibió una llamada de la Oficina del Primer Ayudante del Director, advirtiéndole de que debía desistir de su intento o enfrentarse a las represalias. Este es el tipo de respuesta que la mayoría de los sirios en Damasco asociaría normalmente con los servicios de inteligencia del régimen. Asustada por la llamada, la madre preguntó a la hija: “¿Qué es lo que has hecho en el colegio para que Ali Saqr tenga que llamarme?”xxv.

La corrupción se ha enquistado en Dahia a través del sistema de viviendas militares. Un oficial sabe que mejorar su suerte en la vida –incluyendo su puesto, salario y casa para él y su vivienda- depende de su habilidad para entablar amistad con personal clave del régimen. Este amiguismo ha ayudado a fomentar un ambiente en el que los oficiales rivalizan por conseguir influencias delatándose y dándose puñaladas por la espalda los unos a los otros. Esto ha creado una atmósfera general de egoísmo corto de miras en el ejército y en el régimen en general.

Conclusión

El ejército sirio no ha sido el único beneficiario de las viviendas subvencionadas por el Estado. A lo largo de varias décadas, los trabajadores y profesores del sector público y numerosos grupos de funcionarios adquirieron casas a través de proyectos similares. Dahiet al-Asad ofrece simplemente una ventana a formas más amplias de beneficios proporcionados por el régimen a los funcionarios estatales antes de 2011, y el conocimiento de cómo esos beneficios, ya fueran por diseño o por defecto, han hecho que esos funcionarios no presenten una resistencia abierta ante el régimen.

En el ejército, los lazos sectarios no explican totalmente por sí solos la lealtad de los oficiales. Está claro que los alauíes detentan los mandos más importantes, pero hay muchos oficiales no alauíes que no han desertado, lo que sugiere la existencia de otros factores que les han retenidoxxvi. Un exámen cuidadoso del funcionamiento de Dahiet al-Asad indica que los beneficios otorgados a los oficiales y a sus familias –muchos de los cuales tienen orígenes humildes- les vincula con el ejército y el régimen, con independencia de preocupaciones religiosas o ideológicas. Sin embargo, la diversidad encontrada dentro de Dahia no ha dado lugar a la supresión de la identidad sectaria y a su sustitución por una nueva identidad corporativa de los oficiales. Por el contrario, son las redes y el sistema clientelista de Dahia los que han propiciado un compartido interés al empujar a personas de diversas procedencias a permanecer leales al régimen. Los irregulares servicios públicos y las bizantinas normativas que gobiernan la barriada sugieren que el hecho de haber desprofesionalizado a los oficiales ha impedido las deserciones, al hacerles depender más de informales canales traseros para conseguir servicios básicos y remuneraciones que de una jerarquía militar formal que pudiera erosionar el conflicto civil.

Durante décadas, uno de los instrumentos más fuertes del régimen de Asad para retener el control del ejército y otras instituciones estatales ha sido el de corromper a los oficiales proporcionándoles determinados beneficios a partir de una base personal, no institucional. Al conceder a discreción las viviendas y no como un derecho, el régimen se ha asegurado de que los oficiales y sus familias no tengan más opción que cerrar filas y mantenerse leales. Y como los oficiales han conseguido su estatus y beneficios a nivel de personas individuales y no como grupo corporativo, esto ha fomentado la rivalidad entre ellos, desalentándoles del tipo de contactos y confianza que serían necesarios para que los oficiales intentaran llevar a unidades enteras a desertar.

La mayor parte de los oficiales del ejército sirio han pasado años tratando de elevarse sobre sus orígenes de clase media baja y adquirir los privilegios que Dahiet al-Asad les ofrece a ellos y a sus familias. Pero al obtener esos privilegios han renunciado a casi todas las opciones plausibles para poder dejar alguna vez Dahia. Y no sólo es el propio futuro de los oficiales el que está en juego sino la suerte de todas sus familias. Por este motivo, casi todas las deserciones del cuerpo de oficiales desde 2011 han implicado a oficiales que no habían invertido sus esfuerzos en el sistema de viviendas militares.

El alcance y forma de la dependencia de los oficiales del ejército –y de otros empleados del Estado- del régimen para su subsistencia, movilidad ascendente y bienestar de sus familias revelan un componente social fundamental que ha ido moldeando su conducta desde que estalló el levantamiento. Este mismo cálculo dará asimismo forma a su respuesta ante cualquier transición política, si es que llega a producirse en Siria.

