Un bocadillo, unas galletas y algo de leche. Día a día miles de familias en España se sienten agradecidos si pueden llevar a la boca de sus hijos un menú parecido a éste.
Regeneración, 15 de julio 2014.-Hace ya un par de años, el famoso publicista Alejandro Toledo estaba caminando por el centro de Madrid cuando vio a un antiguo compañero “que había tenido muchísimo éxito” salir de un comedor social. Toledo quedó tan impactado que al instante decidió reunir a un equipo para dar a conocer y así concienciar a la sociedad de la gran labor que llevan a cabo a diario los comedores sociales en España mediante una campaña en la que quiso mostrar uno de los lados más dramáticos de la crisis; los nuevos pobres.
España está lleno de centros que, como el María Inmaculada, dan cada día cerca de quinientas comidas. La directora de este comedor, sor María del Carmen Briones, directora de todo el proyecto social Vicente de Paul, explica que “Al principio todos los servicios estaban destinados a inmigrantes, pero ahora el perfil de las personas que atendemos se ha ido abriendo a todos aquellos sin hogar y en riesgo de exclusión social”.
Los nuevos pobres
Tradicionalmente el fracaso social se ha asociado a casos individuales, pero en los últimos años los comedores sociales han visto cómo el número de familias que no pueden cubrir sus necesidades básicas se ha multiplicado. En España más de un 21% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza, es decir, no puede cubrir necesidades básicas como el comer.
Al recorrer estos comedores descubrimos que hay una nueva generación entera de familias que han visto cómo su vida empeoraba a pasos agigantados desde el inicio de la crisis.
Aunque los comedores siempre han estado llenos, en los últimos años se ha creado este nuevo perfil de personas que antes tenían un trabajo estable y unas buenas condiciones de vida y que cada vez más necesitan acudir a comedores y centros de integración para poder vivir decentemente.
¿Y los niños?
El problema es que no todos los centros pueden recibir a menores entre sus muros. Como parece lógico, en estos comedores a veces hay problemas fruto de las grandes dificultades y tristezas que afrontan los que allí se sientan a comer. Una de las normas más importantes que rige centros como María Inmaculada o el Ave María, en la parte antigua de la capital, es que los niños no pueden entrar por dos razones principales: la primera, porque los menores deben estar escolarizados, y la segunda, porque como explican, las difíciles situaciones que a veces se presentan en el comedor, duras incluso para los adultos, no deberían ser presenciadas nunca por los pequeños; “no es un sitio para que estén los niños, viene gente bebida, drogada?” insiste.
Pero los comedores no desatienden a nadie, en ambos centros se da a los padres una bolsa con comida para que lleven a casa y así coma toda la familia para evitar que los niños tengan que vivir una experiencia tan dura en vez de poder disfrutar su inocencia como los demás.
Hasta ahora parecía que al menos los niños no tenían tantos problemas ya que, al existir los comedores escolares y poder contar con el aporte de los centros de día, los menores se veían atendidos.
Ha sido la llegada del verano la que ha desatado las alarmas cuando, al cerrar estos comedores escolares cientos de niños se han quedado sin la única comida completa que recibían al día.
La defensora del pueblo, Soledad Becerril, ha alertado al Gobierno de esta situación para conseguir que se abran centros que reciban a los pequeños durante el verano. Sin embargo todavía hay comunidades como Madrid que parecen haber hecho oídos sordos.
Aunque se han impulsado numerosas medidas como el programa de becas de la Fundación Educo, en España por culpa tanto de la falta de comedores como de la falta de fondos para que se lleven a cabo las labores de ayuda, todavía falta mucho para que ningún niño pase ni un sólo día sin algo que llevarse a la boca.
Una sociedad concienciada
Está a la orden del día hablar de la crisis de valores de jóvenes y adultos, sin embargo, los testimonios de las personas que se dedican a la caridad demuestran que la sociedad no ha perdido su sentido de la solidaridad. En los comedores el número de donaciones no ha descendido, “las ayudas están equilibradas, bajan las aportaciones económicas pero aumentan las de especies y además siempre hay nuevos donantes” señala sor Briones .
En una esquina de contrastes, en la que por las mañanas se encuentran los que esperan para entrar al cine que está en esa misma calle y los indigentes que hacen cola para recibir su desayuno, encontramos el comedor de la Real Congregación de Esclavos del Dulce Nombre de María, centro recibe en diferentes turnos a trescientas sesenta personas al día.
Nada más entrar una oleada de voluntarios recibe a todos aquellos que necesitan de los servicios del comedor. María Teresa Fernández es una de las doscientos treinta personas que hacen funcionar el Ave María; lleva casi ocho años sirviendo comidas todos los lunes en el comedor y haciendo posible que este “milagro” que se mantiene en pie gracias a la beneficencia pueda seguir ayudando a aquellos que lo necesitan.
Entre los voluntarios llama la atención las diferencias de edades que hay, y es que desde los dieciocho años hasta los ochenta y ocho todos trabajan juntos para sacar adelante el comedor. “La juventud está muy sensibilizada, mucho más de lo que se quiere hacer creer” explica Ferández, “lo más importante es que sirvamos con todo el cariño y el respeto para que en ningún momento los indigentes se sientan inferiores”. Y es que ésta es una máxima de los centros, acoger a aquellos que lo necesiten y darles todo lo que se pueda pero siempre desde el respeto y la igualdad.
Desde los centros se insiste en que las donaciones han aumentado, la gente cada vez quiere colaborar más y eso se plasma tanto en el número de voluntarios de los comedores como en las donaciones; algunas millonarias como la que hizo Amancio Ortega a Cáritas, las ayudas de supermercados como Mercadona a algunos comedores y otras consistentes en “tres sacos de arroz de gente que cobra trescientos euros”, que como nos recuerdan los voluntarios son igual de importantes.
Información: EcoDiario.es