Los escritores deberían, por defecto, escribir grandes cartas de amor, porque en lo escrito se va su profesión.
Y a todo el mundo le acaba gustando leer las cartas de amor escritas por los escritores famosos.
Mira 6 cartas, podrían servirte de inspiración para escribir una nota muy especial a la persona que más aprecias.
1. De Gustave Flaubert a Louise Colet. Colet era una poetisa y fue la amante de Flaubert, posiblemente la inspiración para alguno de los pasajes más polémicos de Madame Bovary. Rompieron tras ocho años y bastante mal. Ella escribió una novela en venganza, pero Madame Bovary fue mucho más famosa.
“Te cubriré de amor la próxima vez que nos veamos, con caricias, con éxtasis. Quiero morderte con todas las alegrías de la carne, hasta que desfallezcas y mueras. Quiero dejarte atónita, que te confieses que nunca habías soñado de semejantes trances… Cuando seas vieja, quiero que te acuerdes de esas pocas horas, quiero que tus huesos secos se estremezcan con alegría cuando pienses en ello”.
2. De Jean Paul Sartre a Simone de Beauvoir. Tenían una relación complicada. Al menos yo nunca olvidaré a mi profesora de lengua cuando nos contó que Beauvoir le buscaba jovencitas al (sí, sigue siendo sorprendente) latin lover Sartre…
“Intenta entenderme: te quiero mientras presto atención a las cosas que pasan. En Toulouse simplemente te quise. Este noche te quiero en una tarde de primavera. Te quiero con la ventana abierta. Eres mía y las cosas son mías y mi amor altera las cosas a mi alrededor y las cosas a mi alrededor alteran mi amor”.
3. De Honoré de Balzac a la condesa Eveline Hanska. Esta es una de las historias de amor más bonitas y literarias de la historia de la literatura. Hanska era una fan de la obra de Balzac, al que escribió una carta de admiración. Él le respondió y se enamoraron por correspondencia.
“Estoy prácticamente loco por ti, tanto como uno puede estar loco: no puedo unir dos ideas sin que tú te interpongas entre ellas. No puedo pensar en nada más que en ti”.
4. Franz Kafka a Milena Jesensk. Otra historia de amor por correspondencia: solo se vieron unas pocas veces en persona.
“La última noche soñé contigo. Lo que pasó no puedo recordarlo en detalle, lo único que sé es que nos fusionábamos uno con el otro. Yo era tú, tú eras yo. Finamente por alguna razón prendiste fuego”.
5. De Mariana Alcaforado a su enamorado francés. Puede que la crítica hoy en día rechace que Mariana Alcaforado, la monja portuguesa, sea una persona real (o la invención de un escritor francés que fue, además un gran visionario en términos de negocio), pero sus cartas siguen estando en el canon de las grandes cartas de amor literarias.
“Me parece que atento gravemente contra mi corazón al intentar darte a conocer mis sentimientos a través de una carta. ¡Qué dichosa sería si pudieras juzgarlos atendiéndote a la violencia de los tuyos! Pero, aunque no debiera aludir a ti, perdona que te diga, con menos virulencia de la que siento, que no está bien que me maltrates, como estás haciendo, con un olvido que a mí me desalienta y a ti tendría que avergonzarte”.
6. De Mary Wollstonecraft a William Godwin. Godwin era un teórico anti matrimonio, pero al final acabaría claudicando ante la feminista Mary Wollstonecraft. Claro que el embarazo de Mary (la futura Mary Shelley) les hizo pensarse que quizás deberían casarse (ella ya había tenido una hija fuera del matrimonio y descubrió que no era lo mejor que podías hacer en el siglo XVII). Él no era muy guapo y descubrió los placeres del amor con Mary Wollstronecraft, que sería, al final, el gran amor de su vida.
“Si el goce de la última noche pasada ha producido en tu salud el mismo efecto que en mi semblante, entonces no tienes motivo para lamentar tu falta de resolución; pocas veces he visto tanto fuego devorando mis facciones como cuando esta mañana, al arreglarme el pelo los recuerdos – muy gratos recuerdos – hicieron aflorar el rubor del placer”.
Con información de ThougCatalogue, Flavorwire, Vida y muerte de Mary Wollstonecraft y la edición de Círculo de Lectores de las cartas de Mariana Alcoforado.
Fuente: Librópatas