Según un artículo del diario británico, en México la clase trabajadora es tratada inequitativamente en vida y muerte.
Regeneración, 04 de octubre de 2017.- En la Ciudad de México, los muertos no valen igual. De esto es un puntual recordatorio el colapso de una fábrica textil en la colonia Obrera, un área de clase trabajadora, donde ni siquiera hay información sobre quiénes murieron en el interior.
De la fábrica, sólo quedaron escombros, maniquíes rotos, baldes de plástico, rollos de tela y autos triturados. Ahí murieron al menos 21 personas, pero de estas personas: sobrevivientes y muertos, muy pocos han sido identificados.
Las autoridades fallaron en hacer listas de las compañías y de quienes trabajaban en el lugar; alimentado por la especulación de decenas de inmigrantes indocumentados eran empleados en las fábricas clandestinas.
Sin registro oficial de personas desaparecidas, se teme que muchas víctimas del terremoto no sean identificadas o reclamadas, especialmente si vienen del extranjero o pertenecen al invisible ejército de trabajadores informales de la capital que limpian casas, cocinan comida callejera, pulen los zapatos o cuidan los edificios.
“Muchas personas murieron en su lugar de trabajo, pero las víctimas nunca son iguales, y los trabajadores del sector informal o indirectamente afectados por el terremoto, pueden llegar a tomarse como daño colateral”, dijo Norma Cacho, de la organización en favor de los derechos laborales Pro DESC.
“Por supuesto que las autoridades deben saber qué compañías y cuántas personas trabajan en ese tipo de edificios, pero las irregularidades son parte de la dinámica de la ciudad y con la información tan poco clara, viene mucha desinformación”.
Las falsas historias de rescate, el desvío de ayuda donada y la entrega irregular de ayuda oficial han redoblado la desconfianza enojada que muchos mexicanos sienten por sus políticos y su versión de eventos desastrosos.
La tendera de una tienda cercana a la fábrica, Beatriz Gutiérrez de 44 años, dijo que al menos 100 personas trabajaban en el edificio colapsado.
“No es verdad que fueran inmigrantes ilegales, las mujeres que trabajaban en la fábrica y que venían a parar aquí cada día, eran mexicanas”, indicó.
De todas maneras, quiénes son o qué les pasó, es desconocido.
La fábrica de la colonia Obrera, había sufrido daños desde el terremoto del 85, pero fue renovada e incluso usada por el gobierno como oficinas hasta 2015.
Después de que el terremoto más reciente acabó con el edificio, los esfuerzos iniciales del rescate aquí fueron obstaculizados por las antenas del teléfono montadas en el tejado. En los días iniciales del proceso de recuperación, se convirtió en el sitio de enfrentamientos cuando los rescatistas voluntarios acusaron a las fuerzas de seguridad de intentar arrasar el edificio prematuramente.
En los días posteriores, las autoridades mexicanas fueron acusadas repetitivamente de intentar limpiar los escombros antes de que los grupos de rescate hubieran agotado su búsqueda de sobrevivientes.
Hace unos días, Alejandra Martínez, una ex empleada de la fábrica textilera que cayó por la zona en el temblor del 85, llegó para rendir homenaje a las víctimas de este nuevo derrumbe.
“No puedo creer que esto pasó de nuevo”, dijo.
En medio de las muestras cívicas espontáneas, fue muy claro que esto también fue un asunto de división de clase, pues mientras la emergencia apremió, uno de los periódicos locales, El Universal, desplegó una página subrayando la participación de socialités y celebridades ayudando en las labores de limpieza.
El Universal y su nulo tacto. La ayuda y la reacción al temblor como un evento más de las páginas de sociales. pic.twitter.com/XxQHxwXzya
— Esteban Illades (@esteban_is) 26 de septiembre de 2017
No sólo eso, según la periodista Nina Lakhani, en la colonia Condesa, un barrio de clase media, los esfuerzos de rescate se enfocaba en rescatar a las personas que vivían en el barrio, sin que se prestara atención en las trabajadoras domésticas que quedaron atrapadas en el lugar.
“Las empleadas domésticas son invisibles: muchos empleadores no saben ni el apellido de la persona que trabaja en su casa, o de dónde viene”, dijo Marcelina Bautista, fundadora del Centro de Apoyo y capacitación para Empleadas del Hogar (CACEH).
La organización ha tratado de identificar a trabajadoras domésticas muertas buscándolas en los reportes periodísticos, para después encontrar a sus familias.
Según Bautista, el hecho de que las trabajadoras domésticas no estén en ningún registro hace que sean fácilmente ignoradas y despedidas ilegalmente sin paga justa.
“Si no existían antes, ciertamente tampoco existen cuando se tiene que dar una compensación”.
The Guardian