[El Carnegie Middle East Center publicó por vez primera el presente artículo, que formó parte del seminario “2014–2015 Renegotiating Civil-Military Relations in Arab States: Political and Economic Governance in Transition Project”, organizado por dicho Centro.]

Kheder Khaddour es investigador visitante del Carnegie Middle East Center, en Beirut. Sus investigaciones se centran los temas de identidad y sociedad en Siria.

Notas

i Investigación del autor entre los residentes de Dahia, 2015.

ii No hay ningún programa que proporcione viviendas, en función de la antigüedad, a los oficiales que alcanzan tal grado.

iii Directorate of Culture in Damascus Countryside, “Centro Cultural Árabe en Dahiet al-Asad” [en árabe], ultimo acceso 14 septiembre 2015, www.doc-dc.gov.sy/center.aspx?id=39

iv Entrevista del autor con un funcionario de la provincia de Damasco, mayo de 2012.

v “El suburbio de Harasta, fuera del tiempo y del espacio” [en árabe], Tishreen, 12 marzo 2006, www.tishreen.news.sy/tishreen/public/read/93299

vi “El suburbio de Dahiet al-Asad cuenta con escasos servicios públicos” [en árabe], Tishreen, 10 octubre 2006,

http://tishreen.news.sy/tishreen/public/read/88809.

vii Entrevista del autor con un antiguo residente en Dahia, Beirut, marzo de 2014.

viii Entrevista del autor con un general de brigada retirado, Damasco, junio de 2012.

ix Entrevista del autor con un oficial del ejército árabe sirio (vía Skype), julio de 2014.

x Entrevista del autor con el oficial de Dahia al-Asad (vía Skype), septiembre de 2014.

xi La escuela de artillería de Alepo fue atacada al principio de aquella rebelión, siendo después también objeto de ataques importantes civiles alauíes, tales como científicos y doctores, lo que creó el sentimiento de que los alauíes como secta, más que el ejército o el régimen, eran los verdaderos objetivos. La rebelión, que se centró en la ciudad de Hama y sus alrededores, terminó en 1982 después de que el ejército sirio la sitiara y destruyera grandes sectores de la ciudad con tanques y artillería, matando a miles de personas durante el proceso.

xii Entrevista del autor con la mujer de un oficial de Dahia, Damasco, agosto de 2012.

xiii Entrevista del autor con una hija de oficial de Dahia (vía Skype), septiembre de 2014.

xiv Entrevista del autor con oficiales alauíes de Dahia (vía telefónica), noviembre de 2014.

xv Entrevista del autor con un residente en Dahia (vía telefónica), Beirut, Líbano, junio de 2014.

xvi Véase entrevista con un exmiembro del Directorado de la Inteligencia de la Fuerza Aérea: “Interview with intelligence oficial Afaq Mohammed Ahmad”, video YouTube, 17:15, de un segmento televisado por France 24 el 18 de noviembre de 2012, publicado por “France 24/FRANCE 24 Arabic”, www.youtube.com/watch?v=n4RWZP-QEIk

xvii Conversación del autor con familias de oficiales, Damasco, febrero de 2012.

xviii Esto incluía almacenes militares que se habían distribuido discretamente por todo Dahiet al-Asad y que disponían de municiones, armas, suministros médicos, mantas y otros mecanismos militares.

xix Entrevista del autor con un residente en Dahia (vía Skype), septiembre de 2014.

xx Observado por el autor en Dahia, mayo de 2011.

xxi Entrevista del autor con un civil residente en Dahia (vía telefónia), octubre de 2014.

xxii Entrevista del autor con un residente en Dahia (vía Skype), octubre de 2014.

xxiii La oficina de Saqr era también responsable de reclutar a los hijos de oficiales en las FDN. El propio hijo de Saqr estaba al frente de los Leones del Suburbio de Asad.

xxiv Hilal Aoun and Ahlam Islmail: “Dahiat al-Asad: Las asociaciones evitan el plan,” [en árabe], Thawra, 7 junio 2009, http://thawra.sy/_print_veiw.asp?FileName=6715202220090705212911.

xxv Entrevista del autor con un residente en Dahiat al-Asad (vía telefónica), julio de 2014.

xxvi Para ver las estimaciones de ratios de oficiales alauíes y suníes, puede consultarse: Hicham Bou Nassif, “‘ Second-Class’: The Grievances of Sunni Officers in the Syrian Armed Forces,” Journal of Strategic Studies 38, no. 5 (2015), 626–49.

Fuente: http://www.jadaliyya.com/pages/index/23129/asad%E2%80%99s-officer-ghetto_why-the-syrian-army-remains-