La explicación de este caso anómalo tiene relación con el enorme descrédito de las instituciones de la entidad, confirmado una y otra vez en los últimos años. Si hubiera un satélite que registrara desde el espacio los niveles de gobernabilidad de las regiones, Michoacán aparecería como un inmenso hoyo negro, como una entidad vacía o caótica. Esta situación se ha puesto en evidencia con innumerables hechos recientes, toda una variedad de actos delictivos, corrupción generalizada. Todo lo cual ha sido denunciado públicamente por organizaciones civiles, o en periódicos, televisoras regionales, redes sociales y por el cotidiano de boca en boca de los ciudadanos.
Si hoy las fuerzas que dominaron la política estatal se han visto obligadas a capitular, llamando a gobernar a un ciudadano procedente de la arena universitaria, no es a consecuencia de un acto de autolimitación o de prudencia, sino una jugada de un (vi)-rey asediado, entrampado en un callejón sin salida. Hoy en Michoacán el epicentro político cambia de posición gracias a (en orden de importancia): el surgimiento y consolidación de las autodefensas (principalmente en Tierra Caliente), los movimientos magisterial y estudiantil independientes, los luchadores ambientalistas, los creadores de cultura (principalmente artistas), el aumento en número y calidad de universidades y tecnológicos en el estado, los periodistas y articulistas críticos, los medios masivos de comunicación realmente autónomos, los defensores de los animales, las múltiples relaciones con el resto del mundo, y hasta la multiplicación de cafés, bares y centros de socialización y de convivio. Es decir, que todo ello es consecuencia del propio desenvolvimiento de una sociedad más informada, activa y consciente de los procesos que la limitan, engañan, oprimen y explotan.
Más allá de las lógicas inventadas en los círculos de la política convencional, normalmente equivocadas, los ciudadanos estamos obligados a dar un voto de confianza, o el beneficio de la duda que es lo mismo, a un gobernador ciudadano. Pero también estamos obligados a indicarle a ese nuevo servidor público, que afortunadamente no tiene ligas con ningún partido político, secta económica, grupo ideológico o clan religioso, lo que todo ciudadano haría en su lugar: dar poder a la sociedad civil, inducir y reforzar la autogestión ciudadana, multiplicar los mecanismos legales que abran las puertas a la participación popular. Aquí procede impulsar las candidaturas independientes y las elecciones por usos y costumbres. En esta perspectiva el nuevo gobierno debe reconocer, facilitar y apoyar los procesos de autogestión ciudadana que han surgido en los 36 municipios bajo el impulso de las legítimas autodefensas, y en otras muchas comunidades, encabezadas por el doctor Manuel Mireles (www.facebook.com/mireles5), así como las luchas y resistencias barriales de muchas ciudades, como Morelia, Uruapan, Zamora y Zitácuaro.
No sólo eso. El nuevo gobernador ciudadano/científico/académico debe comenzar haciendo una depuración profunda de los mandos del actual gabinete, llamando a participar a ciudadanos honestos e incorruptibles, donde sea necesario, convocando a la participación social en todas las esferas. El nuevo paradigma del presupuesto participativo, ya largamente probado en Brasil, España y Colombia, y que ha comenzado a implementarse en México en lugares como Iztapalapa o Tlajomulco, debe ser obligatorio y vinculante. Igualmente deben implementarse proyectos reales de desarrollo local, municipal y regional inspirados en las experiencias exitosas. Contra lo supuesto, en tierras michoacanas existen numerosas experiencias sociales y ambientales, como las de Nuevo San Juan, Cherán, el Ejido El Paso, Yorikostio, las comunidades ecoturísticas, agroecológicas y conservadoras de la tortuga marina, las cooperativas de artesanos. También están los avances que en materia de conocimientos y tecnologías han logrado las universidades y tecnológicos de la entidad encabezadas por la Universidad Nicolaíta y la UNAM. Deben igualmente desecharse todos aquellos proyectos iniciados o por iniciar que atenten contra la salud de los ciudadanos y los equilibrios ecológicos, desde la minería a cielo abierto, la contaminación industrial, la tala clandestina y depredadora y los proyectos descabellados como el tristemente celebre Megatúnel de la Loma de Santa María, en Morelia. Restaría comprometer los esfuerzos de este gobernador ciudadano en lograr unas elecciones confiables, equitativas y libres en 2015.
Como en el resto de México y del mundo, en Michoacán una nueva ciudadanía, consciente, ilustrada y crítica ha surgido. Una ciudadanía que logró desmontar un aparato de gobierno corrupto, que hoy exige la plena autonomía política de la entidad, y sobre todo participación y control sobre el poder político y el poder económico, legal e ilegal. Quienes piensan que la llegada, impredecible y extraña, de un científico a la gubernatura de uno de los estados más inseguros, caóticos y complicados del país fue el resultado de una combinación de circunstancias, más un acuerdo entre las fuerzas partidarias, la tensión entre el poder central y los poderes regionales, y/o los hilos invisibles del azar, se equivocan. Estamos ante un hecho que es ya el resultado de la evolución civilizatoria de un país que se mueve y que comienza a inclinar la balanza. ¡Quién cambió al gobernador? Fuenteovejuna, señor.