Un golpe preconcebido que destruyó la democracia en España

Por Julián Vadillo | Diagonal 

El del 18 de julio del 36 fue un golpe preparado con el apoyo del fascismo alemán e italiano, que no sólo arrasó con la legitimidad democrática de la República, sino también con un sinnúmero de experiencias populares surgidas gracias al auge del movimiento obrero.

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Franco en la Sierra de Madrid. 1936. Old Photographs Archive Spain.

Regeneración, 18 de julio 2014.-El 18 de julio de 1936, un grupo de militares con apoyo de algunos sectores civiles y una gran parte de la Iglesia deciden dar un golpe de Estado contra la República española. Algunas tropas ya se había sublevado el día 17, sobre todo en las zonas del protectorado de Marruecos. Otras tardarían algún día, como en Barcelona y en Madrid. El golpe de Estado no fue un hecho espontáneo. Fue un proceso larvado que comenzó a fraguar en la mente de sus protagonistas desde el propio 14 de abril de 1931. Incluso se realizó en agosto de 1932 una frustrada intentona golpista en la persona del general Sanjurjo, que se sublevó en julio de 1936 y falleció por accidente de aviación pocas horas después.

Lo curioso de este golpe de Estado no es el proceso que llevó al mismo. El problema fue el desenlace y toda la mitología que se fraguó por los años de dictadura y los sucesivos. Lo primero porque se presentó la guerra como algo inevitable. Presentaron la República como un sistema caótico que conducía al desastre y que un grupo de militares salvaría la situación. El golpe de Estado y la Guerra Civil se equipara a algo parecido a un terremoto o a una tormenta. Algo natural que no podía ser de otra manera.

Valoraciones partidistas y cualitativas que caen por su propio peso al acercarse a la historia de la Segunda República.Cierto que existió violencia política, como en cualquier otro sistema. No podemos olvidar los enormes problemas estructurales que la República heredó. Además las fuerzas republicanas en España siempre estuvieron muy divididas y el advenimiento de la República en 1931 vino de la mano, principalmente, del movimiento obrero. Un movimiento obrero que una vez proclamada la República exigió resultados. Y esos resultados no fueron satisfactorios para todos los sectores obreristas, lo que generó una quiebra entre República y movimiento obrero. Primeramente, la extrema izquierda republicana y el anarcosindicalismo, que no vieron colmadas sus aspiraciones con la República. Posteriormente la izquierda socialista, que con la salida del PSOE del Gobierno de coalición, tuvo un acercamiento al anarcosindicalismo. La victoria de la derecha en las elecciones de 1933 y la promulgación de una regresión general de los derechos conquistados hace que el movimiento obrero se vuelva a movilizar e intente buscar una unidad complicada entre las distintas tendencias.

Sin embargo, y basándonos en datos de distintos estudios, se concluye que la mayoría de las víctimas que se producen por esa violencia política no se producen por parte del Estado republicano y de las organizaciones obreras contra las derechas. Más bien es el resultado del enfrentamiento contra las izquierdas de unas fuerzas de orden público que en muchas ocasiones no obedecían las órdenes. No hubo casos de enfrentamientos entre fuerzas del orden público y manifestaciones derechistas. Las razones son evidentes: 1. La derecha no utilizaba la movilización como herramienta, y 2. Cuando lo hacía había connivencia entre esas fuerzas y las fuerzas derechistas. Muchas de esas fuerzas, tanto de orden público como civil, se sublevaron contra la República en julio de 1936.

Aunque en España no había ningún tipo de peligro comunista, como quiso plasmar la propaganda golpista y franquista, lo cierto es que la Revolución de octubre de 1934 metió el miedo en el cuerpo a la burguesía. Por primera vez se desplazaron tropas del protectorado de Marruecos para reprimir un movimiento huelguístico. Y a la cabeza de dicha represión estuvo Franco. Amplios sectores del Ejército, de la Iglesia y de las clases acomodadas y conservadoras de la sociedad tenían pavor al avance del movimiento obrero. Igualmente no hay que olvidar que desde antes de julio de 1936 las fuerzas monárquicas de Renovación Española de Calvo Sotelo estaban en contacto con la Italia fascista y firmando contratos de armamento para perpetrar el golpe de Estado. Lo mismo que diversos políticos derechistas y fascistas de España habían visitado Italia y Alemania en los meses precedentes. Los casos de José María Gil Robles y José Antonio Primo de Rivera son paradigmáticos. Dos países, Italia y Alemania, que dieron su apoyo total al golpe franquista. Y una República que navegó en completa soledad salvo alguna excepción.

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La mejor manera de intentar justificar ese golpe de Estado fue establecer una política de tensión contra las organizaciones de izquierdas y obreras.Tras la victoria del Frente Popular en febrero de 1936, los grupos de extrema derecha se lanzan a la calle para generar un clima de violencia. Los datos estadísticos nos muestran que las agresiones y crímenes de los grupos de extrema derecha (punto que lleva incluso a la ilegalización de Falange) son inumerables. La respuesta generada por los grupos de izquierda no fue como la planteó el franquismo y como mantienen hoy muchos historiadores cercanos a esas posiciones. Gracias a trabajos como el del profesor González Calleja se van esclareciendo muchos puntos. Lejos quedan las visiones de planes trazados de antemano para exterminar al enemigo. El anticlericalismo en las izquierdas se ha mostrado siempre como ese elemento esencial para justificar el golpe de Estado. Sin embargo, los episodios de violencia anticlerical durante la República son escasos. Y durante la Guerra Civil habría que saber discernir qué fue represión política y qué fue represión religiosa.

