México, Distrito Federal; domingo 20 de marzo de 2011. El Nuevo Proyecto Alternativo de Nación tiene un propósito democrático que no se limita a los números: la democracia a que llaman Andrés Manuel López Obrador y este Proyecto comprende una profunda revolución moral, intelectual, cultural y de las conciencias, que es la base de la regeneración del país y del futuro de la nación. Y de la felicidad del pueblo.
Sí, el triunfo electoral que conquistaremos pero también la profunda transformación de las conciencias y las voluntades.
El neoliberalismo es un sistema de destrucciones: de la ley y las instituciones, de desigualdad y corrupción, de deshumanización, de concentración del poder y la riqueza y de un ilimitado afán de ganancias sin el mínimo respeto a las personas y a las colectividades.
Frente a esta sociedad de la corrupción hemos de lograr el desarrollo, el bienestar y la genuina democracia, y una indispensable revolución de las conciencias con sustento en la cultura del pueblo y en su vocación de trabajo. La solidaridad, el respeto a la diversidad, la protección del medio ambiente son indispensables para frenar el reino del dinero y el engaño, que avasallan la dignidad, la moral y el bien común.
La falsificación de la democracia viene de la subordinación de la política y los políticos a los negocios y a los intereses económicos. La afirmación de una real democracia exige la participación del pueblo en la toma de decisiones.
Por eso decimos que la democracia efectiva es el poder del pueblo que, para su mayor bienestar, exige recobrar los valores comunitarios y la creación de instituciones participativas, así como una ética de responsabilidades y de pleno respeto a los derechos humanos, individuales y sociales.
Aquí se recoge el núcleo de los mensajes que ha difundido Andrés Manuel a lo largo y ancho del país, que han sido recibidos con excepcional entusiasmo. ¡Los espacios públicos no están a la venta para fines privados sino que han de convertirse en espacios de vida democrática, la globalización no ha de ser para la explotación del trabajo sino campo de solidaridad y cooperación!
La globalización neoliberal sólo ha profundizado las desigualdades, sirviéndose de un mercado sin freno que lleva a las sociedades a la miseria y a la ausencia de satisfactores materiales y culturales. Hoy el mercado es el capitalismo de casino, el capitalismo salvaje, por lo que se exige al Estado cumplir su función reguladora de la economía, conteniendo el afán de lucro que engaña al pueblo y le impone sus fines.
¡El Estado y sus propósitos de igualdad y equilibrio son más altos que la voracidad del mercado! ¡El mercado ha de someterse a los fines sociales del Estado! ¡El mercado es para la sociedad y no la sociedad para el mercado!
Para las élites oligárquicas, incluida la mexicana, el mercado tiene un carácter sagrado y sostienen que no debe ser perturbado por la acción pública moderadora. Pero exigen esa intervención cuando favorece a sus intereses: he aquí la hipocresía de los hombres y mujeres del dinero.
El Estado del neoliberalismo garantiza los negocios de la minoría y considera natural la desigualdad y la pobreza de la mayoría ¡Para el orden neoliberal, los pobres no tienen derechos ni lugar ni prerrogativa alguna! ¡Los pobres son desechables y han de vivir excluidos!
El liberalismo es una fábrica de pobres y desprecia los conceptos de solidaridad y justicia social. Pero en el pueblo mexicano, en sus bases rurales y urbanas, en sus comunidades y pueblos indígenas, en sus trabajadores, en sus clases medias sensibles y responsables, en sus intelectuales y académicos comprometidos, anidan valores que son fundamentales para impulsar los grandes cambios que requiere el país.
Esa reserva es materia prima preciosa para la regeneración de nuestra vida pública: la inmensa mayoría de los mexicanos no cultiva el individualismo ni la codicia como modos de vida, sino que conserva el sentido de comunidad, de solidaridad, de respeto, de tolerancia, de reconocimiento al otro.
