El movimiento frente a los medios

Si el llamado cuarto poder fue concebido como contrapeso a los poderes del orden republicano —el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial—, en nuestro país y en otras latitudes el poder mediático sirve a la oligarquía para asaltar las instituciones del poder público.


En México, los medios, en especial la televisión, fueron instrumentos de control del viejo régimen autoritario. Hasta el dueño de Televisa se declaró soldado del PRI. Hoy es al revés: la televisión ejerce su dominio sobre las instituciones y tiene sometida a la clase política. La minoría que manda en el país posee la mayoría de las televisoras, radios y periódicos. Con ellos manipula la información, criminaliza la lucha social, distorsiona los procesos electorales y apuntala a sus candidatos. En 1988 Televisa lanzó todo contra Cuauhtémoc Cárdenas y legitimó al cuestionado Carlos Salinas. En 2006, a escala mucho mayor, casi todos los medios electrónicos y escritos, tomaron parte de la campaña de odio y miedo lanzada por el régimen foxista contra Andrés Manuel López Obrador. Finalmente, Calderón fue impuesto con un operativo militar, policial y mediático, y su principal sostén hoy es la televisión. Televisa tiene tanto poder que chantajea a gobernantes y legisladores, cuenta con diputados y senadores, pone candidatos en distintos partidos y promueve legislaciones a conveniencia, como la llamada "Ley Televisa".


A contracorriente, la fuerza política de movimientos populares puede medirse por la aversión que suscita en esos medios. Conforme esa expresión ciudadana sobrevive al acoso gubernamental, avanza en organización y ejerce un contrapeso a los designios del poder oligárquico, televisoras y radios aumentan su hostilidad, calumnian a sus dirigentes, silencian las actividades del movimiento y distorsionan sus propósitos.


El monopolio de los medios de comunicación es uno de los obstáculos para la democratización del país. Y es uno de los principales desafíos para el movimiento popular, que conserva su energía y su poder de convocatoria, se expande por los municipios del país, avanza en organización y cohesión, y se dota de medios para contrarrestar el discurso dominante. Un ejemplo de ello es Regeneración, este periódico que tienes en las manos.