Lo mismo cabe decir de los que consideran que todos fueron responsables, que se asesinó igual en las dos zonas. Muchas de estas afirmaciones provienen de personajes que incluso justifican el golpe de Estado. ¿Es igual la represión en la retaguardia republicana que en la retaguardia franquista? La respuesta es no. La represión de la retaguardia republicana se centró en las primeras semanas de la guerra. Una represión provocada por la reacción frente al golpe de Estado. Sin embargo, la zona republicana se reestructuró. Y montó todo un sistema garantista jurídico. La institucionalización de los Tribunales Revolucionarios puso fin a los llamados consejillos, que dictaban sentencias arbitrarias. Los Tribunales Revolucionarios estaban conforme al derecho, siempre en un escenario de guerra. García Oliver, al frente del Ministerio de Justicia, avalado por reconocidos profesionales del derecho como Eduardo Barriobero Herrán y Eduardo Ortega y Gasset, montó todo un sistema jurídico. Así se mantuvo, con variantes, hasta el final de la Guerra Civil en marzo de 1939.

Sin embargo, en la retaguardia franquista se impuso el terror y el exterminio para poder hacerse con el poder. Una dirección que ya marcaba el general Emilio Mola cuando se sublevaron en julio de 1936. El discurso manido de Paracuellos para los historiadores neofranquistas cada vez encaja menos. Y mucho menos unas visiones que se desarrollan desde una supuesta “equidistancia” que no hace sino justificar las bases del discurso histórico franquista. Es curioso cómo varios trabajos y tesis doctorales que tratan estos temas parten de la Causa General como fuente de documentación sin molestarse en contrastar dichos datos con otros como los de los registros civiles (ahora privatizados por el Gobierno de Rajoy), los archivos obreros o la propia documentación del Gobierno de la República.

La maledicencia del franquismo que aún hoy perdura, llega a tal grado que hace que las responsabilidades se hayan invertido. Es fácil escuchar discursos, incluso entre las propias víctimas del franquismo, donde hablan de la responsabilidad de sus propios familiares asesinados a la hora de la ejecución. Esto es producto de una machacona propaganda que así quiso que fuese. Lo que se pasa por alto en estos discurso es que entre 1931 y 1939 ser afiliado a un partido político de izquierdas o a un sindicato obrero no era un delito. Fue el franquismo el que convirtió eso en delito y con una aberración jurídica como el carácter retroactivo de dicho delito. La Ley de Responsabilidades Políticas de febrero de 1939 convirtió en delito ser integrante de determinadas organizaciones desde 1934. Una ley que aún se mantiene en su esencia, lo mismo que las generadas por el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo o por el Tribunal de Orden Público. Al no haber declarado ilegales los juicios del franquismo, las sentencias siguen vigentes. En estos juicios no se tenían las mínimas garantías de defensa y el reo tenía la presunción de culpabilidad, nunca la de inocencia.

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Un punto poco tratado por la historia es analizar qué liquidan el golpe de Estado, la Guerra Civil y la posterior dictadura. El golpe del 18 de julio no fue sólo contra la forma de Estado republicana. En el marco de la República se venían desarrollando distintas experiencias políticas y sociales que en muchos casos querían superar a esa propia República. Las distintas redes de ateneos, escuelas, sindicatos, orfeones, bibliotecas, cooperativas, grupos excursionistas, etc., estaban generando una cultura distinta. La cultura obrera que se venía fraguando en España desde la introducción de la Internacional en 1868. Distintos modelos sociales movían a muchos de sus integrantes. Desde los que defendían una profundización y perfeccionamiento democrático hasta los que quería una República Democrática y Social, pasando por aquellos que defendían la Revolución Social y el establecimiento de una sociedad libertaria. Aunque durante la Guerra Civil se postergaron algunas de estas aspiraciones, la finalidad en sus defensores siguió intacta. Incluso en la retaguardia republicana se vivieron experiencias de transformación social. Los trabajadores llegaron a dirigir la economía en el campo y en la industria a través de las colectivizaciones y las explotaciones obreras. Un dato que ejemplificaba lo avanzada que estaba la clase obrera española. Unas conquistas canalizadas, en su gran mayoría, por el movimiento libertario español. El golpe de Estado pulveriza cualquier opción de transformación progresiva de la sociedad española. Toda la red que el movimiento obrero había tejido desde su fundación quedó aniquilada. Y hoy apenas se recuerda. Ése es otro de los grandes “triunfos” del franquismo. Haber condenado al ostracismo y al olvido a multitud de personajes y de experiencias.

Cuando han pasado 78 años desde el golpe de Estado todavía quedan muchos lugares comunes sobre el mismo y muchas lagunas que investigar. Pero sobre todo quedan muchas cunetas y fosas comunes que abrir, la prueba física de lo que significó el golpe de Estado para el progreso y para los que pensaban distinto. Un auténtico exterminio premeditado que según datos de organismos como Amnistía Internacional sitúa a España a la cabeza de desaparecidos forzosos. Y llama poderosamente la atención, incluso para la ONU, que desde el propio Estado no se haya hecho nada para poder encontrar y recuperar a los desaparecidos. El tan manido déficit democrático tiene su origen aquí.

Todavía queda mucho trabajo por delante.