La verdadera transición en México no es sólo electoral sino que abarca la revisión de las instituciones nacionales, y no se conforma con la democracia representativa sino que exige la democracia participativa, otorgándole el poder a las mayorías en el irrestricto respeto de las minorías.
Esta mayor participación ciudadana supone nuevas armas jurídicas para participar, y mecanismos de democracia directa como el referéndum, el plebiscito, las iniciativas y las auditorías ciudadanas. La democracia participativa impide la permanencia de grupos dirigentes sin control de la comunidad: es una forma de evitar la exclusión social y política.
La transformación de México sólo es posible con la participación del pueblo, desde abajo. El derecho a ser felices y al bienestar son la inspiración fundamental del Nuevo Proyecto Alternativo de Nación de Andrés Manuel López Obrador.
Construiremos así los caminos que conduzcan a la liberación de la patria. Un México de todos y para todos. Un gobierno democrático del pueblo y para el pueblo.
Pero también es necesaria la defensa de los derechos laborales, cuya liquidación persiguen los fundamentalistas del neoliberalismo. Nada más falso que las normas laborales de la Constitución frenen la inversión nacional y extranjera. No, lo que obstaculiza la creación de empleos son los bajos salarios y el estrangulamiento del mercado interno, y la negativa a la capacitación de los asalariados.
La reforma laboral que postulamos ha de eliminar el control sobre los trabajadores y sindicatos, y ha de otorgarles la plena democracia. Se inscribe además en el nuevo modelo de desarrollo que proponemos, fortaleciendo el empleo formal, la ampliación del mercado interno y un estado de bienestar que incluya salud, educación, pensiones, seguro de desempleo y la reforma fiscal y del Estado, que no se han realizado en México.
También deben realizarse cambios en la política internacional de México, tan violentada hoy y que en tiempos anteriores otorgó gran prestigio y respetabilidad a la nación mexicana. Rescatar nuestra independencia y la plena integridad de la soberanía, es objetivo central de esta Propuesta Alternativa de Nación, coincidente con el mandato constitucional.
Históricamente hemos sido y somos parte de los países del Sur, y se nos han impuesto sistemas de dominación económica, política y cultural. La plena independencia, el ejercicio efectivo de la soberanía y el desarrollo de nuestra sociedad son hoy los objetivos centrales de la política exterior ya que, como dice el Proyecto Alternativo de Nación, sólo sobre la base de la soberanía popular interna podrá construirse la soberanía nacional externa.
El Nuevo Proyecto Alternativo de Nación postula la autodeterminación democrática del pueblo mexicano, imprescindible para reconocer internacionalmente la autodeterminación de los pueblos.
Con Estados Unidos México ha de exigir equilibrio en las relaciones y beneficio mutuo, con estricto respeto a las soberanías, considerando las asimetrías existentes. Hoy resulta necesaria la revisión profunda del TLC, no sólo para lograr una relación equitativa sino la exigencia del pleno respeto a los derechos humanos y laborales de los emigrados mexicanos en Estados Unidos.
La agenda con Estados Unidos no puede estar centrada en el tema único del narcotráfico y la violencia, en el que además nos han atropellado, y no deben olvidarse los muy variados aspectos de la relación.
México debe estrechar vínculos con los países del Sur, especialmente con los de América Latina y el Caribe. Hoy, México es visto frecuentemente como una nación integrada al norte continental. Por su historia y vocación, México es parte de los países del Sur, con los que siempre ha sido solidario.
Es preciso estrechar nuestras relaciones con ese vasto conjunto de países y especialmente con los del sur continental, cuyas repúblicas están en proceso de importantes transformaciones: la solidaridad activa con los países latinoamericanos abrirá la puerta a recíprocas políticas solidarias de esos países con nuestra nación.
La unión solidaria de México con los países del Sur se inscribe en los objetivos de descolonización y liberación política, económica y cultural por los que luchan esos países, también México. No deseamos ser el sur del norte sino el norte del sur, como lo ha sido siempre México en sus mejores momentos de política internacional.
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