Día de la raza: política migratoria norteamericana y sus efectos en México

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Se analiza la continuidad de la política migratoria de EU que incluye a Obama y Trump. Subraya que AMLO tiene razón en que el elevar el nivel de vida de la población es la solución al problema migratorio

 

Política migratoria norteamericana y sus efectos en México

Por Arturo Gal*

Regeneración, 12 de octubre. El primer mito que debemos desmentir, cuando se trata de la actual política migratoria norteamericana, es, la noción de que durante la administración de Barack Obama hubo una mayor tolerancia migratoria e inclusive políticas protectoras de sus derechos.

Quizá no pareciera tan importante comenzar por el debate de este punto, pero la cuestión migratoria no es la política de un solo individuo, sino de todo un sistema, el cual para el caso que nos ocupa, siempre ha sido, es y será contrario a los derechos humanos.

A diferencia de su discurso en campaña (del que se benefició enormemente), Obama llevó a cabo, sin duda, una política anti inmigrante  de corte cínico.

Esta política intolerante de Obama es fácilmente perceptible en la introducción de las llamadas “secure communities” (comunidades seguras), el aumento del presupuesto para la seguridad fronteriza, el crecimiento del número de guardias fronterizos y personal en la frontera en general, el reforzamiento de la frontera física con México y la tolerancia hacia leyes locales de claro carácter anti migratorio.

Con Obama fueron deportados más de 32,000 mexicanos solamente durante los primeros tres meses de su mandato.

En los ocho años que se mantuvo Obama en el ejecutivo fueron deportados casi tres millones de personas.

Lo anterior significa que Obama deportó a más inmigrantes que todos los presidentes norteamericanos de los últimos treinta años juntos (entre ellos personajes como Reagan, Bush padre e hijo).

Con esta premisa entra Trump en la ecuación.

Un candidato, al que le fue posible llegar al poder con otro tipo de discurso: el del odio.

Trump no quiere ni tiene por qué esconder su política anti migratoria detrás del velo del liberalismo.

Por el contrario, él inclusive prometió esta política intolerante y racista a su electorado; y está decidido a cumplirla.

Con tal motivo Trump ha puesto en pausa o completamente cancelado algunos de los programas de Obama.

La mayoría de estas iniciativas eran de cualquier manera sólo una fachada (como el programa “DACA” entre otros) y jamás hubieran resuelto el problema migratorio, pero representaban una esperanza para miles de “dreamers” (de la llamada “Dream Act” o “enmienda de ensueño” en español), quienes de alguna manera, pese a todo, creían en Obama.

En este contexto Trump está simplemente siguiendo la política migratoria subrayada en la “Iniciativa Mérida”, misma que fue acordada y firmada bajo las administraciones de G.W Bush y Felipe Calderón y que, a su vez, también se mantuvo vigente durante el sexenio de Enrique Peña Nieto.

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En el marco de esta iniciativa agencias americanas como la CIA, el FBI, la DEA y el Pentágono realizan tareas de inteligencia en México.

Originalmente el objetivo de esta iniciativa, se decía, era el combate a los carteles de drogas, sin embargo, con el paso del tiempo se incluyeron temas adicionales.

Especialmente la cuestión fronteriza, bajo la cual se le dio al Instituto Mexicano de Migración (INAMI) la responsabilidad de identificar y poner bajo custodia a los inmigrantes ilegales.

Para la consecución de este objetivo los Estados Unidos entregaron tecnología biométrica al gobierno mexicano, recursos y apoyo logístico, entre éstos entrenamiento.

De esta manera se pretende que México actúe como el primer dique de contención contra los inmigrantes ilegales, especialmente los oriundos de Centroamérica, quienes deben cruzar México para alcanzar los Estados Unidos.

Bajo este complejo contexto y el marco internacional es que se violan diariamente los derechos humanos de tantos migrantes mexicanos y demás naciones.

La administración de Trump y sus decisiones en política migratoria han empeorado la situación en general y llevado la problemática hasta el punto en que se han hecho públicas las horribles imágenes de niños encerrados en jaulas en los centros de detención esperando a ser deportados, subrayando lo de imágenes, puesto que la detención y separación de los menores de sus padres migrantes también proviene de la administración Obama.

Por supuesto que los compatriotas mexicanos son el grupo más afectado, puesto que conforman la mayoría de los migrantes (aproximadamente 5,6 Millones en 2016).

Muchos de ellos intentan regresar a los Estados Unidos inmediatamente después de ser repatriados o después de haber pasado algún tiempo en algún punto de la frontera México–estadounidense.

Algunos de ellos permanecerán invariablemente en estas zonas y serán asimilados de manera eventual.

Algunos otros, a causa de la pobreza y falta de perspectivas, caerán en las garras de las mafias de droga o traficantes de personas, ya sea como víctimas o victimarios.

El Muro, que fue tan cacaraqueado durante la campaña presidencial, salvo en los medios no ha tenido ningún impacto real, ni ha hecho ninguna diferencia hasta el momento.

Lo anterior como consecuencia de principalmente dos razones: primero, siempre ha habido fronteras físicas fuertemente vigiladas en los puntos más importantes de la línea divisoria, o al menos, en los puntos fronterizos más transitados.

Y, segundo, ningún obstáculo físico puede contener el enorme flujo de inmigrantes económicos.

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De esta manera el tema del muro se mantendrá sólo en el imaginario de los medios de comunicación.

El muro se ha convertido per-se, de cualquier modo, en una especie de símbolo de la política migratoria de Trump.

Este llamado “trumpismo migratorio” es utilizado por el sistema político mexicano, especialmente a través de los medios comparsas del gobierno, para representar al Presidente mexicano Peña Nieto, como una especie de paladín de la defensa de los derechos de nuestros inmigrantes.

Así pues, Peña Nieto o el secretario de gobernación aparecen esporádicamente al aire para lanzar, también al aire,  postulados vacíos en defensa de los compatriotas.

Lo cierto es, sin embargo, que la firma del Tratado de Libre Comercio con Norteamérica y Canadá ha empeorado la economía de México como consecuencia de la serie de privatizaciones que se llevaron a cabo y la subsecuente liberación de la economía.

Puestos de trabajo estables se perdieron y con ello se lanzó a la pobreza a millones de personas.

Este capitalismo neoliberal, que se le impuso a México desde hace ya treinta años, no ha podido ni podrá jamás resolver el problema de la inmigración, puesto que es, en mayor parte, el origen del mismo.

Solamente una nueva concepción de la economía y de distribución de la riqueza, en otras palabras, un modo diferente de producción pudiese frenar de  manera efectiva el éxodo de mexicanos hacia Estados Unidos.

El ahora presidente electo de México,por una coalición amplia de izquierda, Andrés Manuel López Obrador, ha calificado la política migratoria de Trump de racista.

La estrategia de Obrador para combatir la migración es una política económica diferente.

Considera que es necesaria una zona económica especial en la frontera y que sólo el desarrollo industrial y económico,en general, del país puede elevar el nivel de vida de la población y en consecuencia solucionar efectivamente el problema.

En este análisis tiene sin lugar a dudas la mayor de las razones.

Ahora que la victoria electoral del pasado primero de julio le otorgó mayorías en ambas cámaras tendrá que pasar de las palabras a las acciones.

Arturo Gal es maestro en Derecho, doctorante y docente de la Facultad de Derecho de la Universidad Friedrich-Schiller de Jena, Alemania