Entre otras razones, como la inseguridad, la contaminación y tránsito lento.
Regeneración 29 de mayo de 2016.- De acuerdo con un análisis del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY), a pesar del crecimiento del PIB y los indicadores de inflación en México, los consumidores consideran que la situación económica del hogar se deterioró.
«Una serie de indicadores económicos aparentan un avance en el país: crecimiento del PIB al primer trimestre de 0.82% respecto al periodo inmediato anterior; una tasa de expansión de 2.80% al compararse con los primeros tres meses del año pasado», indicó el CEEY.
Marcelo Delajara, director del Programa de Crecimiento Económico y Mercado Laboral del CEEY, dijo que durante el estudio Crecimiento económico y empleo en México al primer trimestre de 2016 se registró que las condiciones económicas futuras y los factores alternos a la economía aumentan “el mal humor” de los consumidores.
Según el investigador, a pesar de que la percepción que tienen los consumidores sobre su poder de compra aumentó, existen una gama de elementos que influye para que la confianza de los consumidores no mejore:
Los ingresos, entre 2012 y 2014, sólo mejoraron ligeramente luego de la pasada crisis económica, según la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) y la mejoría fue mayor entre los hogares con ingresos más elevados que entre los de ingresos medios y bajos.
Aunque el empleo formal creció, los niveles salariales son bajos.
La tasa de desocupación ha mostrado una rigidez a la baja.
La informalidad solo se redujo 2%.
La pobreza continúa en aumento durante la primera parte del sexenio.
La reforma fiscal de finales de 2013 aumentó la recaudación de impuestos y los servicios públicos como la educación, los relacionados con la salud, la seguridad pública, y el transporte no han mejorado.
La percepción sobre la corrupción en las esferas gubernamentales empeoró, lo que afecta gravemente la productividad y por lo tanto la retribución al trabajo y al capital.
El gobierno federal ha generado una creciente desconfianza respecto a su capacidad para impulsar la economía con el consumo y la inversión pública.
Durante el segundo año y el tercer año del actual gobierno, los ingresos petroleros cayeron y se ha recortado de forma recurrente el gasto público.