La alternativa política de 2012

Es también la descripción de una experiencia maravillosa que López Obrador recreó, viajando por todos los municipios del país, de lo que vio, la gente estupenda que conoció y, también, de la belleza de nuestro país que lo asombró (es el contenido del segundo capítulo, titulado “La resistencia y el peregrinar por el país”); y culmina, en el tercer capítulo, con un examen que es, a la vez, una exposición crítica y un planteamiento programático que denomina, emblemáticamente, “2012”.

            Del primer capítulo, todos podrán aprender cómo se adueño esa mafia de México; del segundo, como ello llevó a la miseria de las masas de la sociedad; del tercero, la visión cercana del gran pueblo que tenemos y que constituye nuestra mayor e insuperable riqueza y, además, de ese incomparable país que es México; del cuarto, podrán entrar al debate de lo que somos, de los terribles desafíos que se tienen por delante y, desde luego, de las propuestas que se están presentando a todos los ciudadanos de México no sólo para rescatar a nuestra patria de los saqueadores, sino para hacer de este país una patria digna para todos.

            Sí, hay que reconocerlo, como se puede leer en la página 174 del libro, nuestro pueblo es muy susceptible a creer las mentiras que se le administran desde el poder, ese poder real que no son sólo las oficinas del gobierno, sino esos que se llaman poderes fácticos y que son los dueños de la riqueza nacional. Una muy buena franja de la población está muy despolitizada y es susceptible de toda clase de manipulaciones. En nuestro pueblo hay actitudes que deberán cambiar, actitudes logreras, que López Obrador llama “aspiracionistas”, una mentalidad retrógrada y sumisa, que se muestra, ante todo, en los sectores más incultos y aislados de nuestras clases medias. En esas franjas del pueblo no hay más pensamiento propio que el que les suministran la televisión y la radio.

            Pero los que están del lado del pueblo no son un puñado. Son millones y siguen creciendo. Los conservadores de todas las clases sociales se conforman con esa miseria de país en la que han transformado sus explotadores a México y se sienten muy a gusto en ella, aunque sepan que nada está seguro para ellos, porque si algo nos ha dado la derecha es la más siniestra inseguridad y la duda perenne de lo que nos podrá pasar a todos en el futuro. El mensaje de Andrés Manuel López Obrador es claro y sencillo: “… lo que somos y representamos se ha logrado con autoridad moral, imaginación y firmeza; con acciones de resistencia en defensa del pueblo y de la nación, con el trabajo organizado de hombres y mujeres libres y conscientes” (p. 173).

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            En este gran movimiento ninguno se considera enemigo irreconciliable de nadie. En él sólo se señala a los culpables de la tragedia que está viviendo nuestra sociedad por la ineptitud de sus conductores políticos, económicos y religiosos. No se piensa en ellos como enemigos porque, si algún día se llega a gobernar este país, y ese día llegará, se tendrá que entender con ellos y encontrar con ellos la solución que les permita, también a ellos, seguir viviendo en esta sociedad y, al pueblo de México, encontrar su camino y tener en sus manos las decisiones fundamentales para hacer de la nuestra una sociedad de verdad justa, equitativa y acogedora para todos sus integrantes, sean de la clase que sean.

            En la página 190 de su libro, Andrés Manuel López Obrador lo dice así: “… les decimos a los integrantes de la oligarquía, que, a pesar del gran daño que le han causado al pueblo y a la nación, no les guardamos ningún rencor y les aseguramos que ante su posible derrota en 2012, no habrá represalias. Declaramos esta amnistía anticipada porque lo que se necesita es justicia, no venganza, y ellos tendrán que entender que ningún grupo, por importante y poderoso que sea, puede seguir conspirando contra la paz social. Nada ni nadie puede valer más que el bienestar y la felicidad del pueblo”.

            Estos festejos nacionales en torno al bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución no salen de la retórica, la mediocridad discursiva y la alegoría demagógica que hasta hacen víctimas de sus excesos los huesos de los padres de nuestro movimiento liberador como nación. Todo mundo se pregunta sobre el misterio del año diez de cada siglo para nosotros. 1810 y 1910 parecen habernos marcado. Ahora le estamos preguntando al 2010 si volverá la violencia en los meses que nos quedan. ¿Haremos de nuevo una revolución y volveremos a caer en la violencia? Nuestra respuesta es no y este nuevo libro de López Obrador lo confirma. Nosotros somos enemigos de la violencia. No es nuestra vía.

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            El señala con atingencia otro hecho que sí tiene significado: la sucesión presidencial. Y nos dice al respecto: “… la historia nos enseña que siempre, alrededor de la sucesión presidencial, se presentan las condiciones más propicias para iniciar los cambios que se requieren en el país” (p. 204). Sí, estamos ante una oportunidad de oro para impulsar los cambios que el país necesita, pero eso no significa llamar a la violencia. El camino de la violencia debe desaparecer para siempre de nuestro escenario, sea de grupos sociales sea y principalmente de nuestros gobernantes que tan prestos está a echar mano de las armas y, además, sin que éstas, las armas del Estado, les pertenezcan, sino a la nación.

            Sí, estamos proponiendo una transformación a fondo del país, pero negamos que cada diez de cada siglo tenga que ser fatalmente violento. Además, la sucesión presidencial será en 2012, no en 2010. Estamos decididos a hacer que ya no haya entre nosotros búsquedas violentas. La  nuestra es la alternativa pacífica para este 2010 que acabará consumándose en el 2012. Ese es el mensaje de este nuevo libro.